Hay muchas cosas que aún no cuadran. Quizás, como pasó con la incursión en Bahía de Cochinos hace 60 años, seguirá siendo objeto de especulaciones sin fin.
Los militares venezolanos señalaron que se trató de un intento fallido de golpe de Estado protagonizado por mercenarios.
El domingo 3 de mayo, el gobierno de Nicolás Maduro anunció que las fuerzas armadas de Venezuela habían frenado una incursión armada. La Operación Gedeón fue un intento de golpe de Estado profundamente defectuoso. ¿Qué llevaría a venezolanos exiliados y a antiguos miembros de las fuerzas especiales del ejército de EE.UU. a embarcarse en un plan que, desde el principio, parecía una misión suicida?
Esta es una historia que parece sacada del manual de estrategias de conspiraciones en Latinoamérica en el siglo XX.
“Hizo que Bahía de Cochinos pareciera el Día D”, bromeó un comentarista, refiriéndose a la fallida invasión financiada por Estados Unidos a la Cuba de Fidel Castro en 1961.
La Operación Gedeón es un asombroso cuento de arrogancia, incompetencia y traición. Las fuerzas armadas de Venezuela mataron a ocho hombres frente a la ciudad costera de Macuto (cercana a Caracas). Decenas de personas más fueron capturadas y permanecen encarceladas en Caracas. Dos estadounidenses fueron sentenciados a 20 años de cárcel la pasada semana en un juicio rápido que muchos describen como irregular. Unos pocos escaparon.
Y, coincidiendo con el apogeo de la pandemia de coronavirus, atrajo menor atención fuera del continente americano de lo que podría haber generado en otras circunstancias.
Goudreau
En el corazón de la misión fallida se encontraba un exsoldado de fuerzas especiales de Estados Unidos, Jordan Goudreau.
Médico, francotirador, veterano de Afganistán e Irak y ganador de tres estrellas de bronce del Ejército de Estados Unidos, Goudreau parecía estar en una situación que le venía grande.
“Se lanzó un atrevido ataque anfibio desde la frontera de Colombia”, declaró en un video ampliamente divulgado y publicado horas después del inicio de las acciones ese 3 de mayo. “Nuestros hombres continúan luchando en este momento. Nuestras unidades se han activado en el sur, oeste y este de Venezuela”.
Eso no era cierto. Es posible que algunos simpatizantes en Venezuela la conocieran, pero la Operación Gedeón, que lleva el nombre de un personaje bíblico que triunfó sobre un ejército mucho más grande, apenas consistía en menos de 60 hombres mal armados y una mujer. Para entonces, en realidad, la operación ya era un caos sangriento.
En 2018, Jordan Goudreau fundó Silvercorp USA, un empresa contratista de seguridad privada. Su cuenta de Instagram es una mezcla de imágenes de destreza militar y de Goudreau corriendo veloz en una máquina de gimnasio.
En febrero de 2019, fue contratado para brindar seguridad en el concierto patrocinado por el millonario Richard Branson en el lado colombiano de la frontera con Venezuela. El propósito del concierto era presionar a Nicolás Maduro para que permitiera la entrada de donaciones humanitarias a territorio venezolano, donde una economía en caída libre, la violencia, el hambre y el colapso de los servicios básicos habían obligado a millones de personas al exilio en Colombia.
“Controlando el caos en la frontera con Venezuela donde un dictador mira con temor”, es el mensaje que acompañó el video del concierto que publicó Goudreau en las cuentas de Instagram de Silvercorp. Por “dictador” se refería a Maduro.
Esos fueron días casi felices para la fracturada y conflictiva oposición política de Venezuela.
El mes anterior al concierto, Juan Guaidó se había declarado presidente “encargado” de Venezuela. En un desafío directo a Maduro, más de 50 naciones lo reconocieron como mandatario, incluido Estados Unidos.
Guaidó tenía la esperanza de que el convoy de donaciones apoyado por el concierto de Branson lo ayudaría a alcanzar el poder definitivo, pero todo quedó bloqueado en la frontera, en medio de violentas escenas. Un intento de rebelión a finales de abril también quedó en la nada. Entonces, adeptos a Guaidó comenzaron a considerar remover a Maduro con una operación militar quirúrgica.
La operación
El primer campo de entrenamiento se instaló en la ciudad de Maicao (norte de Colombia) en junio del año pasado.
“Teníamos hombres que se entrenaban y adquirían conocimientos, pero teníamos muchas dificultades económicas. A veces solo nos alcanzaba para proporcionar dos comidas al día, no tres”, dijo a la BBC un ex miembro del parlamento venezolano en el exilio, Hernán Alemán, antes de fallecer por covid-19 a principios de julio.
“Conseguíamos dinero donde podíamos. Yo vendí mi auto y mi apartamento”.
Esta era una conspiración que necesitaba desesperadamente dinero en efectivo. Jordan Goudreau, para ese entonces de regreso en Estados Unidos, ya estaba en contacto con la oposición venezolana.
En un viaje a Colombia, en julio, Goudreau fue presentado al general retirado Clíver Alcalá, el fundador del campo de entrenamiento y que había sido cercano al predecesor de Maduro, Hugo Chávez. Luego se peleó con Maduro y partió al exilio. Los dos machos alfa unieron fuerzas.
“Hablamos del plan, una operación táctica para capturar a los grandes actores políticos de Venezuela que serían entregados a Estados Unidos. Juan Guaidó asumiría el mandato como presidente interino, lo que conduciría a elecciones libres en Venezuela”, recordaba Hernán Alemán.
Goudreau afirmó que arreglaría las finanzas y las siguientes reuniones se sostuvieron en Miami, esta vez con la comisión presidencial de Juan Guaidó, un grupo encargado de explorar en secreto formas de deponer a Maduro.
“Analizamos alrededor de 22 escenarios. Tal vez un tercio de ellos involucraba el uso de la fuerza”, afirmó Juan José Rendón (conocido como J.J. Rendón), un estratega político ferozmente derechista, venezolano, con residencia en Florida y miembro de esa comisión presidencial de Guaidó.
“No hablamos con otros contratistas militares (excepto Silvercorp), pero sí se hizo una amplia revisión. Incluso analizamos a la Legión Extranjera“, dijo.
Goudreau dijo que tenía respaldo financiero, personas que invertirían en la operación militar bajo el entendimiento de que obtendrían recompensas económicas bajo un gobierno liderado por Guaidó en Venezuela. El 16 de octubre de 2019, se firmó un contrato por un operativo “para capturar, detener o remover a Nicolás Maduro, derribar al actual régimen e instalar al presidente reconocido de Venezuela Juan Guaidó”. Goudreau recibiría un anticipo de US$1,5 millones de la comisión y después recaudaría más de US$200 millones.
Para aquellos que conocían el plan secreto cundió el entusiasmo.
Los problemas
“Durante años estuvimos solos, con nuestros propios recursos y sin el apoyo de ningún aparato político”, cuenta Javier Nieto, un excapitán de la Guardia Nacional de Venezuela exiliado quien una vez fue acusado de conspirar para asesinar a Hugo Chávez, por lo que fue encarcelado.
“Pero esta vez, estaba muy emocionado porque el plan se hizo con el apoyo de hombres como J.J. Rendon, Juan Guaidó y su equipo estratégico”.
Sin embargo, en cuestión de días, aparecieron los problemas. Goudreau exigió el anticipo de US$1,5 millones, pero la comisión quería ver primero evidencias de su respaldo. El exsoldado no logró presentar ninguna y una reunión en casa de Rendón junto al mar, en Miami, terminó mal.
“Se puso de mal humor e irrespetuoso”, dijo Rendón, refiriéndose a Goudreau.
“Nuestra última reunión, el 8 de noviembre del año pasado, fue muy, muy incómoda. Así que dije: ‘Esto no va a ninguna parte, quiero que salgas de mi casa’”.
Aun así, Rendón dice que le pagó a Goudreau US$50.000 para cubrir los gastos realizados.
Para la comisión presidencial de Guaidó, el acuerdo ahora era nulo, pero para Goudreau y aquellos que estaban en los campos de entrenamiento de Colombia, que para entonces ya eran tres, seguía muy vivo.
Los estadounidenses
En enero de 2020, dos exsoldados de las fuerzas especiales estadounidenses reclutados por Goudreau llegaron a Colombia. Uno de ellos fue Airan Berry. El segundo era Luke Denman, un veterano de Irak, que se había reciclado como buceador, pero al que le resultó muy difícil dejar atrás la vida militar.
“Creo que él (Luke Denman) realmente extrañaba ese vínculo estrecho que tuvo con las personas con las que estaba trabajando. Ellos viven, duermen, respiran juntos y confían el uno en el otro con sus vidas. Jordan era el médico y Luke veía a esos hombres como sus hermanos, confiaba completamente en ellos”, cuenta Sarah Blake, hermana de Denman.
“Solo sabemos que Jordan llamó a Luke y debió convencerlo de que esto era algo importante, de que realmente marcaría una diferencia en la vida de los venezolanos. Luke llamó a mi papá y le dijo que había aceptado un trabajo, y que era lo más significativo que había hecho”.
La mujer dice que solo sabe que Goudreau “debió haberlo convencido de que era algo importante y que realmente marcaría la diferencia en la vida de los venezolanos”.
“Luke llamó a mi papá y le dijo que iba aceptar un trabajo, y que era lo más algo significativo que había hecho alguna vez “, contó.
Sarah Blake cree que su hermano, ahora preso en Caracas, fue engañado por Goudreau.
“Luke le dijo a mi otro hermano que era una misión apoyada por el gobierno de Estados Unidos”, señala.
Según varias fuentes, esta era una creencia compartida por los venezolanos en los campamentos de Colombia y por el también estadounidense Airan Berry. Pero todo era falso.
Más problemas
Para marzo de 2020, la operación aún no contaba con un respaldo financiero sólido. Y aunque los dos estadounidenses ya se habían unido a la misión, hasta 20 venezolanos se habían marchado. Algunos habían encontrado la vida en el campo demasiado dura, otros temían que el operativo estuviese infiltrado por leales a Maduro. Entonces las cosas empezaron a ir muy mal.
El 23 de marzo de este año, las autoridades colombianas descubrieron un camión cargado de material militar que incluía rifles de asalto. Tres días después, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó al general Clíver Alcalá de “narcoterrorismo” y ofreció una recompensa de US$10 millones por su captura. Se entregó luego de recurrir a las redes sociales para señalar que las armas capturadas en Colombia eran propiedad del pueblo venezolano “en el marco del acuerdo realizado por el presidente Juan Guaido, J.J. Rendón y asesores estadounidenses”, en referencia al contrato que la comisión de Guaidó había dado por terminado meses atrás.
Hernán Alemán le dijo a la BBC que ya a esas alturas algo olía mal y que pensaba que Alcalá fue procesado “para que la operación fracasara”.
Varias fuentes sugirieron que tanto autoridades colombianas como estadounidenses se pusieron nerviosas por los campamentos y pensaron que si sacaban a Alcalá, los hombres se dispersarían. Pero se quedaron. Y con Alcalá fuera, Antonio Sequea, un excapitán de la Guardia Nacional que había trabajado en contrainteligencia en los niveles más altos dentro de Venezuela, asumió el liderazgo de la operación.
Pero ¿dónde estaba Goudreau? No en Colombia…
La desaparición
“El 28 de marzo de 2020, nuestro centro de rescate y coordinación ubicado en Curazao recibió una llamada de socorro de algunas personas en una embarcación de recreo que necesitaba ayuda. Enviamos nuestro avión al lugar de inmediato”, relata Shalick Clement, portavoz de la Guardia Costera Holandesa del Caribe.
El barco se llamaba Silverpoint y los informes de prensa sugirieron que era propiedad de la empresa de Goudreau, Silvercorp. Sin embargo, el avión holandés no fue necesario. La Guardia Costera de Miami ya había dado instrucciones a un petrolero que pasaba para que recogiera a los dos ciudadanos estadounidenses y los llevara a Estados Unidos. ¿Jordan Goudreau era uno de ellos? ¿El Silverpoint llevaba armas a Colombia cuando se averió? La Guardia Costera de Miami remitió todas las preguntas sobre el incidente al FBI, que no hizo comentarios. Se desconoce dónde terminó el barco.
Hasta donde sabemos, Goudreau no volvió a viajar a Colombia, la pandemia lo encontró en Miami. Si fue uno de los hombres rescatados por ese barco petrolero es un misterio, pero es posible que la sentencia de muerte de la Operación Gedeón se produjera en aquella misma jornada. No porque este veterano experto, que se considera a sí mismo un luchador por la libertad, no se encontrara presente para dirigir a sus tropas, sino por la bomba mediática que cayó en Venezuela.
Ese mismo día, en su programa de televisión semanal, Diosdado Cabello, el número dos de Venezuela después de Nicolás Maduro, hizo “revelaciones impactantes”. Presentó una descripción completa de los campamentos en Colombia, con los nombres de muchos de los venezolanos y los tres estadounidenses involucrados.
La operación había fallado.
Para ese entonces, los hombres y la mujer que soportaron las austeras condiciones del campamento habían cambiado de ubicación. Se encontraban en una parte remota de la costa de la Guajira, casi en la frontera con Venezuela, una tierra de cactus, arena y matorrales.
¿Sabían que el gobierno de Nicolás Maduro tenía inteligencia sobre la conspiración? Aparentemente solo los que estaban a cargo tenían acceso a teléfonos celulares. Una fuente afirma que el comandante, Antonio Sequea, sí estaba al tanto de la revelación televisiva de Cabello y de otros comentarios hechos por los ministros de Maduro sobre la conspiración, pero él le aseguró a sus apoyos en Estados Unidos que tenía todo bajo control.
¿Sabía Jordan Goudreau que la operación ya estaba comprometida? Eso tampoco está claro. Ninguno de los estadounidenses hablaba español y otra fuente dice que Luke Denman y Airan Berry tenían un teléfono satelital en Colombia con el que estaban en contacto con Goudreau, quien continuó diciéndoles que llegarían más veteranos estadounidenses para reforzar la misión.
Si Goudreau sabía que el gobierno de Maduro tenía buenos reportes de inteligencia, quizás no se lo contó a sus amigos. Las fuentes dicen que estaba preocupado por los problemas de dinero: todavía debía alrededor de US$30.000 por el armamento capturado por los colombianos. Y a finales de abril, sus abogados enviaron una carta a la comisión estadounidense de Juan Guaidó exigiendo una vez más el pago del anticipo de US$1,5 millones.
En cualquier caso, sea que los combatientes conocieran o no que los detalles de la Operación Gedeón habían llegado a manos del gobierno de Maduro, el plan como tal parecía completamente imprudente. Según fuentes cercanas a la misión, la idea consistía en que, luego de los desembarcos en la costa de Venezuela, los sublevados pasarían unos días en casas de seguridad antes de trasladarse de forma encubierta a Caracas. En la capital venezolana, volverían a permanecer ocultos antes de los ataques a tres objetivos: el Palacio de Miraflores, las cárceles militares para liberar a los detenidos y la sede del SEBIN, el Servicio Bolivariano de Inteligencia de Venezuela.
El objetivo era capturar a Nicolás Maduro y a sus colaboradores más cercanos. ¿Qué podría salir mal? Al final resultó que prácticamente todo.
El intento fallido
El viernes 1 de mayo de este año, a las 6 de la tarde, un bote con 11 hombres salió de las costas de Colombia con destino a Venezuela; llevaban ocho rifles con ellos. Diez minutos más tarde, un segundo barco, con 47 a bordo y solo dos rifles, partió hacia el Mar Caribe. Al cabo de una hora, uno de sus motores falló. Tuvieron que aguantar muchas horas a la deriva con el mar agitado. Los hombres sufrieron intensos mareos y malestar.
En la localidad costera de Macuto, las fuerzas armadas esperaban al primer bote en la madrugada del domingo 3 de mayo, con consecuencias mortales para ocho de los hombres a bordo.
El segundo barco estaba a millas de distancia y con muy poco combustible. Se tomó la decisión de que la mayoría de la tripulación intentara llegar a tierra para darse a la fuga. El resto del grupo, incluido el comandante Antonio Sequea y los dos estadounidenses, permanecieron a bordo y fueron detenidos de inmediato.
La Operación Gedeón fue bautizada como “Bahía de los Cochinillos” por algunos comentaristas en comparación y referencia al fallido intento de invasión respaldado por Estados Unidos a la Cuba de Fidel Castro en 1961, en Bahía de Cochinos.
Otros la han descrito con calificativos como “extraña” o “una locura”.
¿Por qué?
¿Podría el militar Javier Nieto explicar por qué estos venezolanos exiliados corrieron un riesgo casi seguro de muerte o captura?
“Quizás querían morir intentando algo. En Colombia, no tendrían trabajo, ni dinero para sobrevivir. Entonces tal vez habrían tenido que unirse a la guerrilla, o a un grupo de narcotraficantes“, explica.
El militar afirma que “puede sonar loco, pero en medio de esta desesperación, tal vez el 60% o el 70% pensó: ‘Está bien, prefiero estar en la cárcel en Venezuela que en Colombia con uno de esos grupos’”.
Sin embargo, esto no explicaría por qué dos exsoldados estadounidenses altamente entrenados subieron a ese barco en una aventura para “liberar” un país que no era el suyo.
¿Qué ocurrió con el hombre que los había metido en este fiasco desesperado, Jordan Goudreau?
El 3 de mayo, horas después de grabar un video en referencia a las unidades que supuestamente se habían activado en Venezuela y cuando ya estaba claro que la incursión había sido un desastre, el exsoldado hizo una aparición en el programa de televisión “Factores de Poder”, que se realiza en Miami, y reveló detalles del acuerdo que hizo con la comisión presidencial de Juan Guaidó, alegando que aún era válido y que el líder opositor lo había firmado.
“Tengo audio, ya sabes… Tengo una grabación de la verdadera operación entre el presidente Guaidó y yo mismo”, dijo.
El político venezolano negó que su voz fuera la del audio exhibido y aseguró que nunca había hablado con Goudreau ni firmado ningún contrato.
A las pocas horas de la desastrosa culminación de la Operación Gedeón, la oposición de Venezuela afirmó que se trataba de una misión montada, es decir, un ejercicio de propaganda patrocinado y controlado por el gobierno de Maduro.
“Eso es realmente una broma”, dice Jorge Arreaza, ministro de Relaciones Exteriores de Maduro.
“Es una forma de la oposición de evadir responsabilidades. Han hecho tantas cosas en los últimos 20 años, agresiones de todo tipo, y nunca se responsabilizan por lo que hacen. Siempre dicen que fue el régimen, fue la dictadura, fue el tirano”.
¿Traición?
Entonces, ¿quién traicionó a la banda de invasores? Las especulaciones se situaron alrededor de Antonio Sequea, el comandante que reemplazó a Alcalá después de su entrega y traslado a Estados Unidos. Sin embargo, un exiliado con conexiones con los campamentos en Colombia, que no quiso ser identificado, tiene dudas.
“Sabíamos que Sequea solía estar bien conectado con el gobierno, así que eso te hace sospechar. Pero su primo murió en ese primer bote en Macuto. ¿Habría sacrificado a un miembro de su familia?”, señala.
Por su parte, Arreaza también niega que Sequea haya sido informante del gobierno de Maduro. “Son todas mentiras”.
“No fueron los agentes venezolanos los que nos dieron información de los campamentos, fueron varios militares colombianos, porque no querían una guerra entre Colombia y Venezuela”, indica el ministro.
La política venezolana es febril. Puede ser frontal, a menudo violenta, pero sobre todo está completamente polarizada. Algunos en la oposición creen que es posible que Jordan Goudreau hubiese colaborado con el chavismo.
“¿Cómo puede un mercenario estadounidense al que se le ha pagado por matar a Maduro estar trabajando para el presidente Maduro?”, es la respuesta de un irritado Jorge Arreaza ante esa hipótesis.
Hay muchas cosas que aún no cuadran sobre la Operación Gedeón.
Quizás, como pasó con la incursión en Bahía de Cochinos hace 60 años, seguirá siendo objeto de especulaciones sin fin.
¿Y qué pasó con Goudreau? Se desconoce su paradero. El FBI no confirma ni niega si está bajo investigación.
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