Miles de personas hicieron sonar sus cacerolas este sábado en Santiago y otras ciudades de Chile, como muestra del masivo descontento social un día después de la furiosas protestas que dejaron inutilizado al Metro de Santiago y obligaron al gobierno a sacar a los militares a la calle por primera vez en democracia.
En el centro de Santiago y comunas de clase media como Ñuñoa, Providencia y Maipú, los vecinos salieron a la calle para hacer sonar ollas y sartenes, en una forma de protesta social que surgió en Chile en la década de los 70, en otro momento de efervescencia social que desembocó en el golpe de Estado de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973.
En otras regiones y ciudades como Valparaíoso y Viña del Mar también hubo protestas con miles de personas gritando consignas contra el gobierno del derechista Sebastián Piñera pero sin provocar mayores desórdenes.
En la céntrica Plaza Italia de Santiago -epicentro de las violentas manifestaciones desatadas por el anuncio del precio del pasaje del Metro- estaba resguardada por un fuerte contingente de las fuerzas especiales. La Policía disolvió un pequeño grupo de manifestantes con chorros de agua. La escena se repitió frente al palacio presidencial de La Moneda.
Tras la furia del viernes, el centro de Santiago exhibía grandes destrozos, con toneladas de basura y restos de varios autobuses del transporte público y de bicicletas de uso compartido completamente calcinados en las calles.
«Es triste pero esta destrucción fue la manera que tuvo la gente para que la escuchen. Chile era una olla a presión y estalló así de la peor manera, porque nos dejaron sin Metro», comentó a la AFP María, una empleada estatal que esperaba tomar un autobús.
Los militares, que patrullaban algunos puntos de Santiago pero no se divisaba su presencia frente al palacio presidencial, quedaron a cargo de la seguridad -inicialmente por 15 días- tras el «Estado de Emergencia» decretado pasada la medianoche por Piñera, quien sacó las tropas a las calles por primera vez desde el retorno de la democracia (1990) por protestas sociales.
El general a cargo, Javier Iturriaga, dijo que unos 500 militares están en las calles, resguardando la seguridad tras los saqueos, enfrentamientos e incendios se sucedieron en varios puntos el viernes.
«Hoy en la mañana la ciudad se ve en calma», afirmó el jefe militar.
– Un día de furia –
Convocados inicialmente por redes sociales bajo la consigna #EvasionMasivaTodoElDia, en rechazo al alza de 800 a 830 pesos (unos 1,17 dólares) en el pasaje del metro en horario punta, principalmente estudiantes se congregaron para derribar las rejas de acceso y saltar los torniquetes del ferrocarril metropolitano.
Con el correr de las horas, que reveló un descontento social mucho más generalizado, la violencia derivó en un caos en toda la ciudad, con violentos incidentes que se saldaron con 308 detenidos, 156 policías heridos y 11 denuncias de civiles heridos.
Pero la mayor afectación la sufrió el metro: 41 de sus estaciones fueron destruidas, algunas de ellas quedaron completamente quemadas.
Con casi 140 km, el metro es el de mayor extensión de Sudamérica y motivo de orgullo para los chilenos. Es el eje central del transporte público, con tres millones de pasajeros -de los siete millones de habitantes de la capital- diarios.
El sistema permanecerá cerrado este sábado y domingo y las autoridades no saben cuándo volverá a estar completamente operativo.
– ¿Oasis? –
La masiva protesta tomó por sorpresa al gobierno de Piñera, que sólo días antes había afirmado que Chile era una especie de «oasis» en la región, por su estabilidad política y económica.
Con el ingreso per cápita más alto de América Latina (más de 20.000 dólares), un crecimiento estimado para este año de 2,5% del PIB (por encima del promedio regional) y una inflación bajo el rango meta (2%), el malestar en la sociedad chilena creció a la par de sucesivas alzas en los costos de la salud y la electricidad, las bajas pensiones y una crónica -y elevada- desigualdad social.
En este escenario, el aumento en el valor del pasaje de metro en horario punta (3,75%) encendió la llama en una sociedad que mayoritariamente permanecía dormida y con aversión a la violencia tras la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que dejó más de 3.200 muertos y desaparecidos.
Pero los más jóvenes no cargan con ese trauma y son los que empujan ahora las protestas, coordinados en las redes sociales.
«Las redes sociales a mi juicio explican la coordinación y la sincronía de las acciones de destrucción de infraestructura que se produjeron ayer (viernes) de forma muy sincronizada y que fueron prácticamente imposibles de ser detectadas», explicó a la AFP el analista de la Universidad de Santiago Marcelo Mella.
La «perplejidad y el aturdimiento, la sorpresa del gobierno frente a esta explosión social nos tiene que hacer reflexionar por la calidad de los organismos de inteligencia; la sensación es que el gobierno tuvo una reacción demasiado lenta», agregó Mella.