La comunidad internacional seguía encallada en la madrugada del sábado en cómo responder a la urgencia climática, en las últimas horas de una COP25 que podría cerrarse sin el impulso que reclaman la ciencia y la sociedad civil.
Cuatro años después de la firma del Acuerdo de París, la ciencia elevó al máximo la alerta que supone el calentamiento, los primeros efectos devastadores empezaron a manifestarse con fenómenos climáticos extremos y millones de personas en el mundo hicieron suya la problemática saliendo a la calle para reclamar acciones rápidas.
La militante ecologista Greta Thunberg, elegida «personalidad del año» por la revista Time, llevó a la COP25 en Madrid la voz de los jóvenes, cuyo grito se hizo sentir con una fuerza inédita en esta conferencia anual de la ONU.
Pero el entusiasmo político con el que se suscribió el Acuerdo de París con el fin de limitar el cambio climático a menos de + 2 ºC e idealmente a + 1,5 ºC parece desvanecerse, a la par con un retroceso del multilateralismo y el repliegue nacionalista en el mundo.
«Estamos muy preocupados, la mayoría de los textos (sobre la mesa) no son compatibles ni aceptables respecto al espíritu del Acuerdo de París», indicó el ministro costarricense de Ambiente, Carlos Manuel Rodríguez.
– El compromiso británico de 2020 –
Unos 200 países están llamados a mostrar su determinación de elevar en 2020 sus metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para alcanzar la seguridad climática del + 1,5 ºC.
Pero grandes emisores como China e India descartaron hacerlo próximamente. Estados Unidos mucho menos al haber anunciado su retirada del Acuerdo de París.
Solo la Unión Europea aprobó el jueves en una cumbre en Bruselas lograr la neutralidad carbono en 2050, pero el pacto no incluye a Polonia, uno de los países miembros más contaminantes.
«Debemos mostrar al mundo que somos capaces de alcanzar los acuerdos necesarios para hacer frente a este desafío sin precedentes», dijo en la recta final el coordinador chileno Andrés Landerretche, cuyo país preside la COP25.
Pero las divisiones de la comunidad internacional, que tenía previsto cerrar la conferencia el viernes, se hacían cada vez más evidentes.
Surgieron dos grupos: «Quien quiere ir más deprisa y quien quiere escudarse en lo que hasta ahora ha sido insuficiente para [así] no seguir avanzando», dijo la ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera.
– El papel clave de Brasil –
Uno de los puntos más peliagudos es un capítulo esencial del Acuerdo, que prevé la regulación de los mercados de carbono, un sistema de intercambio de emisiones entre países y empresas diseñado para rebajarlas.
Algunas países, en especial, Brasil, pero también Australia, son acusados de buscar un «doble conteo», es decir, poder anotarse una reducción de emisiones incluso cuando las venden, lo que dejaría sin efecto el propósito del mecanismo.
«Déjenme ser claro, queremos un compromiso (…) pero de ninguna manera aceptaremos un acuerdo que comprometa la integridad medioambiental», dijo el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans.
Para Brasil cualquier negociación sobre ese punto debe ir a la par con que los países ricos materialicen su compromiso de apoyar financieramente a las naciones en desarrollo para hacer frente y adaptarse al cambio climático.
Los países ricos «deben cumplir su promesa sobre los fondos», dijo a la AFP el ministro de Medio Ambiente brasileño, Ricardo Salles.
También reclamó apoyo financiero internacional para proteger el Amazonía, porque sus «ecoservicios tienen un valor».
«Es difícil tomarse en serio la posición de Brasil cuando en casa están incrementando la deforestación», criticó la directora de Greenpeace International, Jennifer Morgan.
– Hacia un calentamiento de hasta 5 ºC –
Mientras la ONU estima que habría que reducir las emisiones en un 7,6% anual entre 2020 y 2030, estas siguieron aumentando en 2019 en el mundo.
Al ritmo actual, la temperatura mundial podría aumentar hasta 4 o 5 ºC a finales de siglo respecto a la era preindustrial y comprometer el futuro de las jóvenes generaciones.
«Es como si lo que pasara en el mundo real y en las calles con los manifestantes, no existiera», dijo Alden Meyer, un veterano observador de las negociaciones. «Aquí estamos en un mundo imaginario». AFP