Los antiguos colegas de Christopher Duntsch recuerdan todavía con horror las operaciones de este neurocirujano. Quirófanos inundados de sangre, daños irreversibles en los pacientes e incluso muertes eran el resultado de las intervenciones de este supuesto profesional estadounidense de la medicina, al que los medios han apodado ‘el doctor Muerte’.
En la primavera boreal de 2013 Jeff Glidewell, residente de Dallas (Texas), empezó a experimentar dolores de espalda. Probó todos los métodos terapéuticos disponibles pero ninguno lo ayudó. Los médicos insistían en que se operara, y Glidewell creyó tomar la decisión correcta cuando en la web médica Healthgrades escogió que lo interviniera un neurocirujano que tenía en su haber dos doctorados, además de excelentes referencias de clientes satisfechos. Por si eso fuera poco, su cuenta de Facebook también estaba llena de agradecimientos, informa ProPublica.
El paciente no sospechaba que el que parecía el doctor ideal en realidad borraba los comentarios negativos en la red social. Glidewell se convirtió en el 37.º y último paciente de Duntsch, al que los medios apodarían ‘el doctor Muerte’.
Una vez en el quirófano, Duntsch decidió interrumpir la operación de Glidewell al confundir un músculo del cuello con un tumor. Esa intervención se saldaría también con daños en las cuerdas vocales, una arteria pinchada y la perforación del esófago. Para solucionar esta última lesión el médico tapó la herida con una esponja, que cosió y dejó dentro del cuerpo del paciente. Tras la operación el paciente pasó cuatro días en cuidados intensivos y luego necesitó meses para recuperarse de la herida en el esófago. Ahora solo puede ingerir alimentos cortados en trozos pequeños y tiene un brazo entumecido.
«No fue una operación, fue un intento de asesinato», comentó el cirujano Randal Kirby, quien lidió con las consecuencias de esa intervención.
Ese fue el final de la esperpéntica trayectoria profesional del peligroso neurocirujano, en la que 33 de las 37 operaciones que practicó terminaron con complicaciones imprevistas: discapacidades, traumas e incluso dos muertes. Un horroroso historial que, sin embargo, no sirvió para llevarlo fácilmente ante la justicia.
Buen comienzo
La idea de convertirse en neurocirujano se le ocurrió a Duntsch cuando vio frustradas sus aspiraciones de dedicarse al fútbol americano. Tras el bachillerato, ingresó en la Universidad de Tennessee, donde se propuso el ambicioso reto de estudiar simultáneamente para convertirse en doctor en medicina y doctor en ciencias.
Aunque los materiales personales de Duntsch se mantienen en secreto, es conocido que durante su época de estudios ya fue objeto de múltiples quejas, una de ellas por consumir drogas antes de atender a los pacientes cuando estaba realizando el posgrado. Responsables de la universidad intentaron que se le obligara a pasar un test de estupefacientes, pero él logró evitarlo.
Tras terminar el posgraduado, Duntsch desarrolló junto con dos científicos rusos una tecnología de extracción y cultivo de células madre de discos intervertebrales. En 2008 fundaron la compañía DiscGenetics para elaborar y vender medicamentos a partir de esta tecnología.
Duntsch empezó a ganar mucho dinero, pero con el paso del tiempo su adicción al alcohol y a la cocaína estropeó sus relaciones con los inversores. Duntsch fue despedido, y los socios e inversores se quedaron con sus acciones y su dinero en una demanda judicial. Entonces el médico retomó el bisturí.
Práctica violenta
Arrogante y seguro de sí mismo —así lo describen sus excompañeros de trabajo— Duntsch empezó a ejercer de verdadero matasanos y a causar estragos en la salud de un paciente tras otro. Según sus antiguos colegas, una vez dañó la médula espinal de un paciente de manera que la mesa de operaciones quedó completamente cubierta de sangre. Como resultado el paciente perdió casi completamente la capacidad de andar y sufrió dolores crónicos.
A medida que se hacían públicos los escándalos, Duntsch era despedido de los centros médicos donde trabajaba, pero estos no le denunciaban a las autoridades sanitarias para no perjudicar su propia reputación, puesto que los neurocirujanos generan millones de dólares en ganancias para las clínicas.
Pasó más de medio año antes de que alguien denunciara a Duntsch a la comisión médica que suspende a los facultativos. Sin embargo, él siguió ejerciendo durante más de un año, mientras duró la investigación de la comisión.
El primer doctor condenado a cadena perpetua
No fue hasta diciembre de 2013 que a Duntsch se le retiró la licencia irrevocablemente gracias a las denuncias de los antiguos compañeros de trabajo que tuvieron que lidiar con las consecuencias de sus errores, y también al empeño de un periodista amigo de uno de los pacientes de Duntsch.
Entonces Duntsch se declaró en quiebra. Pronto fue arrestado por conducir bajo los efectos del alcohol, y luego por robar unos pantalones. En otra ocasión fue ingresado en una clínica siquiátrica por caminar por la calle vistiendo un uniforme médico manchado de sangre.
En julio de 2015 fue arrestado y acusado de haber perjudicado la salud de sus pacientes. El año pasado fue condenado a cadena perpetua, convirtiéndose en el primer doctor estadounidense en recibir esta pena por sus errores y negligencias en la práctica profesional.