El 3 de junio de 2015 centenares de miles de mujeres se manifestaron por toda Argentina para protestar contra la violencia machista al grito de «Ni una menos». Hoy, este cántico es universal y el feminismo argentino ha crecido e incorporado nuevas demandas y conquistas, aunque los problemas estructurales persisten en el país.
«Cualquier persona a la que le pregunte qué significa ‘Ni una menos’ sabe de qué estamos hablando», asegura la presidenta de la asociación La Casa del Encuentro, Ada Rico, sobre la importancia que tuvo esta concentración para que el Estado combatiera la violencia machista.
La viñetista y escritora Maitena Burundarena recuerda en una entrevista con Efe ese día, en el que leyó el manifiesto de la concentración sobre el escenario junto a las intérpretes Érica Rivas y Juan Minujín, y asegura que si algo instauró el «Ni una menos» es que «no hay vuelta atrás».
Un antes y un después
La viñetista asevera que, antes de la concentración, pensó que habría 5.000 o 10.000 personas como mucho, por lo que, cuando llegó a la plaza y vio la multitud, sintió que «se le aflojaban las piernas».
«Ni una menos» surgió a raíz del esfuerzo de un grupo de activistas, escritoras y periodistas que convocaron una gran movilización debido a la ola de feminicidios que asoló Argentina a comienzos de 2015 cuando una mujer era asesinada cada 18 horas, cuenta la periodista María Florencia Alcaraz, una de las organizadoras.
Alcaraz afirma que ese éxito no fue tan sorpresivo para ella, que llevaba años viendo crecer el movimiento feminista, al que considera «el actor político más subestimado de la historia argentina».
Para la periodista, aquel 3 de junio fue un «desborde total» creado por un sentimiento de «inmenso duelo colectivo».
«Fue muy fuerte, veías venir y venir mujeres», recuerda la activista Sandra Chagas, integrante de la columna antirracista Negras, Indígenas, Racializadas, Lesbianas, Trans, Travestis, Bi, Gordx.
Una de las particularidades del «Ni una menos» era que no había una gran organización política detrás, sino que cada mujer llegaba con sus amigas o familia, destaca Maitena.
«Fue un antes y un después», asegura la presidenta de La Casa del Encuentro, cuyo observatorio contabiliza víctimas de violencia machista, y que afirma que, tras ese día, se instauraron socialmente conceptos como el de femicidio (o feminicidio) o que «la culpa no es de la mujer».
Un avance insuficiente
En este lustro, algunos de los reclamos de esa primera concentración se han materializado en leyes como la reparación económica para las hijas e hijos de víctimas (Ley Brisa) o la Ley Micaela, que hace obligatoria la formación con visión de género para funcionarios públicos.
Para Rico, estos avances no son suficientes en vista a la alta tasa de feminicidios que sigue habiendo en el país- según el observatorio MuMala se cometieron 124 feminicidios en lo que va de año-. Además, sigue sin haber una única estadística oficial de feminicidios en el país.
A estos avances insuficientes hay que añadir nuevas demandas que el propio movimiento feminista ha ido incorporando estos cinco años, como la ley de aborto o la educación sexual integral, aunque «siempre está primero el tema de los femicidios», asegura, en este caso, Maitena.
En 2016, se realizó el primer paro nacional de mujeres, una muestra de «los saltos cualitativos y cuantitativos en cuanto a la participación dentro de los feminismos», subraya Alcaraz, que considera que, hasta ese momento, en Argentina se creía que los paros laborales eran una cuestión exclusiva de los sindicatos.
Otra de las demandas que ha crecido dentro del movimiento feminista ha sido la mayor visibilidad de colectivos como el de las mujeres negras, trans o indígenas, algo que estos grupos han conseguido a través de la unión entre todas ellas para reclamar su espacio, explica Chagas.
«¿Quién mejor que nosotras para saber lo que históricamente se viene invisibilizando?», concluye la activista afrofeminista, quien considera que es necesaria la presencia de estos colectivos para que se ponga en valor que ellas también luchan y arrastran demandas históricas.
Los nuevos desafíos
Este quinto aniversario llega a Argentina en medio del aislamiento por la pandemia del coronavirus durante el que 57 mujeres han sido asesinadas, según La Casa del Encuentro. Y las llamadas al número gubernamental para apoyar a las víctimas han aumentando un 40 %.
Además, la paralización de la actividad parlamentaria ha supuesto el retraso del debate -y eventual aprobación- de la ley de aborto legal, histórico reclamo del movimiento.
La dibujante Maitena cree que implantar la educación sexual integral «es la única herramienta para no seguir generando jóvenes machistas». Además, aboga por incluir más en el movimiento a sectores como los pueblos originarios, la militancia gorda y la población negra.
En esta línea, Chagas señala que «la cuota de color ya pasó» y que las feministas negras tiene que estar en los lugares de decisión.
Asimismo, cree que hay que empezar a concienciar desde la infancia, porque, pese a que hay mayor visibilidad de los feminicidios, las mujeres siguen siendo asesinadas.
Por su parte, Rico reclama que el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad entre en el comité de crisis por el coronavirus para que la recuperación de este momento sea con políticas con visión de género así como más medios económicos para la lucha contra la violencia machista.
Alcaraz considera el aborto como el gran reto pendiente, pero es optimista con que se apruebe durante 2020 una ley que permita tener aborto legal, libre y gratuito en el país.
Por esta ley y todas las mujeres asesinadas por el mero hecho de serlo, seguirán protestando las mujeres argentinas este próximo 3 de junio, aunque sea desde casa, para dejar claro que la llama que se inició hace un lustro seguirá viva hasta que por fin puedan parar de contar los feminicidios de sus compañeras. EFE