La sequía afecta duramente al río Támesis

Río Támesis

El camino de hierbas secas bordea un pequeño valle. Luego, protegida por los árboles, aparece una hondonada polvorienta y cubierta de ramas sin el menor rastro de humedad. Se trata, sin embargo, de la fuente del Támesis.

Una fuente que es ahora teórica: en varios kilómetros aguas abajo, el curso de este río emblemático del Reino Unido se resume en el mejor de los casos a unos charcos con lodo, en una impactante muestra de la sequía que afecta a gran parte del país.

«Aún no encontramos el Támesis», dice Michael Sanders, un informático de 62 años que llegó con su esposa para explorar el «Thames Path», un sendero señalizado que sigue el sinuoso curso del río desde su fuente hasta su estuario.

«Está completamente seco. Hay charcos, barro, pero para nada agua que corra hasta aquí. Esperamos encontrar el Támesis aguas abajo, pero hasta ahora ha desaparecido», cuenta a la AFP este hombre, de vacaciones, en el pueblo de Ashton Keynes, a pocos kilómetros de la fuente.

Es en esta pintoresca región al pie de las colinas de Cotswolds, no lejos de Gales, que nace el río en un afloramiento de la napa freática antes de serpentear en un recorrido de unos 350 kilómetros hasta el mar del Norte, pasando en su camino por Londres.

Pero para quien tiene en su imaginario la campiña inglesa como un campo de golf, el golpe es duro este verano, tras un invierno y una primavera casi sin precedentes desde que existen los registros de lluvias.

«Diría que caminamos a través de la sabana africana, de tan seco que está», dice David Gibbons, un jubilado de 60 años que realiza por etapas junto a su mujer y un grupo de amigos el camino inverso de Michael Sanders, de la desembocadura a la fuente.

A unos cientos de metros del objetivo, se sorprende de la fauna hallada al remontar el río, vía navegable estratégica e industrial en la región de Londres que se transforma aguas arriba en atracción turística, entre paseo fluvial y observación de avifauna.

«Algo cambió»

«Pero estos últimos dos o tres días no vimos animales porque no hay agua. Desapareció a unas 10 millas (16 kilómetros, NDLR) de aquí», según David Gibbons.

«Nunca lo vimos tan seco y vacío», señala Andrew Jack, empleado público local de 47 años que vive a unos 15 kilómetros de Ashton Keynes, al cual se accede a través de estrechas rutas campestres salpicadas por casas de piedra.

Entre la calle principal del pueblo y algunas coquetas construcciones, el lecho del río enseña a través de los puentes que lo atraviesan grietas sobrevoladas por avispas, lo que recuerda imágenes de marismas africanas en la temporada seca.

No se avizora ningún respiro en lo inmediato: la agencia meteorológica nacional emitió una alerta naranja por el calor para el sur de Inglaterra y el este del país de Gales entre jueves y domingo, con temperaturas que llegarán hasta los 35 y 36 ºC.

Las autoridades locales multiplican los pedidos a los residentes para ahorrar agua, y la compañía que alimenta a Londres anunció futuras restricciones al consumo, que se sumarán a las ya en vigor en una parte del sur del país.

Pero David Gibbons no quiere ceder al pánico. «He vivido en Inglaterra toda mi vida, ya hemos tenido sequías antes», afirma. «Creo que va a volver a reverdecer de aquí al otoño», agrega.

Andrew Jack, que llegó con su familia para pasear a lo largo del río donde una solitaria escala graduada ya no tiene nada que medir, se muestra más pesimista: «Hay muchos ingleses que piensan ‘magnífico, aprovechemos el tiempo’ (…) pero esto quiere decir algo cambió, y para mal». AFP

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