Cuando yo era una adolescente, por allá en 1973, hubo una película que sacudió al grupo completo de mis amigos. Se llamaba “Cuando el destino nos alcance” (Soylent Green) y trataba de una catástrofe ecológica que sucedería en el año… 2022.
La causa era la sobrepoblación y la consecuencia, la escasez de alimentos. La gente apenas comía unas especies de galletas llamadas “Soylent rojo” y “Soylent amarillo”. Las carnes y vegetales que quedaban –muy escasas- eran para las élites… nada novedoso, ciertamente.
La empresa Soylent anunció entonces que sacaría un nuevo producto, el “Soylent verde”, hecho con plancton. Pero los océanos estaban muriendo y ya no había plancton. El héroe de la película era Charlton Heston, quien descubrió que el fulano “Soylent verde” era hecho a partir de humanos, en su mayoría personas de edad avanzada que voluntariamente iban a morir al “Hogar”, donde les ponían películas de cuando la Tierra era verde y hermosa, y música para acompañarlos en su tránsito al otro mundo y luego sus cuerpos eran utilizados por la compañía para fabricar la comida.
Traigo a colación este espantoso recuerdo porque leí que el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, dijo que los abuelos como él debían morir para que el coronavirus no afectara la economía de los Estados Unidos. Caramba… La edad no es jamás un obstáculo para ser generador de bienestar. No voy a nombrar a contemporáneos para no caer en la injusticia de no mencionar a quienes merecen ser mencionados. Pero Platón, Emanuel Kant, Giuseppe Verdi, Leon Tolstoi, Carlos Finlay, Francisco de Goya, Santiago Ramón y Cajal, Victor Hugo, Henri Matisse, Andrés Bello, Salvador Dalí, Susan B. Anthony, Charles Chaplin, Albert Schweitzer, Konrad Adenauer, Winston Churchill, Pablo Picasso y Pablo Casals a los ochenta años estaban lúcidos y haciendo bien a la Humanidad.
Yo puedo pensar en una larga lista de inútiles, malvados, escorias humanas que si acaso llegan a los cincuenta años y que harían de nuestro planeta un lugar infinitamente más feliz si decidieran sacrificarse. Pero por supuesto, no lo harán.
El coronavirus es mucho más peligroso de lo que se pensó originalmente y en países como el nuestro, donde la información oficial es falsa y no existen las prevenciones que deberían tenerse en un caso así, el saldo puede ser muy trágico. Con la mayoría de los habitantes en estado de desnutrición; con enfermedades redivivas como la malaria, el paludismo y el Chagas, no hay muchas defensas a la hora de enfermarnos. El destino, como el nombre de la película, nos habrá alcanzado sin que podamos hacer nada por evitarlo… salvo quedarnos en casa…
@cjaimesb