En alza mercado de pueblos y aldeas abandonadas en España

La compra de un pueblo abandonado ha demostrado ser algo más que una moda pasajera. Y, por eso, cada vez más propietarios se animan a organizar la documentación para poder vender el núcleo heredado. «Nos entran unos 20 al mes. Hay muchos clientes que quieren vender, generaciones de 35 a 45 años que ya no tienen apego al pueblo de su familia», dice Elvira Fafian, fundadora de la empresa Aldeas Abandonadas.

Además, aprovechan que el mercado se ha encarecido. Los precios suben entre un 5% y un 10% anual, sobre todo los más económicos. «Hace unos años, la aldea más barata era de 12.000 euros, pero ahora la más asequible cuesta 52.000», recuerda Fafian. Aún así, sigue siendo un precio mucho más bajo que el que hay que pagar por un piso en cualquier capital. La agencia Aldeas Abandonadas tiene en cartera 110 pueblos que se pueden escriturar de un día para otro. El precio medio se mueve en la banda de los 200.000 a 450.000 euros, aunque los hay más caros: entre 2,5 y siete millones de euros (un pueblo en Huelva a reformar).

La compra y venta de estos núcleos rurales olvidados no es sencilla. Un año lleva Rosi Costoya tratando de recopilar toda la documentación necesaria para poder vender un pueblo en el entorno de Viveiro. Y en este momento está en conversaciones con los 24 dueños de otro, una misión ardua. «Normalmente, es imposible poner de acuerdo a más de 10 propietarios», apunta Costoya. Algunos de los últimos pueblos que ha vendido han sido a familias británicas que tenían la intención de montar un hotel rural con encanto. Es el caso de la parroquia de Xerdiz (Ourol, Lugo), vendida por 150.000 euros.

Estas dos empresas especializadas se encargan de tratar con los herederos, a los que intentan poner de acuerdo y, sobre todo, localizar, cosa que no siempre resulta sencilla porque algunos han fallecido y otros residen en otros países. Se encargan de acudir a notarios, registros, catastros y Ayuntamientos. Porque la parte más difícil es hacer vendible el pueblo. El apretón de manos que valía en el siglo pasado es papel mojado. «A nivel registral no tenemos perimetrado el pueblo. En el Registro aparecen distintas fincas que el vendedor debe identificar y ubicar dentro del pueblo», indica Fernando Acedo-Rico, director de Relaciones Institucionales del Colegio de Registradores.

Por eso, estas empresas se sirven de técnicos para hacer las mediciones precisas y poder escriturar la aldea en el Registro de la Propiedad sin miedo a que en unos años aparezca un heredero y reclame un muro o cinco piedras. «Conviene inscribirlo para que conste quién es el nuevo propietario», dice Acedo-Rico. Para este trabajo minucioso cuentan con la colaboración de los Ayuntamientos, deseosos de repoblar y rehabilitar sus aldeas. Colaboran para poner suministros, alcantarillado, alumbrado… Por eso, solemos exigir al comprador que haga una reforma y emprenda una actividad, no que compre una aldea y la dejé ahí», dice Elvira Fafian.

 

Sandra León/El País