La polarización terminó convirtiendo todo en parte del conflicto. O se estaba con el gobierno o se estaba con la oposición. Nada al margen.
El Gobierno, de inspiración fuertemente militarista, todo lo planificó como una guerra de posiciones.
Los urbanismos de misión vivienda se colocaron como avanzadas de «leales proletarios» en zonas urbanas «escuálido burguesas».
En la visión ingenua, chavista militar, de la lucha de clases, los delincuentes aparecen más cerca de la «revolución» que de las fuerzas opositoras. De allí las negociaciones relacionadas con las Zonas de Paz y la filtración de armamento a los líderes de bandas delincuenciales: Para que defendieran la Revolución a cambio de «ciertas libertades de acción».
Rodríguez Torres intentó detener esa política… Y aún está preso.
Lo que pasa es que este gobierno, no ha leído a Marx y su opinión sobre el Lumpen Proletariado. Nunca estarán al lado de ningún proyecto que no sea el de sus propios intereses.
Los jefes de banda, toman autonomía y se fortalecen en Zonas a las que NO TIENEN ACCESO LOS CUERPOS REPRESIVOS.
La represión concentra el fuego contra los «delitos de opinión», contra la movilización con fines Políticos… Crece el maniqueísmo.
Ahora cada baja entre las bandas, cada intento de ingreso a las «Zonas Liberadas» por el Hampa es reprimida por la banda con esos tiroteos periódicos. Es decir, fin de mundo, el Hampa reprime al Estado. Que paradójicamente, no está en capacidad militar ni de inteligencia para RESPONDER.
Ahora, sigue el juego maniqueo, el gobierno no tiene más opción que presentar a las bandas como un fenómeno financiado por la oposición extrema.
Lo que queda clarísimo es que (en este juego en el que lo que pasa, las dificultades que viven los ciudadanos no son tan importante como lo que «parece», lo que dice la propaganda) vamos directo a la disolución del Estado.
Reconstruir la institucionalidad ya no es un discurso político, el país, cómo está NO le sirve a nadie. Lo padecemos todos, unos más y otros menos. Cualquiera puede ser la próxima víctima.
La renuncia al monopolio de la violencia es el reconocimiento de la disolución del Estado.