Audiolibros, conferencias, programas de radio y televisión, libros y hasta obras de teatros copan la rutina de Carlos Fraga, quien con 30 años en el medio conoce a ciencia cierta las herramientas necesarias para triunfar y no morir en el intento.
Cuida con gran celo a su familia y amigos, a los que no expone en sus redes sociales como la mayoría de las personalidades de la televisión, por proteger su espacio “sagrado”. A pesar de las peticiones espirituales que le hacen sus seguidores, no se reconoce como un gurú espiritual, ya que no pretende serlo. Solo espera ser útil y lograr conmover a sus espectadores, para generar cambios en ellos.
“Soy vehemente, no lo voy a dejar de hacer, creo mucho en romper vidrios, así te ves en la necesidad de ver qué haces, si los recoges o no, o si pones o no la ventana nueva”, afirma.

—¿Qué tanta charlatanería hay en el mundo de la autoayuda?
—La misma que hay en todos los mundos. Algunos lo ven como un campo fácil para hacer dinero y fama, pero si volteamos a la economía, al periodismo, a las letras vamos a ver que están llenos de charlatanería. El problema no es que haya, sino cuánto dura, porque la mentira tiene patas cortas.
—¿Qué busca el venezolano en el tarot, los caracoles y en las conferencias?
—En los caracoles y las cartas busca lo de siempre, lo de hace siglos, controlar el futuro, tanto de manera personal como general. Las conferencias son otra cosa, por lo menos las que yo hago, y de las que me nutro. Yo busco un impacto, eso que reza la Biblia: “una palabra tuya bastará para sanarme”, que una palabra te conmueve. Busco conmover, son conferencias que se llenan a rabiar. Siento que algo funciona con la gente, la gente recibe una experiencia.
—¿Es más importante conmover que convencer?
—En este mundo se venció la racionalidad, el cartesianismo está en caída, hemos destruido el planeta, este es un mundo que está buscando darle un espacio al corazón. Ya la cabeza como algo rector no funcionó, hay que hacer una conjunción importante con el corazón. Con convencer no hice nada, ya no me interesa, me cansé. Me interesa conmoverlos, así sea que salgas con rabia hacia a mí, pero que haya un movimiento.
—¿Se pueden lograr cambios radicales después de asistir a una conferencia de unas cuantas horas?
—Creo fielmente en lo que dice la Biblia. Creo en que una palabra tuya bastara para sanarme, una mirada en el momento justo puede desencadenar una cantidad de cosas. Una persona sale de una conferencia o de un programa de televisión absolutamente conmovido. Me han llegado a decir: ‘Me cambiaste la vida’. Yo no me lo creo, ahí se generó una sincronía, mi palabra te dijo aquello que tu alma necesitaba escuchar, que lleva a cambios.

—¿Qué ofreces de diferente en tus conferencias en relación con tus programas de radio y de televisión?
—El de las conferencias es un tipo absolutamente libre, que habla por el medio del pecho, dice groserías, chistes. Una conferencia mía es una vivencia, cuando entro al escenario hay alguien en mí que se vuela, entrega todo y da todo, no tengo ninguno de los hilos represivos, de la ley resorte y los medios. La gente va a una vivencia, soy totalmente libre en mis conferencias. Las leyes te ponen mordazas, en cambio la conferencia es mía.
—¿La actual tendencia hacia la autoayuda, podría calificarse de moda?
—Yo lo pondría por otro lado, hay mucha depresión, desolación, soledad. Eso ha abierto un mercado donde caben todos, desde charlatanes hasta gente oficiosa. Eso se puede ver como una tendencia contemporánea, pero es porque hay mucha gente necesitada, muchas empresas a las que ya no le sirve lo meramente técnico, porque saben que un ser humano deprimido rinde la mitad, con suerte.
—Si Venezuela no viviera la profunda crisis que sufre, ¿serían tan exitosas este tipo de ayudas espirituales?
—Evidentemente seguirían siendo exitosas, sobretodo las mías, porque no buscan fórmulas, ni un brebaje, hay una verdad detrás de ellas. Se busca conmover al corazón, indiscutiblemente hay una necesidad humana. Las crisis agudizan las necesidades que tiene la gente, la mayoría tiene una necesidad imperiosa de un ya.
—¿Cuál sería el principal problema del venezolano promedio?
—Que estamos poniendo toda la fe y esperanza en otros, y hay poca conciencia de que soy un factor de cambio, de país. Nos hicieron sentir que no éramos el país, sino el grupo de gobernantes que hacían cosas, por eso buscamos y generamos gobernantes que se parecen a nosotros.
—¿Cuál es el principal fracaso del país?
—Haber puesto en alguien la posibilidad de mí, de mi país, de mi desarrollo. Cuando pongo esa posibilidad en alguien y no en mí me vuelvo un espectador. Tenemos que empezar por cambiarnos a nosotros, trabajar ese jardín privado que es el país.
—De acuerdo con tu percepción de la pareja, ¿cuánto daño le ha hecho al país su estructura matriarcal?, ¿cómo se refleja la ausencia del padre?
—Esto es una realidad que pasa del Río Grande a la Patagonia. De alguna manera hemos excluido a un padre y, esa exclusión tiene mucho que ver con las acciones del hombre. La que cría es la mujer y la mujer ha criado hombres incapaces. Es una acción que la desgasta, la deja muy sola y sobretodo muy seca. Asume una cantidad de batallas y responsabilidades que no le corresponden. Hemos excluido a un 50% y andas cojo, y vas a andar cojo siempre.
Es una estructura sistémica que pervertimos y generamos a una híper mujer que no es feliz. La fórmula de las mujeres 4×4, que hacen de todo, no funciona, viven una vida de parapeto, con mucha infelicidad adentro. Eso ha generado esta estructura matriarcal y esta exclusión de la figura paterna tan importante. Sino honras al que te dio el 50% de tu vida vas a estar coja para siempre, en tu realización interna.

—Hace unos años recomendaste cerrar el duelo por el país que fue, ¿has visto mejoras desde ese entonces?
—La realidad te sigue dando golpes, creo que hay un duelo y tenemos que empezar por asumirlo de una vez, aceptar que la Venezuela que estábamos añorando no va a existir, viene otra y la vamos haciendo nosotros. El duelo no es una piedra que se cae y la recoges, es un cristal fino que se parte en mil pedazos, es un vivir para recoger esas astillas que pueden estar regadas por el piso.
—Eres muy reservado con tu vida privada, ¿obedece a algo en particular?
—Aprendí que lo sagrado es lo sagrado y tiene que ser sagrado. Tengo un hogar que me permite sonreír a pesar de no haberme ido del país, aunque soy ciudadano norteamericano. Es sagrado por mí y por ellos. No lo ventilo, tampoco lo escondo, se respeta.
—¿Por qué no te has ido del país?
—Aquí tengo todo, mi vida, amigos, muertos, mi gente, me pagan bien, me quieren mucho, me respetan. Ahora es cuando tengo cosas que hacer en este país. Podría irme porque ya tengo una cantidad de escollos superados, mi hermano y mi padre viven en Estados Unidos, pero este es mi país y le pido a Dios todas las noches que no permita que nada sea lo suficientemente fuerte para tener que irme.
—¿Qué tan lejos o qué tan cerca estás de ser un gurú espiritual?
—Ni lejos ni cerca porque no lo pretendo, no me quita el sueño, ni me da sueño. Opto por ser útil, la gente me busca, y es una cosa que agradezco de rodillas. Si ves las respuestas a las 150 personas que me escriben semanalmente a mi página, solo les digo: “no tengo respuestas a tu vida, ponte a trabajar tu vida, decide tú el cambio”.
—Profesor de literatura, periodista, escritor, actor, terapista, ¿qué te falta para ser el novio de la madrina?
—Todo esto ha tenido un sentido y se ha dado. Mi programa se transmite en 12 países, está súper vendido, pero por detrás está el terapista, el profesor, el actor. Si sacas a uno de ellos ese programa no va a tener el alcance que tiene. En la vida no hay nada desechable, es esta cultura de mierda que quiere hacerlo todo desechable. Te puedo decir que soy el novio de la madrina, porque soy todo lo que has dicho y más, porque además soy intenso, cuando me meto me meto.
—¿En qué momento respiras?
—Siempre. He logrado concebir un equipo donde el que menos años tiene conmigo tiene 8 años, tengo gente que de verdad me facilita mucho el trabajo. Mira que tengo vida y es porque tengo un equipo maravilloso, los quiero, los respecto y admiro. Eso hace que yo respire. Yo soy la gallina de los huevos de oro y si yo no estoy bien nada está bien.
Sabrina Machado/Panorama