Real Madrid remonta al Atleti y pasa a la final de la Supercopa

El Madrid se mete en la final de la Supercopa después del mejor duelo con el Atlético en años. Decidió un autogol de Savic en la prórroga. Marcaron tres defensas blancos. Los de Simeone se quedaron sin energía.

El Madrid se metió en la final de la Supercopa por insistencia, por empuje y porque sus defensas son temibles… en ataque. Eso sí, tuvo que esperar a la prórroga y remontar dos veces la desventaja ante un Atlético que sabe cómo desnaturalizar al equipo blanco. Simeone es un ogro para el Madrid, En partidos abiertos o cerrados, con pocos goles o con muchos, consigue llevar al límite los derbis. Llegó al 85′ por delante tras un error de Kepa, desafortunado, pero entraron Kroos y Brahim para cambiar el duelo, igualar primero y remachar en la prórroga.

Los derbis suelen tener más pasado que presente, más emoción previa que sustancia en el campo. No fue el caso de este, descosido como le gusta tanto a la gente y tan poco a quienes lo preparan. Un partido de acción, de áreas, con errores y aciertos, para todos los públicos y para todos los tiempos, inolvidable. Hubo hasta buen rollo y mejor arbitraje de Alberola, ayudado por la buena educación general. Un ejemplo. Lo ganó el Madrid casi sobre la bocina, en un remate mordido de Joselu que tocó en Savic, después de que marcaran tres de sus defensas. El Atlético murió por falta de fuerzas, no por falta de empeño.

Los derbis arrugan. Podría decirse que es una evidencia científica si el fútbol fuese ciencia, que no lo es. Así que por ese principio se colaron en el partido dos centrocampistas de cercanías, Tchouameni y Saúl, en ejercicios de musculación de su respectivos técnicos. Siempre se necesitan patrulleros en el centro del campo, incluso defensas pesimistas, en partidos sin retorno, acaban pensando los entrenadores para justificar los pasos atrás. El partido, luego, fue por otro lado, a beneficio del público saudí.

La primera parada de Kepa, que luego no tendría continuidad, acabó en córner, el Madrid llenó el área de defensas optimistas y Hermoso cabeceó picado a la red con los pies casi clavados en el suelo y sin más oposición que un saltito protocolario de Rodrygo. El mismo inicio que en el Metropolitano. La misma abrumadora superioridad aérea del Atlético. El mismo bajón de testosterona del Madrid.

De cabeza a cabeza

La puesta en escena del Atlético fue excelente: amplitud de vuelo en los laterales, soltura para salvar la primera presión falta de convencimiento del Madrid y precisión para lanzar las contras. Únicamente dejaba el cabo suelto de Rodrygo, capaz de colarse insistentemente en ese ángulo muerto que dejaban Lino y Hermoso.

En esa dinámica de dominio poco emocional del Madrid tuvo Morata el segundo, pero estrelló en el lateral de la red su forzado remate con poco ángulo. Conviene no dejarle puertas abiertas así al Madrid, que empató antes de jugar. Córner botado por Modric y cabezazo de Rüdiger, los actores de la última victoria blanca en la Liga, ante el Mallorca, con un estética diferente. El remate del alemán, embistiendo desde atrás, calcó el de Ramos en Lisboa. Cabezazo a cabezazo va pasando pantallas el Madrid a la espera de que espabilen sus delanteros.

Los goles son, a menudo, el timón de los partidos y el de Rüdiger marcó un cambio de rumbo. Desapareció el buen Atlético inicial y asomó un Madrid con más colmillo. Primero fue un misil alto de Valverde, después un tiro sin colocación de Rodrygo rechazado por Oblak y, finalmente, un gol inesperado: Carvajal, descomunal todo el partido, filtró al área un pase raso y Mendy apareció donde debía esperarse a Bellingham y con un toque suave de izquierda desvió a la red. Un gol de lateral a lateral, una defensa desatada en ataque. No queda otra cuando se recorre el mundo sin un nueve.

El Atlético, en cambio, tiene un nueve y un nueve y medio. Los dos lo probaron por arriba de nuevo antes del descanso, pero los cabezazos de Morata y Griezmann carecieron de maldad. Cabe decir que a esas alturas Bellingham triplicaba en presencia al astro francés… hasta que este reapareció a lo grande. Tomó un balón en tres cuartos de campo, se deshizo de Modric ayudándose del tacón y marcó de derecha desde fuera del área para empatar un partidazo y bajar a Luis de la cima de goleadores atléticos. Oblak salvó luego la igualada al descanso. Pillado a contrapié por Rodrygo, batió los pies para encontrarse la pelota.

Vuelta al alboroto

La segunda mitad empezó perdiendo latidos. Tardó en verse algo de provecho y fue producto de un error grosero de Carvajal, que dejó a Lino con Kepa a tiro. Cruzó demasiado su disparo. Madrid y Atlético se habían vuelto cautos. Los primeros cambios tuvieron más calado en el Atlético, porque la entrada de Nahuel Molina llevó a Llorente al centro del campo. El del Madrid fue académico, Kroos por Modric. El alemán fue abucheado por sus críticas al fútbol saudí.

El partido se había vuelto hermético y las oportunidades llegaban solo por faltas de atención. En una de ellas pudo marcar Carvajal, tras pillería de Vinicius. Oblak volvió a ser crucial.

Un error clamoroso de Kepa nos devolvió al alboroto inicial. Riquelme mandó un centro cerrado por el que pugnó limpiamente Morata, el meta vasco se atarugó y la pelota acabó dentro tras un toque en Rüdiger, víctima colateral. Ventaja atlética y territorio del Madrid, el equipo que se rasga la camisa con más elegancia. Una triple embestida acabó en el tercer empate: Oblak salvó la de Vinicius, Hermoso la de Bellingham, nadie la de Carvajal. Tercer gol de un defensa blanco. Ahí estaban ya Brahim y Camavinga, encantados con ese huracán en que acabó el Madrid los primeros 90 minutos. El Atleti se quedó sin energía y el equipo de Ancelotti, sin ideas. Y en un remate pifiado de Joselu, el último asaltante, que tocó en Savic, previo centro de Carvajal, el Madrid sacó entrada para el domingo. Luego adornó el triunfo Brahim a puerta vacía con Oblak en área madridista buscando lo imposible. Lo mejor es que nos quedan dos derbis más.