Alba Roversi señala que tiene todo en Venezuela como si fuera a regresar

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“Yo no me fui de Venezuela por la grave situación que vive el país, sino por una circunstancia de trabajo”, aclara Alba Roversi para destacar la principal razón para irse a vivir a Miami, ciudad a la que se marchó en 2011 para participar en una versión al español de los Monólogos de la vagina, que montó en aquella ciudad el director y dramaturgo venezolano Manuel Mendoza.

“Inicialmente iban a ser nueve funciones, pero el éxito fue tan grande, que terminamos haciendo más de 30. A partir de allí, se me abrieron otras puertas, oportunidades que obtuve por mis telenovelas anteriores, por ellas sabían quién era”.

La actriz recuerda minuciosamente cómo fue su semana antes de abandonar Venezuela. “El miércoles 2 de febrero de 2011 terminé de grabar La mujer perfecta en Venevisión y el domingo siguiente finalicé la temporada teatral de Confesiones de mujeres de 30. El lunes ya estaba viajando a Miami”.

Desde entonces, nuevos e interesantes proyectos en lo laboral fueron surgiendo progresivamente y casi sin pausa. “Hice una temporada de Confesiones de mujeres de 30 en Nueva York, con María Conchita Alonso y Charityn Goico. Casi al unísono me contrataron de un canal regional, Mega TV, para un show llamado A tacón quitao, una revista de variedades donde yo era la conductora principal. Estuve siete meses allí. Ese mismo año me llamaron de Telemundo para hacer Corazón valiente. Entré en la mitad de la telenovela haciendo de madre de uno de los protagonistas, y estuve en más de 200 capítulos. Luego vino Marido de alquiler, como la tía Iris, un personaje de comedia que pegó mucho. Era una villana a la que todo le salía mal. Participé también en dos unitarios de la serie Decisiones, sobre casos judiciales, y hace un año hice otro dramático, Sangre de mi tierra, también en Telemundo».

“Ya tenía mi visa de residente desde 2005”, relata para explicar que no tuvo tropiezo alguno a la hora de quedarse y seguir trabajando. A ella se le unió su esposo, Richard González, operador de video que viene de una familia televisiva, pues su padre, Orlando González Véliz, trabajó durante largos años en ese campo en RCTV. “Hicimos una buena mancuerna, él consiguió la visa y ahora es residente como yo. Las puertas se nos fueron abriendo. En cuanto a mi hijo Enrique, al principio prefirió quedarse en Venezuela”.

-Él trabajaba con Carlos Ocariz, es graduado en finanzas en la Universidad Metropolitana y se inclinó hacia la parte política y social. Pero un día vino a renovar la residencia americana y se quedó. Actualmente tiene 30 años y trabaja en una multinacional, la Fundación Techo, que gestiona el dinero para hacer casas de transición para gente de bajos recursos en Latinoamérica, en países como Argentina, Costa Rica y Colombia, entre otros. Hacen una labor bellísima.

-¿Tiene en proyecto alguna otra telenovela?
-No he vuelto a hacer telenovelas porque aquí se cerró esa posibilidad de una manera brutal y voraz. De cuatro que se hacían en un año, ahora producen una en ese mismo lapso. Ahora todo lo traen hecho de México y Colombia. Les sale mejor, o les conviene más hacerlo de esa manera. Ahora se hace un casting y casi terminamos cayéndonos a mordiscos (ríe), estamos como caimán en boca de caño. Es que aquí hay mucho talento bueno: colombiano, argentino, venezolano… No hay cama para tanta gente.

-¿Y artísticamente dónde se ha desenvuelto?
-Para mi suerte, no me va mal. Cuando terminé en octubre de 2017 la telenovela Sangre de mi tierra, en noviembre ya estaba haciendo ¿Felices los cuántos?, una obra de teatro que resultó todo un éxito de crítica y público. Me contrató Alexis Valdés, escritor, actor y productor cubano que es un ídolo en este país. Estuvimos casi un año en cartelera en el Teatro Trail, que tiene 400 butacas, llenando los viernes, sábados y domingos. Fue una experiencia maravillosa. La terminamos en septiembre pasado.

Ya antes había dirigido y actuado en dos obras para microteatro del mismo Alexis Valdés. “Lo conocí de la época en que venía a promover mis telenovelas en Miami e iba a su programa de televisión”.

-Me ha ido muy bien, no puedo quejarme -reitera-. Me puse a producir con Ale Entertainment, empresa de mi propiedad. Montamos obras de teatro, o las traemos para presentarlas, tanto en los microteatros del Paseo de las Artes como piezas largas, títulos como Monólogos de la vagina, Monologando, Toc toc y Todo es una mierda, que produje y actué.

-Dicen que es usted muy activa en su solidaridad con Venezuela…
-Pertenezco a Raíces de Venezuela. Recogemos cosas usadas en buen estado, como ropa, sábanas, cobijas, platos, ollas y muebles, para quienes lleguen aquí a quedarse tengan algo con que arrancar. Tenemos una página web y un email, donde la gente que lo necesita se va anotando. Los viernes, día de las entregas, ya tenemos las cajas preparadas para ellos. También colaboro con Los caminantes por Venezuela, de Nelson Bustamante, que asiste a los venezolanos que salen por la frontera de Cúcuta, con el invalorable apoyo de la Cruz Roja colombiana. Hay otra fundación importante, Ayuda Humanitaria por Venezuela. Recogemos medicinas e insumos médicos en Estados Unidos y Europa para llevarlos a nuestro país.

-¿Qué añora de Venezuela?
-Todo. Me ha costado mucho vivir fuera. Soy muy venezolana. Hablo y se me sale una reina pepiada, como dice jocosamente Gledys Ibarra. Extraño mis novelas, mis tradiciones, mi familia, mis amigos, la gente que es tan divina. Lo que soy se lo debo a la educación y valores que recibí allá de mis padres.

-¿Regresaría?
-Sin ninguna duda. Aunque fui hace un mes y vi esa posibilidad un poquito más lejos de lo que quisiera. Todo está más deteriorado, no hay desarrollo. Pero tengo todo allá como si fuera a regresar. No quiero que me quiten esa ilusión, reseña El Universal