La revista del Vaticano para mujeres denunció los abusos sexuales contra monjas cometidos por sacerdotes y el consiguiente “escándalo” de las religiosas que debieron abortar o dar a luz a niños cuyos padres no reconocen.
La edición de febrero de “Mujer Iglesia Mundo”, una revista mensual distribuida con el periódico vaticano L’Osservatore Romano, y que se ha publicado este viernes mencionó el análisis del papa Francisco sobre los abusos al afirmar que el poder clerical es la raíz del problema.
Agregó que las monjas han callado durante años por miedo a las represalias contra ellas mismas o sus órdenes si denunciaban a los curas abusadores.
En los años 90 se presentaron informes de las religiosas a funcionarios del Vaticano acerca de los abusos sexuales contra monjas por parte de sacerdotes en África.
La publicación significa un notable reconocimiento público desde el interior del Vaticano de un problema que la Santa Sede conoce desde hace tiempo, pero que ha hecho poco o nada por enfrentar.
El año pasado, después que The Associated Press y otros medios informaron sobre el escándalo, la asociación internacional de órdenes religiosas de mujeres exhortó a las hermanas a denunciar los abusos a sus superiores y a la policía, rompiendo el silencio que durante muchos años ha ocultado el problema.
En su artículo, la directora de la revista, Lucetta Scaraffia, observa que durante siglos las mujeres en la Iglesia han sido presentadas como “peligrosas y seductoras”, lo que ha significado un impedimento para que la jerarquía católica reconozca que pueden ser víctimas de insinuaciones sexuales indeseadas por parte de los sacerdotes.
El papa Francisco agradeció a los periodistas que fueron honestos y objetivos al denunciar a los curas depredadores y hacer que se oigan las voces de las víctimas.
“Pero aquí el análisis del papa Francisco sobre el abuso puede resultar de ayuda: si se señala el poder y el clericalismo, el abuso contra las hermanas religiosas adquiere otro aspecto y se le puede reconocer por lo que es: un acto de poder en que el tacto se convierte en una violación de la intimidad personal”, escribió.
Según el artículo, en la década de 1990 se presentaron informes de las religiosas a funcionarios del Vaticano acerca de los abusos sexuales contra monjas por parte de sacerdotes en África, donde se les consideraba parejas “seguras” en medio de la crisis del VIH.
Si bien poco o nada ha cambiado, las religiosas del mundo en desarrollo y también de los países ricos empiezan a denunciar los abusos que sufren como parte de un reclamo general de mayor poder para las mujeres en la Iglesia, una derivación de la campaña #MeToo.
“Si la Iglesia sigue cerrando los ojos ante el escándalo -agravado por el hecho de que el abuso de mujeres provoca la procreación y por tanto da lugar a abortos forzados y niños no reconocidos por los sacerdotes-, la condición de opresión de las mujeres en la Iglesia nunca cambiará”, escribe Scaraffia.
“Mujer Iglesia Mundo”, que aparece en italiano, francés y español, tuvo gran repercusión el año pasado con una edición dedicada al “trabajo” y un artículo que denunció cómo las monjas suelen ser tratadas como sirvientas por cardenales y obispos, para quienes cocinan y hacen el aseo por una remuneración casi nula. La edición actual está dedicada al sentido del “tacto” y cómo se lo puede pervertir.
En un editorial de presentación, la destacada intelectual judía Anna Foa escribió que el abuso transforma la caricia, ese aspecto fundamental del amor, “en una expresión de por sí sospechosa y prácticamente obscena”.
Foa también cita a Francisco cuando “agradeció a los periodistas que fueron honestos y objetivos al denunciar a los curas depredadores y hacer que se oigan las voces de las víctimas”, reseña Sumarium