El país se enfrenta a una clase política gobernante atrincherada al poder, dramáticamente dogmática, que abjura de la negociación, y que sólo recurre a ella si necesita ganar tiempo o especular con las circunstancias. La inflación y la escasez, así como el hampa, se le escaparon al PSUV de las manos, y tal circunstancia es irreversible
ALONSO MOLEIRO / @amoleiro / TalCual
Si nos atenemos a que el desarrollo de la historia política en curso se inició en 1999, que tantos malestares y desajustes ha producido, hoy podríamos afirmar que la historia de la pugna entre el chavismo y la sociedad democrática por el control del poder, con todos sus hitos los de 2002, 2006, 2009, 2012 y 2013 está llegando hoy a su momento culminante. No necesariamente, todavía, a su capítulo final, pero, luego de tanto sufrimiento y tanta incertidumbre, sí a su etapa decisiva.
No pretendo afirmar, en modo alguno, que la transición política en Venezuela, de llegar ésta a concretarse, tendrá lugar entre acuerdos exquisitos y melindres institucionales desprovistos de tensiones.
La transición puede que se abra paso en medio de un escenario económico y social apocalíptico, y la concreción de sus pasos, todos necesarios para recuperar la democracia, no garantiza, por ley de gravedad, resultados inmediatos o mediatos.
El país se enfrenta a una clase política gobernante atrincherada al poder, dramáticamente dogmática, que abjura de la negociación, y que sólo recurre a ella si necesita ganar tiempo o especular con las circunstancias.
Lo que nadie puede discutir, por mucho que haya gente que aún no lo quiera ver, es que, por sí solas, muchas cosas en Venezuela, muchas tendencias echadas a andar por Chávez desde que comenzó este siglo, entraron en su fase de desenlace.
Desde el año pasado Venezuela está metida en una tormentosa crisis económica que los medios de comunicación chavistas disimulan, de forma por demás terriblemente inmoral.
El entorno económico ha precipitado un caos social y una neurosis colectiva no canalizada, expresada en los inquietantes disturbios de estos días.
Tal circunstancia no va a mejorar con ninguna maniobra administrativa o decisión legal. Por el contrario: mientras este sea el gobierno de Venezuela, se consolidará y empeorará.
Es decir: en Venezuela ya nadie puede hacerse preguntas de carácter socrático del tipo “en qué irá a parar esto”. El desenlace del chavismo, 16 años después, pasado el remojo de sus éxitos electorales, e incluso con los logros que pueda tener, está a la vista. Es el infernal entorno venezolano actual que hoy padecemos, y que padecen, también, los chavistas.
La inflación y la escasez, así como el hampa, se le escaparon al PSUV de las manos, y tal circunstancia es irreversible. El alto gobierno sabe que tiene que tomar decisiones económicas que no está dispuesto a asumir, entre otras cosas porque no cree en ellas.
El tablero de la economía se descontrola por completo; el estallido de la crisis guarda relación directa con los equivocados fundamentos y la administración deshonesta del gobierno chavista, que entonces se empeña en imponer un estado general de silencio y de acosar a medios para salvaguardar sus intereses.
En el poder todavía, pero hundido hasta la cintura en el pantano de su propia crisis, los chavistas se enfrentan, de verdad, por primera vez, a la eventualidad cierta de salir trasquilados en estas elecciones.
Por lo menos, nada de raro tendría que esto sucediera. Mientras tanto, la cotidianidad de todos los venezolanos, de todos, se dinamita en medio de la ausencia de conducción.
Es muy difícil saber qué sucederá. Lo que sí luce cuesta arriba es suponer que, en enero, luego de las elecciones, y del entorno político que estas traen consigo, no haya sucedido nada.
El riesgo que enfrenta el chavismo no estriba exactamente en que perderá poder (que en parte lo perderá). En el dramático episodio que se aproxima en diciembre, lo que el país podría presenciar es la erosión y enanización definitiva de este movimiento. Su achicamiento, su pérdida de influencia en la vida del país. El 2016 podría ingresar entre nosotros con otro cantar.