Observando debates políticos alrededor del mundo, vino a mi mente un escenario que, aunque sucede en otro contexto, se asemeja bastante.
Una vez una rata de laboratorio le explicaba a otra rata el comportamiento del experimentador con estas palabras:
“Tengo tan amaestrado a este hombre que cada vez que oprimo esta palanca me trae comida.”
Evidentemente, en la rutina habitual científico-rata crearon una secuencia de estímulo-reacción, pero, la rata contempla una regularidad distinta de la del científico . Para éste, la rata oprime la palanca como una reacción que el animal ha aprendido en respuesta a un estímulo que le ha sido dado inmediatamente antes. Pero tal como la rata ve las cosas (su realidad), cuando oprime la palanca produce un estímulo sobre el científico, al que éste responde con la aprendida reacción de suministrarle comida.
Aunque ambos evidentemente contemplan los mismos hechos, es también evidente que atribuyen un significado diverso y son, por tanto, para ellos, al pie de la letra, dos realidades distintas.
Fuera de los laboratorios, los políticos han sabido de manera sutil ejercer el papel del experimentador y el ciudadano común lleva años ejecutando el rol del animal.
Hacen promesas de mejoras y estos reaccionan otorgándoles el voto.
Lo irónico es que las ratas suelen ser ellos.