Con sus fuegos artificiales y la tradición de vestirse de blanco, Río de Janeiro volvió este viernes a celebrar su fiesta de fin de año en la playa de Copacabana, aunque con menos público debido a la lluvia y las restricciones por la pandemia.
Donde normalmente habría una multitud regada a alcohol y música, grupos dispersos de turistas brasileños y extranjeros paseaban por la rambla de Copacabana horas antes de la medianoche bajo una llovizna intermitente.
«Pensábamos que estaría lleno, pero no», dijo a la AFP el periodista Bruno Favacho, 37, que viajó desde la ciudad de Belém (Pará, norte de Brasil) junto a un grupo de 50 familiares y amigos para recibir el nuevo año.
«Queremos tomarnos buenas fotos y llevarnos un buen recuerdo de la ‘cidade maravilhosa'», añadió, satisfecho con la exigencia del pase sanitario en los hoteles y otros establecimientos de la ciudad.
La expectativa del sector hotelero es de una ocupación cercana al 100% el fin de semana.
Pero ante la llegada de la variante ómicron, las autoridades tomaron una serie de medidas para reducir las aglomeraciones en Copacabana, como la cancelación de los shows musicales, el cierre del metro, la prohibición de circulación de coches después de cierto horario y el desvío de ómnibus provenientes de otros barrios.
El resultado fue una imagen muy distante al último ‘Reveillon’, a inicios de 2020, cuando un récord de casi tres millones de personas colmó la playa de punta a punta.
La fiesta del año pasado fue cancelada debido a la pandemia.
Un 2022 de «besos y abrazos»
A media noche, 14 toneladas de pirotecnia fueron accionadas desde diez balsas dispuestas en el mar, que iluminaron el cielo de Río por 16 minutos.
La ciudad quemó fuegos en otros nueve puntos de la urbe, alentando al público a acudir al más cercano para evitar aglomeraciones.