El presidente de Bolivia, Evo Morales, se mudó a una moderna casa de gobierno de 29 pisos dejando el colonial Palacio Quemado, sede del poder político durante casi dos siglos.
El colosal edificio, que demoró cuatro años en ser construido, tiene siete ascensores, helipuerto y un piso presidencial de 1.000 metros cuadrados, costó 34,4 millones de dólares.
«La casa del pueblo es una necesidad y la necesidad no es lujo», dijo Morales en un discurso, en alusión a las críticas por la descomunal obra.
La nueva casa de gobierno, construida en las espaldas del decimonónico Palacio Quemado, albergará además a cinco ministerios, que representarán al erario un ahorro en alquileres de 20 millones de dólares anuales, según el mandatario. Con esa economía, «en 4 o 5 años vamos a recuperar lo que invertimos», se justificó.
El edificio incluye sauna, jacuzzi, sala de masajes, sala de lectura y un gimnasio, lo que ha provocado largas críticas de la oposición.
Frente a un grupo de periodistas que le pidió conocer el hidromasaje, la ministra de Comunicación, Gisela López, respondió: «Sería absurdo que yo abra la puerta del baño para hacerles recorrer».
«Presidente, no somos tontos, esto no es una casa, es un Palacio, y no es del pueblo, es de usted. Las cosas como son», protestó el líder opositor Samuel Doria Medina.
La «Casa Grande del Pueblo» dispone de siete ascensores de última generación, uno de los cuales será de uso exclusivo del presidente al igual que dos pisos enteros del edificio.
La planta 13 se destinará a las reuniones del gabinete. En el piso 23 está el área de trabajo del mandatario con un despacho, más dos oficinas y tres salas de reuniones.
En la planta 24 se halla una suite presidencial de 1.068 metros cuadrados, y en la azotea está el helipuerto.
La ostentosa obra provocó también el rechazo del ex presidente Carlos Mesa, quien calificó la construcción de «engendro» porque afecta la concepción urbano-arquitectónica del centro de La Paz, caracterizado por edificios coloniales.
Las críticas están también orientadas al pago de unos 130.000 dólares a los artistas bolivianos que pintaron los 16 murales con motivos andino-amazónicos que adornan las paredes de la nueva sede de gobierno.