Señoras y señores CARTA A CARACAS

Caracas

Queridos caraqueños:

Desde Lugar Común, desde el Lugar Común Caracas, quiero decirles que la ciudad no está perdida. Y que si nos sentimos extraviados, deberíamos entonces convertirnos en los más audaces expedicionarios, en los más tozudos exploradores para dar no solo con café o harina pan sino para encontrarnos en la avidez, hallar nuestra raíz y sus encantos.

Sugiero conformar brigadas de impenitentes buscones del sueño de ciudadanía, de convivencia, de paz. Caracas está, y no se imaginan cuánto. Está en las voces de los que en San Agustín enlazan arte con cotidianidad. Está en el Casco Histórico de Petare y en las 25 casas patrimoniales, decimonónicas y orondas de helechos, habitadas con amor inamovible. Está en la resistencia de los que todavía sonríen. En los solitarios y conmovedores brotes verdes de la calle desportillada y agrietada, en las 22 quebradas embauladas y equidistantes que ojalá un día vuelvan a ser riachuelos de agua clara, con rumores no de golpes y porrazos sino de buenas nuevas.

Por Faitha Nahmens | Ideas de Babel

Caracas está en el horror que debemos vencer, en las cifras rojas que hay que detener, en la fuerza de cada regazo descotado y con silicón. Nuestra compartida dirección, ciudad con forma de Caballo, clima aun benigno políticamente enrarecido, cabeza de playa de Suramérica, el mar del otro lado de la montaña protectora que nos abraza, esa dama de verde acostada de frondosas caderas, tetas y curvas llamada Avila es el escenario de nuestros amores y devaneos, del encuentro y la conciliación. Aquí estamos, y aquí somos. Y aquí la vida tiene que se, más que una riesgosa opción. Caracas merece confianza, nos la merecemos. No más el dolor del perversamente llamado gatillo alegre, yo voto por el jabillo alegre, el árbol que puya y rompe la acera, revienta el corsé de cemento, porque quiere aire, igual que nosotros. Jabillo querido de raíces al sol, jabillo exhibicionista que sin pudor revelas lo que en el fondo somos, poco reservados, amantes de la superficie.

Caracas útero, Caracas mall, Caracas ciudad de despedidas, Caracas la rebelde, que no se doblegó a la primera, ni a la segunda, fue el tercer conquistador quien pudo con ella, cree Losada, debe conquistarse a sí misma. Y tenemos que atender su llamado si es que disfrutamos del gentilicio, es hermoso, ca-ra-que-ño, es risueño. Caracas, lo dice un estudio de mercado, es una mujer divorciada abandonada por el esposo, tiene dos hijos que demandan atención. Esa mujer se faja. Trabaja y lleva tacones, a lo mejor prótesis, sin duda una ilusión. Fue esplendorosa, tuvo buenos días, buenos años, y puede volver a tenerlos. Seamos no su botox, démosle nuestro voto.

Caracas no siempre se atascó entre Muerto y Miseria, también fue esquina del Chorro, chorro de petróleo para obras colosales, el Helicoide, el Humboldt, el Teresa, y seguro recordamos que se enseñoreó en Glorieta. Pero ahora ¿tenemos que buscarla en Traposos? Propongo Amadores. Sus Amadores tenemos que ser. Amadores en sana paz. Amadores ya, no tenemos que esperar por nadie, más bien deberíamos convocar en su nombre, el tiempo apremia. Ser caraqueño bueno es asunto de cada día, de hoy, de esta tarde, de siempre.

Ciudad de los hechos rojos y del Guaire en eterna zozobra. Si México le dedicara una peli con rancheras la interpretaría Dolores del Río, Caracas es lo que somos, lo que decidimos, más un cielo regalón, más unos pájaros que nos recuerdan que los colores son muchos, no uno solo, no el blanco y negro, es también una mesa deliciosa que nos puso Scannone y una pléyade de cocineros que apuestan a la mezcla de sabores, a la sazón. Caracas es murallas chinas, miedo y cerrojo, la perseguidera de unos muertos ojos, pero también vecinos con arrojo, ruptura y costura, acupuntura sanadora en el barrio y nuestras ganas de coser.

Caracas es la música de sus eternos cantores, es salsa y merenguito, recuerdos de retreta y un reloj en Catedral, cuyas primeras cuatro campanadas son el comienzo del valse Mañanita Caraqueña. Es pena y es gloria, es el Parque la Carlota que anhelamos, es olor a plátano frito y pasarela permanente de la coquetería con tumbao, con tongoneo también musical y es mi amor sostenido mayor, con bemoles, y cantata criolla. Caracas es la calle solitaria y el frenesí del ir y venir, es la primera ciudad donde llegó la alta costura francesa, gracias a Dior, y es pionera de la pimienta, quién puede dudarlo, cuna de gente que amó la libertad e imán para los que la han buscado, territorio donde nació el nuevo periodismo, como decía Tomás Eloy Martínez, y de fajados desconocidos que ya abrazaremos.

Caracas que da y quita, arisca y bonita, les propongo amarla, en las buenas y en las malas, de Catia a Petare, de ya hasta siempre. Garita inaudita de Afrodita bendita, su más fiel urbanita.

LP