José Toro Hardy: La apertura petrolera: gestación

Venezuela atraviesa por la peor crisis económica de su historia. Una revolución, que ya se agotó, mantiene al país sumido en un grave trance político. Sufrimos la inflación más alta del mundo, en tanto que el PIB, en 2016, se contrajo, según algunos especialistas, entre 17% y 23%. El empobrecimiento de la población no tiene precedentes. Estudios de las universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y UCAB, muestran que 82% de los hogares se encuentra en situación de pobreza y 52% vive en pobreza extrema. Algunos indicadores sugieren que hoy somos más pobres que Haití. La escasez de alimentos y medicinas nos hunde en una crisis humanitaria.

La realidad, a no dudarlo, terminará por imponerse. Tenemos que empezar a planificar lo que habrá que hacer al día siguiente. Son muchos los ámbitos en los que se deberá actuar. Uno de ellos, tendrá que ser el sector petrolero.

Habrá que rescatar el pensamiento de dos grandes maestros como fueron Arturo Uslar Pietri y Juan Pablo Pérez Alfonzo. Uno nos dijo que había que sembrar el petróleo. El otro nos advirtió que el petróleo se transformaría en el excremento del diablo. Al final del día, ambos tuvieron razón: como no le hicimos caso al primero, se cumplieron los vaticinios del segundo.

Nutriéndonos de esas fuentes habrá que reconstruir nuestra industria petrolera con una visión diferente. El rentismo, esa peste que como nunca se exacerbó durante el actual régimen, deberá ser evitado. Inversiones y diversificación serán las metas. En las próximas entregas de esta serie sobre el petróleo nos permitiremos presentar varios planteamientos que podrían servir de orientación para el futuro. Pero antes se hace necesario analizar lo que se intentó en el pasado, para aprovechar los aciertos y evitar los errores.

En esta ocasión me referiré a un caso de excepcional interés: la apertura petrolera. Es importante estudiarla porque en un futuro cercano es probable que Venezuela tenga que recurrir a una apertura más audaz y diferente que la anterior.

Veamos cómo se gestó ese episodio fundamental de nuestra historia a petrolera:

Desde principios de la década de los noventa era evidente que el país necesitaba revitalizar ese sector para que pudiera aportar los recursos que se requerían. Además, después de la invasión de Saddam Hussein a Kuwait y la Guerra del Golfo, el mundo necesitaba con urgencia del petróleo venezolano. No estábamos, sin embargo, en condiciones de aumentar la producción porque carecíamos de los recursos para hacer las inversiones necesarias. Sufríamos una profunda crisis caracterizada en 1993 por una alta inflación y una recesión que en 1994 había arrasado con la mitad del sector financiero.

Como después de la nacionalización en 1975 no estaban claros los mecanismos legales para captar inversiones privadas al sector y el Estado no estaba en condiciones de hacerlas por sí solo, se optó primero por consultar a la Corte Suprema de Justicia. En una magistral ponencia de Román Duque Corredor se establecieron los mecanismos a través de los cuales se podían incorporar capitales privados, sin violar las disposiciones de la ley.

Esa sentencia abrió las puertas a la apertura petrolera. Aún así Pdvsa consideró que se trataba de un problema más político que jurídico y tomó la decisión de pedirle al Congreso Nacional que fijase las bases mínimas de negociación. Se abría así un inmenso debate a nivel nacional.

Partidarios y opositores de la apertura petrolera fijaron sus posiciones. No hubo una universidad en la que no se discutiera el tema. No hubo rincón del país, ni colegios de profesionales, ni cámaras de comercio y de industria, en los que el asunto no despertara encendidos debates. Los partidos políticos asumieron una participación protagónica. Se dictaron centenares de charlas. El petróleo toca profundos sentimientos nacionalistas y por ello organizaciones como Fundapatria, presidida por Luis Vallenilla, se oponían vísceralmente a la apertura, así como también lo hacían Hugo Chávez y sus seguidores, entre los cuales se destacaba Alí Rodríguez, quien presidía la Comisión de Energía y Minas de la Cámara de Diputados.

Pero las encuestas mostraban que 75% de la población estaba de acuerdo con la apertura. Finalmente el Congreso Nacional aprobó las bases mínimas de negociación que servirían a Pdvsa para abrir un proceso de licitaciones que fue reconocido por su transparencia y que despertó intenso interés en el mundo. Infinidad de empresas de todas partes concurrieron al proceso.

La apertura petrolera abarcó distintas fases que serán descritas en la próxima entrega de esta serie: Asociaciones Estratégicas para la Faja del Orinoco y el proyecto gasífero Cristóbal Colón; convenios operativos para la reactivación de campos marginales y proyectos de Exploración a Riesgo, bajo la figura de ganancias compartidas.

En conjunto implicaban inversiones de 65.000 millones de dólares que hubieran permitido incrementar la producción petrolera del país a casi 5,5 millones de barriles diarios. Hoy apenas producimos algo más de 2 millones.

Pdvsa sometió los contratos suscritos al Congreso para que este comprobara si se habían ajustado a las bases mínimas de negociación establecidas por el propio Parlamento.

Se cumplieron, pues, todos los extremos legales y a Venezuela se le abría un porvenir petrolero brillante. Las inversiones vinieron abundantes a estimular nuestro sector petrolero.

Lamentablemente estalló en ese momento una crisis en el sudeste asiático que, como efecto dominó, arrastró consigo a las economías de todos los países –los “tigres de papel”– de esa próspera región del planeta dieron lugar a una caída de 2 millones de barriles diarios en la demanda mundial esperada de petróleo, cuyos precios se desmoronaron y, en el momento más álgido, la cesta petrolera venezolana cayó a una cifra que apenas superaba los 7 dólares el barril.

El impacto en el panorama político venezolano fue profundo. El comandante y candidato Chávez –principal adversario de la apertura petrolera– subía en las encuestas al mismo ritmo que caían los precios del petróleo. Su popularidad, que en enero de 1998 se ubicaba en apenas 5%, subió como la espuma y en diciembre de ese mismo año ganó las elecciones con cerca de 55% de los votos.

Llegó así la revolución y arrasó con todo, empezando por Pdvsa que apenas es hoy una triste sombra de lo que fue. En algo más de tres lustros el régimen nos condujo a los dramáticos resultados que se mostraron al principio de este artículo.

Continuará…

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