Estamos en un ambiente pre-electoral, bueno en Venezuela eso es durante todo el año. Con el anuncio de elecciones de cualquier tipo comienza también la proliferación y aparición de candidatos todos con natural derecho y aspiraciones.
El gobierno a lo largo de estos 23 años a demostrado gran capacidad de organización, control, estrategia publicitaria y política que le han permitido mantenerse en el poder durante todo este periodo. Es indudable que su estrategia comunicacional ha sido muy bien elaborada y efectiva a la hora de llevar sus mensajes y propuestas al elector, un elector que es considerado masa, cifras absolutas o porcentuales y a lo que muchos llaman «pueblo».
La estrategia comunicacional del gobierno es simple, lucha de clases pobres contra ricos, aquellos que te negaron todo y son los responsables de tu tragedia socioeconómica, desentrañando de lo más profundo del ser humano un sentimiento tan pernicioso como es el resentimiento. Un discurso vacío sustentado en slogans y jingles que solo alimentan el populismo y la esperanza utópica de que el socialismo del siglo XXI nos hará iguales a todos. Un discurso que no explica el cómo, ni con que se llegará a esa utopía, generando en sus seguidores más fanatismo y revanchismo.
En resumen el discurso electoral del gobierno solo se preocupa en como ganar las próximas elecciones sin detenerse a pensar como se va a gobernar, el único objetivo es su permanencia en el poder a costa de sus seguidores»pueblo»,y Venezuela en general.
La oposición venezolana tiene años tratando de construir una narrativa capaz de llegar a esos estratos sociales populares que representa un buen porcentaje de votos y que le ha sido complicado acceder. La oposición en su intento por ganarle al gobierno se limita en describir los errores de éste y atacar incesantemente pero sin coherencia la acción del gobierno y sus personeros. En estos días de campaña es muy frecuente escuchar a dirigentes decir: hay que reconectar con el «pueblo» y sus necesidades. Nadie conoce mejor que el «ciudadano» sus necesidades, sus carencias y dificultades para sobrevivir en esta Venezuela desdibujada, en dónde cada quien anda en lo suyo buscando su sustento y el de su familia. La oposición debe terminar de entender que es necesario confrontar al gobierno en el mundo de las ideas , con propuestas y un plan de recuperación económica con desarrollo económico capaz de llevarnos nuevamente por las sendas del desarrollo. Al parecer el problema en construir este discurso es el costo político y que dirán, o de qué lo acusaran en las redes y sus laboratorios. En fin se debe elaborar un programa de gobierno potable, factible y ambicioso que le diga al venezolano que hay algo distinto al socialismo del siglo XXI, los dirigentes no pueden seguir actuando calculando el costo político para su imagen y decir con sinceridad y sin miedo, el sacrificio y esfuerzo que debemos hacer todos para sacar a Venezuela del tremedal o atolladero que nos han sumergido durante tanto tiempo.
El venezolano espera de su dirigencia política una respuesta, un mensaje de esperanza no un mesías o una fantasía irreal y transnochada como la que vende el gobierno. El venezolano espera y debe ser tratado como «ciudadano» miembro, actor y agente de cambio para el desarrollo económico, que no quiere vivir de dádivas a expensas de las decisiones de su benefactor, es hora de hacer pedagogía política y dejar de lado el populismo electoral que pretende seguir tratándonos como masa, como cifras, simples electores. Es el momento de las propuestas, de los consensos, la consulta y dirección de quienes no temen a las redes sino a su conciencia. Ahora que estamos en un nuevo proceso electoral es tiempo de darle su justo valor y responsabilidad al «ciudadano» tanto en la toma de decisiones como la ejecución de las políticas públicas.
Por algo se debe empezar y que mejor inicio que darle el justo valor a la palabra «Ciudadano».
Politólogo HUMBERTO CARMONA [email protected]