Gayà encuentra el milagro con un empate en el último suspiro. Fue el premio a la constancia. Antes, Alemania había mandado gracias a una delantera mortal, con Sanè y Werner. La Liga de las Naciones comienza con los santos vestidos de rojo. Luis Enrique renovó el equipo y encontró la fortuna cuando ya parecía todo acabado. Gayá hizo de Puyol.
Serán los tiempos. España está en el laboratorio. Lo que hay ahora es la niebla. No se sabe lo que pasará en un equipo de emisión en pruebas. Una Alemania de toda la vida, rápida y fuerte, encontró más dinamita en el área que el maquillado grupo de Luis Enrique. La ilusión se llama Ansu Fati, de 17 años. La realidad responde a Timo Werner. El milagro fue de Gayà, a la desesperada.
Nunca era un buen momento para visitar a Alemania, territorio de afrentas. Ahi podía esperar una ratonería de ‘Torpedo’ Müller o Hrubesch rematando terneros en el punto de penalti. Ahora, en este fútbol raro, aguardaba la Liga de las Naciones, un invento para sacar euros y probar pizarras que coge a muchos futbolistas con arena en los bolsillos. Además, los alemanes se presentaban sin los mejores pósters del Bayern, Kimmich, Gnabry o Müller.
Alemania lleva 14 años con el mismo profesor, Joachim Löw, mientras que España, entre disparates y desgracias, suma cuatro seleccionadores en dos años, suficiente para extraviar un plano definitivo del edificio del juego. La mano de juventud de la lista de Luis Enrique no fue tanta en el equipo inicial y eligió una foto con muchas trincheras. Ferran Torres era el único debutante y notó el bautizo en su precisión. Imponía el rival y el escenario, apabullante y deprimente con tanta silla vacía.
Entre las decisiones de Luis Enrique estaba la de mantener el sistema medular con Sergio Ramos y Busquets. El azulgrana continúa fuera de ritmo. Está en un momento en el que es más sencillo ser cruel que respetuoso. Antes mandaba en el tráfico rodado y ahora le atropellan. El fútbol es de comida rápida y hay muchos que le quieren jubilar. La temporada va a ser vital para un jugador capital en los últimos años. Mikel Merino le sustituyó después del gol de Werner.
A España le costaba avanzar un milímetro. Carvajal y Navas coincidían en la banda derecha. El sevillista se ubicó de extremo, la posición en la que volaba como un papelillo cuando se hizo célebre en el fútbol. Alemania probó pronto la guantera de De Gea, agil en tres ocasiones. El meta del United recuperó el puesto en un debate eterno en la selección española.
Löw colocó a tres centrales, Süle, Rüdiger y Can, una exhibición de corpulencia, pero con la agilidad de un salón de futbolines. Y Can fue el mejor socio español. Entre él y Trapp regalaron un gol a Rodrigo que este perdonó al verlo tan sencillo. Cuando quiso rematar a puerta vacía se le echó encima el portero, aquel que con el PSG se llevó la cartuchera llena del Camp Nou.
La visión de Thiago
Había también una conferencia de cerebros. Kroos conectaba bien con Werner y Sanè, el nuevo cohete en la sala del Bayern. En España era Thiago el que más claro lo veía. Va de un lado a otro buscando el balón y lo reparte con eficacia. España llegó al intermedio con otra buena ocasión de Rodrigo.
El que no estaba para perdones era Timo Werner, la bala del Chelsea, al que es imposible contarle los desmarques. 24 goles en el Leipzig eran un aviso. La segunda mitad la inició con un remate raso a la red tras una maniobra de tipo de talento. Cada balón cerca de este bólido o de Sanè era un nudo en la nuez de la defensa española.
El gol impidió ver el impacto de Ansu Fati en el campo. Luis Enrique le graduó por Jesús Navas. El azulgrana de 17 años no conoce la timidez. Tenía cinco añitos cuando Fernando Torres hizo el gol a Lehmann. En cuanto coge el balón encara. Es normal que a esa edad esté crudo. Así no está Sanè, recuperado de una lesión de larga duración, que se fue tocado, un alivio para España. Alemania se refugió cerca de Trapp.
Alemania prestó el campo y el balón a España en los últimos minutos. Thiago era el más inspirado y rozó la igualada en un disparo desde fuera del área. Cerca del punto de penalti se metía poco miedo, un virus que amenaza el futuro de la selección. España se metía en el área para buscar un cuello fuerte, un reintegro ante tanta insistencia. Alemania se metió en las medias de Trapp y lo pagó.
Con el reloj tiritando Sergio Ramos hizo falta en un gol de Ansu Fati. Faltaba rebobinar hacia la santería. Ahí apareció Gayà, en el área pequeña, para igualar. Una maniobra antinatural en un mundo extraño. Da igual. Sabe a victoria. Sucedió en Alemania, donde nada es sencillo.