El primer testigo con intervención directa en el escándalo de Ucrania, Gordon Sondland, compareció este miércoles públicamente en el Congreso de Estados Unidos y lanzó dos acusaciones de alto voltaje contra Donald Trump: que fue el presidente quien ordenó presionar al Gobierno de Volodímir Zelensky para lograr una investigación judicial que perjudicaba a los demócratas y que, además, hubo un quid pro quo en esas maniobras con los ucranios. Las monedas de cambio serían ayudas militares y una invitación a la Casa Blanca. Para los demócratas, este canje constituye una claro caso “soborno” en el proceso de impeachment o destitución contra el mandatario neoyorquino.
La primera rareza en todo el culebrón de la trama rusa radica en que fuera Sondland, embajador estadounidense ante la Unión Europea, el escogido por Trump para las gestiones con un país extracomunitario como Ucrania sobre las famosas investigaciones. Sondland, un empresario cercano a Trump, llegó al puesto sin experiencia diplomática relevante después de haber donado un millón de dólares al comité inaugural del recién elegido presidente. Este miércoles, en el Capitolio, presumió de una relación de confianza con el mandatario, aludiendo al tono coloquial de sus conversaciones, pero lanzó aun así una bomba para su jefe y altos cargos como el secretario de Estado, Mike Pompeo, o el vicepresidente, Mike Pence, quienes, recalca, eran perfectamente conscientes de las gestiones con Kiev.
«Sé que los miembros de este comité se han formulado estos asuntos complicados con una simple pregunta: ¿Hubo quid pro quo? Como testifiqué anteriormente, con respecto a la llamada de la Casa Blanca y la reunión de la Casa Blanca, la respuesta es sí», dijo en un momento clave de su declaración inicial ante el Comité de Inteligencia. “En todo momento, yo actué de buena fe. Como una persona nombrada por el presidente, yo seguí las órdenes del presidente”, señaló también.
La Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, comenzó las pesquisas sobre Donald Trump el pasado 24 de septiembre, cuando trascendieron una serie de maniobras del mandatario para que la justicia ucrania investigase al demócrata Joe Biden, y al hijo de este, Hunter, que había estado trabajando para una compañía gasista llamada Burisma mientras su padre era vicepresidente. Trump reclamó esta investigación abiertamente a su homólogo ucranio, Volodímir Zelenski, en una conversación del pasado 25 de julio que la propia Casa Blanca hizo pública. Pero una clave crucial del asunto es si Trump usó además una invitación a la Casa Blanca y ayudas militares como moneda de cambio. Si el Congreso considera probado que Trump abusó de su poder presidencial para perjudicar electoralmente a Biden, que quiere ser el candidato demócrata a las presidenciales de 2020, el mandatario podría ser destituido.
Y aquí aparece el importante papel de Sondland, uno de los enviados de Trump más destacados en todo este episodio. Es el diplomático que, de hecho, le dice explícitamente a un asesor de Zelensky que la entrega de ayudas militares a su país -un montante de casi 400 millones de dólares que había quedado congelado sin explicación- no se entregarán mientras no anuncien públicamente la investigación que reclama el presidente de Estados Unidos.
El embajador reconoció este miércoles que estuvo trabajando estrechamente con el abogado personal de Trump, Rudy Giuliani, “por indicación directa” del presidente. “Las peticiones de Giuliani eran un quid pro quo para organizar una visita de Zelensky a la Casa Blanca. Giuliani pidió que Ucrania hiciese pública una declaración anunciando investigaciones del servidor del Comité Nacional Demócrata y de Burisma. Giuliani estaba expresando los deseos del presidente”, explicó en el Congreso.
Burisma es la empresa que estuvo pagando un generoso sueldo a Hunter Biden, pero Sondland apenas nombró a los Biden en su declaración y aseguró que en aquellos momentos él no era consciente de la conexión que había entre esta investigación que tanto interesaba a Trump y Joe Biden o su hijo. Por otra parte, la investigación sobre el Comité Demócrata parte de una teoría conspirativa sin base demostrada, según la cual la injerencia electoral de 2016 no vino de Rusia para favorecer la victoria de Trump, sino de Ucrania, y que el robo de correos electrónicos del DNC fue en realidad una fabricación realizada desde Ucrania para señalar al Kremlin como culpables.
El otro quid pro quo o intercambio resulta mucho más controvertido, pues no tiene que ver con una invitación a la Casa Blanca con la que un presidente recién elegido como Zelensky podía sentirse reforzado, sino con las ayudas en materia de seguridad a un país en plena guerra con los separatistas prorrusos en el este del territorio. Sondland sostiene que “en ausencia de una explicación creíble” a la suspensión de las ayudas -una suspensión que él rechazaba frontalmente- llegó a la conclusión de que dependían de la investigación. “Acabé por creer que la reanudación de la asistencia en materia de seguridad no tendría lugar mientras no hubiese una declaración pública de Ucrania comprometiéndose con las investigaciones de 2016 y con Burisma, como Giuliani pidió”, explicó.
Así, él mismo se encargó de trasladar esa presión a un asesor del Gobierno ucranio llamado Andrei Yermak, al que vio en Varsovia el 1 de septiembre. “Le dije a Yermak que creía que la reanudación de esas ayudas no tendría lugar mientras Ucrania no hiciese algún tipo de comunicado sobre el asunto que se había discutido durante semanas”.
En este aspecto del caso, Sondland ofrece una vía de escapatoria a Trump y Giuliani, ya que, según reconoció este miércoles en el turno de preguntas, el presidente nunca le comunicó explícitamente que la entrega de dichos fondos estaba condicionada. Las tan traídas y llevadas ayudas se desbloquearon el pasado 11 de septiembre sin que Kiev cumpliese esos días, argumento al que se agarran los republicanos para defender que el presidente no presionó ni trató de sobornar a Ucrania, sino que actuó con un legítimo interés de lucha contra la corrupción.
“Le dije que no quería nada, ningún quid pro quo”, recalcó el mandatario este miércoles en la Casa Blanca, preguntado por los periodistas. También trató de marcar distancias con Sondland, asegurando que lo conocía poco. Lo oído en el Capitolio no dio esa impresión. Cuando el abogado de los demócratas, Daniel Goldman, preguntó al embajador sobre un supuesto comentario suyo a Trump, en el que afirmaba que Zelensky “amaba su trasero” y haría lo que le pidieran, Sondland rió y respondió: “Suena a algo que yo podría decir. El presidente Trump y yo nos comunicamos así”.
Sondland aprobó este miércoles correos electrónicos y mensajes para mostrar que altos cargos como Pompeo o John Bolton, exconsejero de Seguridad Nacional de Trump, estaban al corriente de cada paso dado con Ucrania. Su testimonio, al igual que los de los últimos días, apunta a la alargadísima sombra de Rudy Giuliani en todo este asunto. Según el resumen del embajador, Trump ordenada, su abogado actuaba y el resto conocía la situación. Los congresistas deben juzgar estos días no es si el comportamiento es impropio, sino si constituye un delito grave que haga necesaria la que sería la destitución del presidente. La fase de declaraciones públicas está a punto de terminar.