Muertos por cáncer, las otras víctimas de los atentados del 11-S

Vidrio molido. Hollín. Benceno. Cemento en partículas. Veneno. Durante semanas Manhattan quedó entre las tinieblas de una nube tóxica. Las Torres Gemelas se habían venido abajo en una mañana de sol, desatando en su caída una polvareda espesa y gris que cubrió calles, autos, edificios y a miles de rescatistas, sobrevivientes y vecinos del downtown.

El aire olía a espanto. Poco después de los atentados, una argentina en Nueva York contó a Clarín que el olor le recordaba a cuando, de chica, su tío “quemaba los restos de la cena con querosene”. Carne quemada.

Bomberos y voluntarios trabajaron en medio de esa tormenta de polvo hediondo sin la protección adecuada. También la sufrieron los sobrevivientes. Y los neoyorquinos que regresaron a sus oficinas cerca del Ground Zero de manera prematura, en un intento por devolverle a la ciudad un tono de normalidad.

Años después, el precio de haber estado envuelto en esa neblina se pagó con más muertes. A dos décadas de los atentados del 11-S ya no son 3.000 los muertos que dejaron los ataques, son muchos más por las enfermedades que esa nube causó.

Se estima que 2.448 personas murieron desde esa fecha, por haber inhalado el humo generado tras la caída de las torres, según cifras del programa de salud federal “World Trade Center Health Program”. Muchos desarrollaron cáncer de diversa tipología. O desarrollaron otras enfermedades, fallas respiratorias o problemas gastrointestinales.

Son las víctimas indirectas de los atentados.

Toda la isla de Manhattan quedó cubierta por ese humo con restos de combustible de los aviones, de equipos electrónicos, mercurio y amianto.

“La destrucción de las torres del World Trade Center liberó varias toneladas de polvo y humo en aerosol con potencial de exposición carcinogénica para los miembros de la comunidad y los socorristas”, explica la oncóloga argentina, Julia Ismael, exdirectora del Instituto Nacional del Cáncer, consultada por Clarín.

Y agrega que “la destrucción del World Trade Center expuso a los miembros de la comunidad local a una mezcla compleja de cancerígenos conocidos y sustancias potencialmente cancerígenas”.

El Centro de Salud Ambiental del WTC (WTC EHC) -un programa de vigilancia y tratamiento para sobrevivientes y trabajadores locales, presentes en el área de desastre- hizo un relevamiento entre unas 11 mil personas y llegó a hallazgos sombríos.

Personas jóvenes que no tenían antecedentes de salud contrajeron años después cánceres inexplicables en otros contextos.

Hombres jóvenes, por ejemplo, desarrollaron cáncer de mama, cuando ni siquiera sabían que eso era posible. Y algunas personas llegaron a contraer más de un tumor a la vez.

“La serie de casos de cánceres identificados en el WTC EHC corresponde al intervalo desde el atentado hasta el 31 de diciembre de 2019”, explica Ismael. De las 11 mil personas que estuvieron en el programa de seguimiento, unas 2.561 contrajeron cáncer.

“Se identificó un total de 2.999 diagnósticos de cáncer en 2.561 pacientes”, dice la doctora Ismael, subrayando que se llegó a observar una concurrencia de “hasta 5 tumores primarios en un mismo sujeto”.

Casos
Jaquelin Febrillet trabajaba a dos cuadras de las Torres Gemelas cuando los aviones secuestrados se estrellaron contra las Torres. Tenía 26. Quince años más tarde, fue diagnosticada con un cáncer metastásico.

A Richard Fahrer, que tenía 22 años cuando fueron los atentados y trabajaba en Manhattan como agrimensor, entre 2001 y 2003, le ocurrió algo similar. En 2018, empezó con dolores abdominales y los médicos le diagnosticaron un cáncer agresivo de colon. Tenía entonces 37 años, una edad mucho más temprana a la esperada para esa patología.

Ismael confirma que “se observó una ocurrencia de casos excesiva para la edad, adelantándose a la edad de diagnóstico usual».

No hay una cifra exacta de cuánta gente fue afectada por la nube tóxica. Se estima que muchas personas que enfermaron nunca relacionaron sus cuadros con los atentados o no están registradas en el programa estatal.

La nube también dejó problemas respiratorios. Unas 75 mil personas sufren hoy enfermedades de distinta índole por haber ayudado en las tareas de rescate. Las consecuencias a mediano plazo para muchos de los rescatistas fueron los problemas respiratorios, la pérdida de capacidad pulmonar, asma o sinusitis. Luego vino el cáncer.

Uno de los casos más elocuentes fue el de Marcy Borders, recordada como «dust lady» (dama del polvo) y cuya foto se convirtió en una de las más icónicas de los ataques. Esta mujer cubierta de pies a cabeza de un polvo espeso murió de cáncer en 2015.

Borders trabajaba en el Bank of America, en el piso 81 de la Torre Norte. Se salvó, pero en noviembre de 2014, se le diagnosticó cáncer de estómago.

Otro caso es el de John Mormando, un corredor de maratones y atleta de triatlón. En marzo de 2018, le diagnosticaron cáncer de mama.

Mormando regresó a trabajar exactamente una semana después de los atentados a unas oficinas que estaban cerca de la Zona Cero, cuando todavía había edificios en llamas.

Dos décadas después de los atentados, la posibilidad de desarrollar un cáncer producto de aquella exposición irritativa sigue abierta. “No hay período de cierre”, dice Ismael a Clarín.

Es por eso que el capítulo de la letalidad del 11-S no está cerrado. Algunos expertos sanitarios aseguran que, a lo largo de la próxima década, los muertos por cáncer a consecuencia de las partículas inhaladas tras los atentados podrían superar la cifra de 3.000 muertos del día del ataque. Clarín

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