La descarga de Carolina Jaimes Branger a una periodista colombiana

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Le aseguro, señora Claudia Palacios, que estoy haciendo un esfuerzo enorme para no permitir que la rabia que me produjo su artículo en El Tiempo de Bogotá me traicione.

Soy venezolana, y voy a comenzar citando a un compatriota y amigo mío, un preclaro ciudadano, Rafael Arráiz Lucca, quien le escribió por Twitter: “a partir de la década de la violencia en Colombia (1948-1957), y luego a partir de los sucesos de Marquetalia (1964), a Venezuela llegaron millones de colombianos. Nadie les dijo que no se reprodujeran. Crecimos todos juntos”.

Es así… crecimos todos juntos. Y a ésos que nombra Arráiz Lucca tenemos que sumarles los que se vinieron más tarde huyendo de las Farc y el ELN. Y no es que nacieron 20.000 niños, como usted se queja de los venezolanos que han nacido allá en año y medio… aquí han nacido -¡y siguen naciendo!- millones de niños de padres colombianos, que son venezolanos. Porque nuestra constitución, a diferencia de la suya, reconoce como venezolanos a quienes nacen aquí. Imagínese usted que sólo en Petare –una ciudad dentro de la ciudad de Caracas- en un momento dado hubo más de un millón de colombianos. Y en el resto del país también hubo –y todavía hay- millones de colombianos.

Estoy de acuerdo con usted en que el embarazo precoz y la pobreza son una bomba de tiempo y que muchos de esos niños que nacen no tienen alternativas. Pero la solución no es decirles a las madres venezolanas que no se embaracen. ¿Es que acaso las colombianas no se embarazan? ¿Usted de verdad se cree la historia que narra en su artículo, que los colombianos se juntan y compran un perro?… Mucha de la pobreza y desesperanza de América Latina se debe a la falta absoluta de planificación familiar. No son sólo las venezolanas. Y a Colombia han llegado venezolanos con hojas de vida extraordinarias que les están dando trabajos a compatriotas suyos. ¿A ésos también va el mensaje de que no se embaracen, o su mensaje es sólo para “la chusma”?

Si sacamos una cuenta de lo que nos han costado los colombianos que han vivido aquí en el siglo XX y en lo que va del XXI, ustedes nos quedan debiendo por siglos… Pero no lo hicimos, no lo hacemos y no lo haremos, porque en Venezuela somos un país de brazos abiertos para recibir a los inmigrantes. Nosotros jamás habíamos migrado, porque Venezuela era un país donde la gente venía, no de donde la gente se iba. No así Colombia, por cierto, donde las “niñas bien” se iban a USA a dar a luz, porque un pasaporte colombiano era una raya en muchas partes del mundo… y tal vez todavía lo sea. Y no le digo esto porque yo sea una resentida… yo también crecí como una “niña bien” venezolana, con la diferencia de que aquí, por ser amplios y parejeros, no nos molestan cosas como las que a usted obviamente le molestan. Si eso que usted dice no es fascismo, no sé lo que será…

Esa xenofobia clasista ha hecho mucho daño a lo largo de la Historia. 6 millones de judíos, por tan sólo mencionar un ejemplo, murieron por causa de muchas personas que pensaban como usted. Muchos adelantos de la Humanidad se lograron gracias a niños que, según usted, no han debido haber nacido.

Dígame, señora Palacios… ¿qué ha aprendido usted en su maestría de igualdad de géneros que entiendo cursa en la Universidad de Los Andes, una de las mejores de América Latina, por cierto? ¿Qué ha escrito en su libro sobre empoderamiento femenino, que sólo los ricos y bonitos deben multiplicarse?…

Su columna es vil. Su columna es falaz. Su columna es cruel. Porque usando una premisa cierta, que es la falta de educación y la ausencia de planificación familiar, usted da rienda suelta a su racismo y clasismo. ¡Y encima tiene el tupé de llamarnos “queridos”! Si así nos quiere, ¡cómo sería si nos odiara!…

Antes de terminar, quiero hacer mía una frase de un compatriota y colega suyo, Andrés G. Borges: “En el fondo, Claudia Palacios usa conceptos fascistas hoy aceptadísimos: que cada nuevo ser es útil en cuanto produzca riqueza. Que el Estado debe permanecer paupérrimo y chiquitico. Que uno decide sobre su vida sólo si tiene plata. Que sólo merecen ayuda los que no la necesitan”. Claro, ya saldrá usted a decir que eso es socialismo. No, señora Palacios. Es cuestión de simple humanidad.

Me despido recordándole que el hombre cuya vida dividió la Historia no nació en una clínica privada de Bogotá, ni de alguna ciudad de Estados Unidos, ni en Caracas… era hijo de un pobre carpintero y nació en un pesebre en un pueblo de Belén… Menos mal que usted no estaba allí para decirle a María que no se embarazara…