Amigo del misionero muerto a flechazos reveló la obsesión que tenía por visitar la tribu

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En Instagram, John Chau aparecía como un aventurero despreocupado: escalaba montañas y exploraba selvas. Pero en realidad, el misionero tenía una obsesión mortal con una aislada tribu de la India de la que había visto algo por primera vez cuando era adolescente.

Chau pasó varios años planeando viajar ilegalmente a la remota isla Sentinel del Norte para convertir a sus residentes al cristianismo. Aunque sabía que los isleños se habían resistido violentamente a los forasteros durante mucho tiempo, este mes realizó una misión secreta a ese protegido lugar. Poco después de su llegada, la tribu lo mató, y la policía dice que aún tienen que recuperar el cuerpo.

La muerte del misionero de 26 años del estado de Washington, que violó varias leyes y puso en riesgo la salud de los indígenas, ha provocado una gran indignación internacional, un acalorado debate sobre la protección de las comunidades tribales y, al menos, dos investigaciones por parte de las autoridades de la India. También ha provocado un debate en la comunidad evangélica de Estados Unidos, que ha estado debatiendo si Chau fue un mártir, fue un loco o tenía un complejo de Mesías.

“Dios, no quiero morir”, escribió Chau en su diario poco antes de ser asesinado y mientras estaba sentado en un barco de pesca frente a la costa de la isla donde viven los miembros de esa tribu. “¿QUIÉN TOMARÁ MI LUGAR SI ME MUERO?”, decía.

Chau, un tipo amable y simpático, tenía el aspecto de cualquier otro mochilero cuando acudió a la tienda de buceo de Remco Snoeij en 2016, en la isla de Havelock de la India. Dijo que quería aprender a bucear.

El joven se había quedado en una casa llamada Scubaluv. Pudo nadar entre peces loro. También tomó fotografías de coral azul para compartir en su cuenta de Instagram, que tenía 17.000 seguidores.

Sin embargo, Snoeij recordó que Chau parecía muy interesado en los miembros de la tribu de la isla Sentinel del Norte, que vivían como en la Edad de Piedra y tenían un límite de protección de 7 kilómetros impuesta por el gobierno indio. La tribu ha resistido durante mucho tiempo fuera del contacto humano. Cuando los helicópteros indios volaron sobre sus cabezas después del tsunami de 2004, los miembros de la tribu dispararon flechas y lanzaron lanzas.

Snoeij le dijo a Chau que la isla estaba protegida. Le habló de dos pescadores que habían viajado a ese lugar en 2006 y que fueron estrangulados por los isleños. También hizo referencia a los rumores de que el ejército japonés había enterrado oro allí durante la Segunda Guerra Mundial.

“Tenía un gran interés en investigar y saber más sobre ellos”, agregó.

Lo que la policía ahora cree es que Chau estaba en una misión de reconocimiento, para aprender cómo sortear las patrullas militares y llegar a la isla.

Chau tenía un “plan muy meticuloso para camuflarse y aparentar que estaba haciendo actividades de pesca“, comentó Dependra Pathak, directora general de policía de las islas Andaman y Nicobar.

El joven, hijo de un médico que huyó de China durante la Revolución Cultural, estaba fascinado con el mundo exterior desde el día que encontró una copia polvorienta de Robinson Crusoe de la estantería de su padre. Más tarde leyó la novela El signo del castor, sobre un niño solitario que cuida la cabaña de madera de su familia con la ayuda de un nativo americano.

Ese libro “me inspiró a mi hermano y a mí a pintar nuestras caras con jugo de moras silvestres y a vagar por nuestro patio trasero con arcos y lanzas que creamos con palos“, recordaba Chau.

En un correo electrónico, el padre de Chau, Patrick, declinó hacer comentarios, diciendo que la familia necesitaba paz.

Chau se especializó en medicina deportiva en la Universidad Oral Roberts, se graduó en 2014 y se ofreció como voluntario para programas de fútbol en Irak y Sudáfrica. Vivió en una cabaña durante tres veranos en el área de Whiskeytown, en California. Una vez tuvo que ser hospitalizado tras ser mordido por una serpiente cascabel.

Un amigo, John Middleton Ramsey, de 22 años, recuerda que en 2016, Chau se quedó con él en Bellingham (Washington), y que la isla en el mar de Andaman estaba muy presente en su mente. Chau confió que estaba evitando los apegos románticos debido a su planificada misión.

“Sabía de los peligros de este lugar“, recordaba Ramsey. “No quería que ningún corazón se rompiera en caso de que algo saliera mal. Era muy consciente de lo que estaba haciendo. También sabía que eso no era legal”.

Ese año, Chau unió fuerzas con All Nations, un grupo misionero con sede en Kansas City (Missouri), que envía misioneros cristianos a 40 países. El grupo le brindó capacitación y apoyo, según Mary Ho, su líder ejecutiva internacional. Estaba sorprendida por el “gentil y callado joven” que quería encontrar “grupos no alcanzados”.

“Se podía ver que cada decisión que tomó, cada paso que dio desde entonces, fue impulsado por su deseo de estar entre los habitantes de la Isla Sentinel del Norte“, dijo Ho. Planeaba vivir allí durante años y esperaba aprender su idioma.

Ho dijo que el grupo sabía que Chau había viajado a la India como turista, sin la visa de misionero adecuada, porque las visas de misionero “no son fáciles de obtener”. Ho insistió en que Chau no había violado ninguna ley, aunque las autoridades en la India afirmaron que claramente lo hizo.

Brahma Chellaney, profesor del Centro para la Investigación de Políticas en Nueva Delhi, señala que Chau violó las leyes de protección forestal y de aborígenes del país, así como las normas culturales.

“Invadió repetidamente esta isla, y perdieron la paciencia con él”, comentó Chellaney. “Una cosa es tener fe y otra una enfermedad mental. No entendió la línea entre la fe y hacer algo que es absolutamente absurdo”.

El diario de Chau, que la familia proporcionó a The Washington Post, se desarrolla como las novelas de aventuras que una vez él leyó. Llegó a ese conjunto de islas el 16 de octubre y pagó a los pescadores para que lo llevaran en bote la noche del 14 de noviembre, evitando así las luces de las patrullas. Cuando se puso el sol, Chau se acercó a la tribu. Según su escrito, las mujeres empezaron a hablar con él, mientras que el joven tuvo que enfrentarse a hombres armados con arcos y flechas. “Mi nombre es John, te amo y Jesús te ama”, grito antes de irse.

El segundo día viajó en kayak a la isla y trató de ofrecer pequeños regalos a la tribu: peces, tijeras, cordones y alfileres. Un hombre le gritó. Él respondió cantando “temas de adoración e himnos”, y la tribu se quedó en silencio. Un joven le disparó una flecha y perforó su Biblia. El joven huyó a pie por los manglares.

“Señor, ¿es esta isla la última fortaleza de Satanás donde nadie ha escuchado o incluso ha tenido la oportunidad de escuchar tu nombre?“, escribió.

Al tercer día, se convenció de que iba a morir.

“Viendo la puesta de sol y es hermoso. Me pregunto si será la última puesta de sol que veo”, señaló. Pidió a los pescadores que lo dejaran en la playa. Regresaron al día siguiente y vieron a los miembros de la tribu arrastrando el cuerpo de Chau.

Los pescadores fueron arrestados, al igual que un amigo de Chau que ayudó a organizar el viaje en barco. La policía aún no tiene una estrategia para recuperar el cuerpo o para hacer frente a los isleños, según dijo Pathak.

Los amigos de Chau que viven en las islas todavía están tristes y desconcertados por todo lo que ha pasado.

“Definitivamente perdió la cabeza”, dijo Snoeij. “Pero pregunta a cualquier aventurero. Tienes que perder un poco la cabeza, ya que de lo contrario no lo harás“, apostilla.