El presidente de EE.UU., Joe Biden, ha afirmado que la «construcción de una nación» nunca fue el objetivo de la presencia militar estadounidense en Afganistán, y aseguró que la misión de Washington era evitar cualquier ataque a su país.
«Nuestra misión en Afganistán nunca fue la construcción de una nación. Nunca fue crear una democracia unificada y centralizada», declaró el mandatario durante una rueda de prensa en la que trató la toma de la capital afgana por parte de los talibanes.
«Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: prevenir un ataque terrorista en la patria estadounidense», precisó refiriéndose a que la guerra de EE.UU. en Afganistán comenzó después de los atentados del 11-S llevados a cabo por Al Qaeda.
Responsabilizó a Trump y a los líderes afganos
Asimismo, Biden responsabilizó de lo sucedido al acuerdo del expresidente Donald Trump con dirigentes y militares afganos. «Los líderes afganos se rindieron, los militares se derrumbaron. En todo caso, los acontecimientos ratificaron que la decisión de EE.UU. ahora fue correcta. Los estadounidenses no deberían morir en una guerra en la que las fuerzas afganas no quieren luchar», agregó.
El presidente aseguró que el acuerdo que Trump negoció con los talibanes no protegía a las fuerzas estadounidenses después del 1 de mayo, por lo que no podían mantener más tiempo a sus tropas en el país. «A China y Rusia no les gustaría nada más que EE.UU. siga gastando dólares indefinidamente en Afganistán», acotó.
Previamente, se reveló que Biden no consideraba que la llegada al poder de los talibanes fuera «inevitable», ya que fueron las fuerzas afganas quienes decidieron no «luchar por su país».
Retirada estadounidense
En este contexto, Biden explicó que han cerrado la Embajada estadounidense «de forma segura» y que su personal diplomático se ha trasladado al aeropuerto de Kabul. Además, señaló que se va a coordinar la evacuación de miles de estadounidenses y a propiciar la salida segura del personal civil de sus aliados.
El equipo de Seguridad Nacional de EE.UU. ha estado respondiendo a los últimos acontecimientos, incluso con el despliegue de 6.000 soldados para ayudar con las tareas de evacuación, sin embargo «esto se desarrolló más rápidamente de lo previsto», sostuvo el presidente.
El mandatario también envió una advertencia a los líderes talibanes que tomaron el control de la capital afgana, para que dejen que la retirada de EE.UU. prosiga sin obstáculos o, afirmó, se enfrentarán a «una fuerza devastadora».
Por otro lado, Biden aseguró que seguirán «defendiendo los derechos básicos del pueblo afgano» y que incluso tras la retirada de sus tropas, Washington continuará impulsando «la diplomacia y el compromiso regional para prevenir la violencia y la inestabilidad».
El mandatario también sostuvo que las principales preocupaciones de EE.UU. se encuentran en otros lugares, incluida la lucha contra los grupos terroristas que han estado causando estragos más allá de las fronteras afganas.
Además de defender su decisión de retirar las fuerzas de EE.UU., Biden también rechazó que se hicieran comparaciones con la derrota estadounidense en Vietnam. «Sé que mi decisión será criticada. Pero prefiero aceptar todas esas críticas que pasar esta decisión a otro presidente», enfatizó.
- Los enfrentamientos armados en Afganistán se recrudecieron poco después de que Biden anunciara en abril la retirada de los últimos 2.500 militares del país, lo que motivó el inicio de las ofensivas talibanas para recuperar el poder y el territorio perdido con la intervención estadounidense.
- El movimiento talibán tomó el control de su primera capital provincial el pasado 6 de agosto capturando la ciudad de Zaranj, en la provincia sudoccidental de Nimroz, y se fue apoderándose de más y más provincias a lo largo de la semana.
- Tras entrar en Kabul, el portavoz de la Oficina Política de los Talibanes, Mohammad Naeem, declaró que «la guerra ha terminado en Afganistán» y que pronto estarán claros el tipo de gobierno y el régimen que se implantarán en el país. Paralelamente, Ashraf Ghani renunció a la presidencia y huyó del país para evitar enfrentamientos con los insurgentes y un «derramamiento de sangre».