El relato de un venezolano atrapado en China con el Coronavirus

Shenzhen, una de la ciudades pertenecientes a la provincia de Guangdong, China, la segunda con el mayor índice de infectados por el corona virus. Aquí vivo yo, venezolano de 27 años, radicado en esta ciudad desde hace pocos meses atrás.

Desde el anuncio oficial hasta hoy, lunes 27 de enero, quien no esté aquí no puede entender la magnitud de la tensión que estamos viviendo.

En un principio, comenzamos a tomar las recomendaciones dadas por las entidades encargadas, lavarse las manos constantemente, usar mascarillas, y evitar lugares muy concurridos, pero al ver que el número de infectados y fallecidos iba incrementado, las medidas de protección fueron escalando a otro nivel: usar un tipo de mascarilla especial, evitar salir de casa y evitar tocarse la cara sin antes lavarse las manos.

Actualmente las cifras en toda China es de 80 fallecidos y casi 3000 infectados, 13 ciudades cerradas y más de 41 millones de personas en cuarentena, según las últimas cifras conocidas.

El Coronavirus es un virus que se ha propagado rápidamente por toda China. Quizás las vacaciones del nuevo año Chino ayudaron a que esta propagación fuese muy rápida. Durante esta festividad, las escuelas, universidades y la mayor parte de la población se encuentra de vacaciones.

Desde que tuve noticias de la aparición del virus, como “buen venezolano” decidí hacer un gran mercado, ya que no sabía a qué nos estábamos afrontando, buscaba principalmente agua y alimentos no perecederos. En ese momento, los supermercados tenían sus anaqueles repletos, la gente compraba lo necesario. Más bien sentía que yo estaba exagerando, ya que ellos al ver mi carrito full de comida reaccionaban asombrados. Pero el pasado ‪sábado por la noche, luego de ver que los números de fallecidos e infectados estaba subiendo de una manera alarmante, decidí salir de mi casa para comprar más alimentos, usando mascarilla y evitando cualquier tipo de contacto con otros. Mi sorpresa fue que al salir del edificio me encontré un escenario que no esperaba: solo un supermercado permanecía abierto, las calles estaban solas, nadie caminaba, nadie conducía, el ambiente estaba impregnado de un silencio incómodo. Decidí entrar al único lugar abierto en la zona para toparme con anaqueles casi vacíos y con mucha gente. Los carritos de compras estaban llenos a reventar, grandes filas para pagar, mucha gente tratando de llenar sus despensas. Me di cuenta que las compras nerviosas no es algo que solo pasa en mi país, pasa en cualquier otro lugar cuando sientes que tu vida está en peligro.

En esa ida al supermercado no logré comprar lo que necesitaba. Solo tomé algunas fotos y rápidamente me fui a mi casa.

Ya tengo hoy 3 días sin salir de casa y les confieso que realmente no tengo ánimos para hacerlo. He empleado este tiempo en estudiar, leer y escribir. Nadie sabe cuánto tiempo puede durar esto y cuándo volveremos a la rutina que teníamos antes de este virus.

¿Qué va a pasar? ¿Cómo harán parar detener la propagación de este mortal virus? Trato de no pensar en eso. Es difícil…