Capriles: El cambio es una tendencia irreversible…

Está por terminar el mes de septiembre y el gobierno mantiene la estrategia del avestruz -con la cabeza bajo tierra- ante los severos problemas que golpean a los venezolanos.

Hace un par de meses, nosotros presentamos acciones económicas al país hasta diciembre, no significaba una propuesta a largo plazo, sino medidas a tomar de manera inmediata, y que de haberse realizado hubieran permitido que el país frenara la crisis y empezara un nuevo proceso de reconstrucción.

Contrario a ello, vemos un gobierno ausente, que no mueve un dedo para atajar la abierta caída que sufre nuestra Venezuela. Está de espaldas a la angustiante realidad que aflige a todos los venezolanos, como si viviese en un mundo distante.

La inflación se ha desbocado, la carestía y la escasez de alimentos, de medicinas y productos de aseo personal no puede ocultarse, por muchos cuentos que nos echen los voceros del gobierno a través de su aparato de propaganda y de los medios de comunicación que le siguen en comparsa.

No hay comida, no hay medicamentos, no hay reactivos para los exámenes de laboratorio, los ambulatorios en las zonas populares están cerrados y los hospitales se declaran en cierre técnico, al igual que las Universidades. No hay cemento ni cabillas, 70% del transporte público está afectado por falta de repuestos, tampoco hay cauchos para los vehículos y los conductores deben registrarse y esperar días para comprar una batería para sus vehículos. Comenzaron las clases y ¿qué ha pasado? La mayoría de nuestros niños y jóvenes no se han incorporado porque sus padres no han podido comprar sus uniformes y útiles… El país está paralizado debido a las malas decisiones del gobierno.

A mediados de año, instamos al gobierno a cobrar las cuentas que otros países tienen con Pdvsa por la entrega de petróleo en condiciones preferenciales, y que aún así no han pagado. Insistimos en utilizar los préstamos que entran al país adecuadamente y establecer prioridades claras. Propusimos crear con esos recursos un fondo de 250 millones de dólares para atender el regreso a clases de 9 millones de estudiantes de los sectores de la población más golpeados por la crisis y disponer de unos 2 mil millones de dólares para aumentar en 50% el salario de todos los trabajadores, para ayudarlos a mejorar su capacidad adquisitiva en el corto plazo.

¿Qué han hecho, fuera de cruzarse de brazos? Pues ni más ni menos que comprometer la disminuida renta petrolera con la compra de equipos bélicos a Rusia. No hay dinero para activar el programa de alimentación escolar nacional, no hay dinero para dar el vasito de leche a los niños, pero sí lo hay para pagar aviones, tanquetas y fusiles. ¡Este gobierno, definitivamente, perdió la brújula!

Todo este cuadro de dantesca indefensión sucede frente a las narices de estos gobernantes que se dicen humanistas y hablan en nombre del pueblo con la barriga llena, muy cómodos desde un estudio de televisión, mientras los venezolanos se calan horas en una cola para comprar dos paquetes de harina.

A ellos nada los saca de su libreto. Para ellos, la escasez y la ausencia de producción nacional no tiene nada que ver con las más de 4 millones de hectáreas productivas que fueron confiscadas a sus dueños, con el millar de empresas expropiadas, ni las 293 empresas y 14 conglomerados de producción actualmente paralizados y a la espera de la asignación de dólares para adquirir sus materias primas.

¡No! Para el dúo Nicolás-Cabello y su cúpula que los acompaña, la culpa es de la guerra económica, anteriormente, ideada por el imperio; en las últimas semanas, por los bachaqueros colombianos… Y ahora que cerraron las fronteras por Táchira, por Zulia, por Apure y por Amazonas, hay que preguntarse: ¿Volvieron los alimentos? ¿Se acabaron las colas? ¿Se recuperó el valor del bolívar?

El cierre de la frontera con Colombia es un pésimo show que le está costando a Venezuela más hambre, pues no están ingresando los alimentos que venían del vecino país, más cierre de empresas que contratan trabajadores en las zonas limítrofes, menores ingresos al Seniat por pago de impuestos, mayores penurias para la población de los municipios bajo estado de excepción.

Nuestro pueblo demanda acciones urgentes para evitar la inminente crisis humanitaria que se nos viene encima, pero hay tanta soberbia en el gobierno, que no le importa llevarse el país por delante con tal de mantenerse en el poder, de insistir en aplicar un modelo que ha devastado un sistema económico que ciertamente tenía imperfecciones y debía ser mejorado, pero que proveía a los venezolanos de sus alimentos, medicinas y demás productos de primera necesidad sin someterlos a las colas y a los números tatuados en los brazos para ingresar a los supermercados como si fuesen ganado. ¡Cuánta humillación nos da este gobierno!

Todas son razones para el descontento que hoy se siente en la calle. Una reciente encuesta revela que 87,9% de los venezolanos afirma que la verdadera guerra económica la tienen en el bolsillo, que no les da para comprar la canasta alimentaria que superó los 50.000 bolívares en agosto.

La solución para la crisis que estamos viviendo la tenemos en nuestras manos. Por encima de los obstáculos que nos pongan, por muchas trabas que se inventen, en nosotros está la fuerza para cambiar a nuestra Venezuela.

Es hora de creer en nosotros mismos como venezolanos. Es hora de vencer los miedos que desde el gobierno quieren hacernos sentir y salir a la calle a convencer a nuestros vecinos y convertir el 6 de diciembre en ese primer paso que necesitamos hacia la construcción de la Venezuela del progreso.

Yo creo en nuestra Venezuela, yo creo en los venezolanos. Juntos superaremos las dificultades que nos pongan, y juntos comenzaremos a reconstruir a este país que es nuestro, que es de todos. Nuestra Venezuela bien lo vale ¡Dios los bendiga!