Gregory Carreño, uno de los fundadores de nuestro Sistema Nacional de Orquestas y Coros de Venezuela, había sido seleccionado por el Maestro José Antonio Abreu para que fuera el Director Artístico. Pero Carreño sufrió un aparatoso accidente automovilístico en 1996. Tan grave estaba que no se sabía si sobreviviría. Luego se supo que iba a vivir, pero no estaba claro el pronóstico, pues tenía fracturas en la columna a nivel cervical y lumbar. Había que buscar otro director. El Maestro Abreu empezó a viajar por todo el país visitando los núcleos. No iba a ser fácil sustituir a un músico como Gregory.
Estando en Barquisimeto sucedió algo maravilloso: una mañana que la orquesta de Lara tenía ensayo, su director, Luis Jiménez, se retrasó. Uno de los violinistas decidió ocupar su lugar mientras el profesor llegaba. El Maestro Abreu se quedó en la puerta del salón viendo la escena: no sólo era inspiradora la forma en que aquel joven de quince años dirigía la orquesta… era su arte innato para entender, aprehender y transmitir la música. Estaba ante un talento único. José Antonio Abreu llamó a su hermana Betty Abreu de Di Polo y le dijo: “Ya tengo el director para la Orquesta Infantil… y si sigue así, será el Director Artístico de la Fundación (en aquel momento El Sistema se llamaba Fesnojiv)”. El nombre de ese joven es Gustavo Dudamel y el resto es historia.
Desde aquel momento comenzó su preparación para ser el Director Artístico de la Orquesta Nacional Infantil. Pero el Maestro Abreu, cuyo norte siempre fue la excelencia -y así se lo transmitió a sus muchachos- lo quería para mucho más que la Orquesta Infantil.
Recuerdo la primera vez que vi dirigir a Gustavo: fue en la Sala José Félix Ribas del Teresa Carreño, en un concierto para Adriano y Marina Benedetti, embajadores de Italia en Venezuela. Escribí sobre aquel memorable concierto y palabras más, palabras menos, dije: “Me sorprendió el joven director Gustavo Dudamel… ¡qué bien dirige Dudamel!”. El magnetismo que aplaude todo el mundo era ya obvio en aquel momento.
Hoy Gustavo recibe un nuevo reconocimiento en su ascendente carrera: el nombramiento como Director Musical de la Ópera de París. Es el segundo venezolano en asumir tan importante cargo, el primero fue Reynaldo Hahn.
Alexander Neef, el director general de la Ópera de París, estaba exultante de la felicidad y sin ocultar su emoción, dijo: “Dudamel es uno de los directores más talentosos y prestigiosos del mundo”. Y tiene razón: desde 2009 está frente a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, donde tiene contrato hasta 2026. Ha dirigido las mejores orquestas del mundo, incluyendo el celebradísimo concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena en 2017, honor que se les otorga a los óptimos entre los mejores. Recientemente terminó de dirigir ópera en el Liceu de Barcelona, donde durante un ensayo recibió la noticia de que había ganado otro premio Grammy.
Para mí, que lo conozco bien, el rasgo más importante de Gustavo es su humildad. No tiene aires ni poses de divo: para todos tiene una palabra amable y una sonrisa luminosa. Por eso celebro este nuevo triunfo de su carrera musical. Entre tantas cosas malas, una buena noticia. Una excelente noticia. Una maravillosa noticia.
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