FC Barcelona ha ganado 0-2 al Osasuna en Pamplona y se coloca a dos puntos del líder Atlético de Madrid que mañana juega el derby ante Real Madrid.
Llegaba el Barça al Sadar aún con el confeti pegado en las camisetas de los jugadores. Las dos victorias ante el Sevilla han dado un vuelco a las perspectivas de los de Koeman y ganar a Osasuna era la guinda a siete días de ensueño y poder sentarse este domingo en el sofá a ver tranquilamente cómo se ‘pegan’ sus rivales en el Wanda.
La diferencia entre un grande y un equipo notable, pero inferior, siempre la marcan los cracks, los que con un detalle deciden un duelo. En el caso de Ter Stegen, con varios ‘detalles’. Al descanso, el Barcelona dominaba 0-1 gracias a un golazo de Jordi Alba, habilitado por Messi en una jugada mil veces vista pero que pocos rivales pueden frenar, y por las paradas de su portero, que hasta en tres ocasiones salvó a su equipo para marcharse al intermedio invicto. Enorme el alemán.
Osasuna había impuesto un ritmo alto de salida, presionando mucho a los azulgrana. Además de ser una de las señas de identidad de los de Arrasate, esperaban con ese ímpetu que el Barça pagase el enorme esfuerzo físico y mental de su semifinal copera del miércoles ante el Sevilla. Ojo, hablamos de presión, pero no de agresividad. De hecho, la primera falta rojilla no llegó hasta el minuto 24.
Koeman, por su parte, repitió esquema, ese 3-5-2 que tan buenos réditos le está dando últimamente, pero con dos cambios en el once respecto al épico triunfo copero. El obligado de Umtiti por la lesión de Piqué, y la entrada de Griezmann para dar descanso a Dembélé.
En esos primeros 45 minutos, el peso del partido lo llevaron los navarros. El Barça, con aire cansino, vivía de su portero y de su calidad para ir capeando el temporal. Hasta el gol de Jordi Alba, sólo un pase en profundidad a Messi interrumpido por mano fuera del área de Sergio Herrera, era todo el balance ofensivo culé. El fuera de juego en el VAR anuló la roja al portero de Osasuna.
Arrasate debía pensar que el plan era el correcto, ya que el marcador podía haber estado a su favor perfectamente, pero como decimos, de toda la vida los grandes han sacado adelante partidos en los que han sido inferiores. La calidad, que se dice. Koeman, por el contrario, sí movió el banquillo en el intermedio. Umtiti, con amarilla, dejó su sitio a Dembélé, un cambio ofensivo, con regreso al 4-3-3 y ganas de sentenciar cuanto antes. Pudo hacerlo, de hecho, Messi a los tres de la reanudación, pero Sergio Herrera demostró que también sabe salvar a su equipo.
Bien por ese cambio de sistema, bien porque Osasuna bajó un punto sus revoluciones, bien por ambas cosas, el Barça se adueñó del balón y disfrutó de minutos mucho más cómodos que en la primera parte. Con el balón en su poder, se corre menos y siempre es más fácil que el gol a favor caiga por su propio peso. Evidentemente, Arrasate se percató de que así no se iba a ningún sitio y rápido cambió de piezas. También Koeman, con Ilaix y Braithwaite, sabedor de que el equipo iba a agradecer oxígeno tras las últimas escaladas.
El partido volvió a girar de nuevo, otra vez con Osasuna llegando más a los dominios de Ter Stegen. Ahora no hizo falta que el alemán exhibiera sus superpoderes, pero las llegadas se sucedían y el 0-1 era poca renta como para que el Barça viviera tranquilo.
Para los azulgrana era vital recuperar el balón, dejar pasar los minutos y esperar el pitido final. Y lo consiguió, con la guinda del gran gol del joven Ilaix. Así que más no se puede hacer viniendo de donde venía. Sigue vivo en la Liga y la Copa la tiene a tiro, a sólo 90 minutos. Rematar la faena el miércoles en París ya sería el culmen del proyecto de Koeman. Soñar es gratis, pero el fútbol es fútbol…