Naomi Osaka ya ha comenzado a forjar una leyenda que tiene muchos ingredientes de que sea para largo plazo. Tiene 23 años y en su haber ya cuatro Grand Slams (US Open 2018 y 2020, Australia 2019 y 2021). El último, segundo conseguido en Australia, con una lección de tenis y convicción ante la debutante Jennifer Brady en una hora y veinte minutos por 6-4 y 6-3.
Decía en la previa que nadie se acuerda del nombre de la finalista. Que la historia solo recuerda a quien gana. Por estrategia o para ganar confianza, la japonesa ha hecho cumplir la frase en las cuatro ocasiones que ha tenido oportunidad. Dos veces en el US Open y dos más en Australia. Le van a Osaka las superficies rápidas porque su tenis se adapta de maravilla a la dureza del cemento. Así juega ella, olvidada casi la faceta defensiva porque con su derecha plana y su revés angulado logra desequilibrar a cualquier rival.
Lo ha vuelto a demostrar en Melbourne Park, deshaciéndose, con muchos apuros a Garbiñe Muguruza (el único set que perdió en todo el torneo y en el que levantó una bola de partido), y mostrar una contundencia preciosa ante Serena Williams y con Brady en la final.
Su saque, que roza los 200 kilómetros por hora sin apenas esfuerzo, acribilló a la debutante Brady, todo ilusión y tenis de futuro, pero no suficiente para frenar las ganas de leyenda de Osaka. Logró la japonesa seis saques directos, y alguno más que no fue directo, pero sí la pusieron en el trampolín para la victoria. La estadounidense, no obstante, plantó batalla cuando se liberó de los nervios. Se levantó de un 1-3 y tuvo bola para igualar a 5, pero dos errores le impidieron continuar en el primer set. Y eso, ante Osaka, se paga caro.
Porque a la 3 del mundo no le sienta bien que le contesten a sus golpes. Y enfadada encadenó cinco juegos consecutivos para ponerse con un contundente 4-0 en el segundo parcial. Bajó entonces un poco la intensidad, también porque Brady apuró todavía más a las líneas y le sirvió para frenar la racha de la rival y sumar tres juegos para demostrar que si Osaka es la estrella hoy, ella tiene planta para ser la siguiente.
Osaka, de padre haitiano y madre japonesa, imprime de nuevo su nombre en el trofeo grande de un Grand Slam. Domina el circuito femenino en las pistas rápidas, ya sabe manejar la presión a las mil maravillas y tiene muy claro que lo de ser solo finalista no va con ella. Naomi Osaka, 23 años, imperial campeona del Abierto de Australia.