Vinotinto, cuando lo nuevo luce viejo

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A los 34 segundos Venezuela perdía contra Brasil. A falta de seis minutos cayó ante Paraguay. Los elegidos por Noel Sanvicente se despiden de las dos primeras fechas de la eliminatoria dejando una imagen muy pobre y con cero puntos en las estadísticas. El problema de juego colectivo, sin embargo, es peor que los números. O el mensaje no cala o los intérpretes son los equivocados.

 

La frase “Call it, friendo” fue escogida como la cita cinematográfica que más influyó en la cultura estadounidense en el año 2007. La dice Javier Bardem en “No Country for Old Men”. La escena transcurre de la siguiente manera: Chigurh – un asesino a sueldo- entra a una tienda y muestra una moneda al despachador, quien debe elegir entre cara y cruz. La posible víctima asegura que no tomará una decisión hasta que no sepa qué se juega. El actor español responde entonces: “Call it, friendo” (Tú decides amigo).

Cuando un técnico de una selección decide un 11 asume las consecuencias de lo que sucederá en la cancha. Joseph Guardiola lo explica así: “En un momento tomas una decisión que te obliga a tomar esta otra y, en suma, obtienes este resultado”. Después de los dos partidos de la selección de Venezuela la casilla de puntos está en 0  y no hay otro responsable que Noel Sanvicente. El DT fue quien elaboró la convocatoria y trabajó el plan de ruta con estos jugadores.

Lo anterior no quiere decir que no existan fallas individuales. El yerro de Oswaldo Vizcarrondo (ante Paraguay) y los de Fernando Amorebieta, Alejandro Guerra, Ronald Vargas y Roberto Rosales (ante Brasil) no son dignas de jugadores que tienen un largo recorrido en diferentes clubes, muchos de ellos de primer nivel. ¿Se les olvidó jugar? No. ¿Pasan por el mejor momento futbolístico para que fueran titulares? Es probable que no. A los estrategas siempre les toca la peor parte. Por ejemplo, el fanático cree que Christian Santos fue titular porque lo exigió por Twitter y no porque el entrenador (que lo convocó incluso antes de entrar en racha en su liga) vio en él las características necesarias para vestir la camiseta Vinotinto. “Solo se nos recordará si ganamos, si no ganamos, todo esto quedará como una anécdota”, también ha dicho Pep.

Un partido horrible

Brasil fue mucho más que Venezuela en todas las facetas de juego. El 2-1 transitorio fue mentiroso e injusto para el local. Cierto que esta selección de Dunga no llena los ojos, pero por oportunidades, la diferencia pudo haber sido de cuatro o cinco goles. Se notó la falta de ritmo de Amorebieta, la debilidad en el cuerpo a cuerpo de Guerra, el destiempo de Oswaldo Vizcarrondo y la vulnerabilidad de Rosales. Willian, jugador del Chelsea, hizo lo que quiso ante la marca que se le presentaba, individual o escalonada. Era un Fórmula Uno y Venezuela un volkswagen escarabajo.

La intención de Sanvicente era clara de entrada. Buscaba con Vargas y Guerra manejar el balón. Detener el tiempo y jugar con la desesperación del local era la meta. Sin embargo, cualquier plan se acabó antes del primer minuto. Un leve empujoncito sobre “Lobito” generó un uno contra uno de Willian sobre Amorebieta que el defensa no supo resolver. El misil –sin ninguna traba de Fernando- quebró las manos de Baroja. Minutos después el propio portero evitó de manera providencial el 2-0. En esos primeros 20 minutos, la selección criolla fue Loki en las manos de Hulk en The Avengers.

El segundo tiempo mostró una mejoría, aunque se combinaron ciertas cosas: la abulia típica de los equipos de Dunga cuando se sienten en ventaja y un mayor esfuerzo de los jugadores venezolanos por tratar de hacer algo. El ingreso de Arquímedes Figuera y John Murillo, por los irreconocibles Guerra y Vargas, dieron nuevos aires al mediocampo. Decir que se generó fútbol sería exagerado. Christian Santos y Salomón Rondón siguieron aislados, pero al menos el balón se perdía con menos facilidad y en el costado derecho empezaron a generarse ciertas cosas parecidas a lo que denominamos fútbol.

Precisamente fue Santos el que se lleva los piropos en este encuentro. Dos cabezazos suyos espabilaron la modorra criolla y un no muy ortodoxo golpe de pierna, luego de una aún más extraña habilitación de Vizcarrondo, produjeron cierta euforia nacional que fue rápidamente acallada por su propio compañero: Amorebieta. En otro de sus tantos fallos permitió el 3-1 definitivo. Ricardo  Oliveira sabe que a sus 35 años no se puede desaprovechar tales regalos.

Y nos quedamos con Santos. Tal vez él personifique lo impredecible que puede ser una eliminatoria mundialista en Sudamérica. Este jugador, que Sanvicente ha dicho que no responde a lo que se le pide, infló de esperanza a todo un país. Por segundos se soñó con la remontada. Otros, mucho más experimentados, que en teoría deberían responder a la confianza del estratega, siguen en deuda. Tal vez sea la hora de que “Chita” acepte que se lance la moneda y se juegue la vida con otros menos habituales, porque los regulares lucen muy agotados, como si el ciclo hubiera finalizado antes de empezar. Call it, friendo“.

El Estímulo