La transición energética en Colombia es un proceso complejo que enfrenta desafíos significativos, pero también presenta grandes oportunidades para el país.
El Presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha hecho muchas promesas desde su llegada. Entre ellas está la reducción de la pobreza y la desigualdad social, pero una que sobresale entre todas es la de conducir al país hacia fuentes energéticas más limpias.
Sin embargo, la primera pregunta que surge es por dónde empezar. Pues bien, para Petro, ese camino parece estar claro: dejar de «extraer petróleo, carbón y gas», declaraba recientemente ante el Foro Indígena de las Naciones Unidas.
Dicho anuncio llevó a la exministra de Minas y Energía, Irene Vélez, a declarar que no se firmarán nuevos contratos de exploración y producción de hidrocarburos.
También desembocó en el lanzamiento de un audaz programa de reforma tributaria, caracterizado por el aumento de los impuestos a los sectores de altos ingresos y a las industrias como las petroleras.
Más dinero en manos de Petro
Pero… ¿Qué implicaciones tiene abandonar la era fósil para la economía de Colombia? De acuerdo con la consultora Wood Mackenzie, el sector de los combustibles fósiles es más importante de lo que se cree.
En efecto, los hidrocarburos, incluido el carbón, constituyen la principal fuente de ingresos del país. Y, al igual que otras economías emergentes, el país se enfrenta a ambiciones de crecimiento económico y a retos de larga data, como el aumento de la deuda.
De hecho, Wood Mackenzie calcula que la nueva reforma tributaria tendrá el efecto inmediato de poner más dinero en manos del gobierno de Petro, unos 15.000 millones de dólares en la próxima década para ser exactos.
¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo?
Colombia podría perder terreno frente a sus homólogos regionales al perder atractivo la inversión.
Con las nuevas reformas tributarias de Colombia, la recaudación pública promedio de los proyectos de petróleo y gas aumentará hasta un total de 15.000 millones de dólares en los próximos diez años.
Por lo tanto, el flujo de caja neto promedio de las empresas caerá un 26%.
Dicho de otro modo, se trata de un duro golpe a la competitividad fiscal del país, que obligará a las petroleras a reconsiderar sus estrategias.
Por ejemplo, las empresas de exploración y producción podrían buscar nuevas inversiones en otros países de la región, como Guyana, Surinam y Trinidad y Tobago.
De hecho, en este punto, un análisis de la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP) considera que las compañías privadas de exploración registrarán una caída del 33% en sus inversiones.
Esto ocurre en un momento en que la producción de hidrocarburos de Colombia está en declive y cuando se necesitan fondos para sostener el cambio hacia la transición energética.
¿Qué proyectos se verán más afectados?
Todas las empresas petroleras y gasistas se verán afectadas por la nueva política tributaria. Pero los yacimientos maduros serán los más perjudicados, sobre todo los más pequeños, con una producción modesta y una rentabilidad marginal.
A corto plazo, Wood Mackenzie espera que no cambien las estrategias para estos yacimientos, pero sí opina que es probable que se reconsideren las inversiones a largo plazo.
¿Tendrá éxito la transición energética de Colombia?
Entonces, ¿podría la administración de Petro lograr ese plan tan ansiado de abandonar los combustibles fósiles en favor de fuentes como las energías renovables?
Un objetivo clave de los ambiciosos planes en materia tributaria es acelerar la transición energética del país y reducir la dependencia de los recursos naturales.
El aumento de los impuestos a la industria de los combustibles fósiles tiene como objetivo facilitar el cambio hacia energías más limpias.
Sin embargo, el sector exportador del país depende en gran medida del crudo y el carbón para sus ingresos.
Ahora bien, con estas industrias en declive y la actual inestabilidad macroeconómica, es crucial que se exploren fuentes alternativas de ingresos.
Así pues, el gobierno de Petro se enfrenta al difícil reto de equilibrar las nuevas políticas y objetivos de la transición energética con la necesidad de mantener el flujo de ingresos.
En conclusión, la transición energética en Colombia es un proceso complejo que enfrenta desafíos significativos, pero también presenta grandes oportunidades para el país.
Sin embargo, es necesario abordar los retos que presenta la transición y trabajar juntos para lograr una de manera justa y sostenible hacia un futuro más limpio y seguro.