Novak Djokovic enseñó al mundo que es el mejor. Por si había alguna duda, el serbio se coronó por séptima vez en Australia y lo hizo ante Rafael Nadal, su más directo rival en el circuito, con un tanteo de 6-3, 6-2 y 6-3, en 2 horas y 4 minutos.
El español, que cedió 13 de los primeros 14 puntos del partido, no entró nunca en ritmo. Le perjudicaron los dos días parado entre las semifinales y la final y los nervios, que estaban más en su raqueta y en sus piernas que en las del serbio. 7 de los últimos 12 tenistas que salieron victoriosos del Melbourne Park disputaron su semifinal el viernes.
Djokovic había ganado los últimos siete partidos entre ambos sobre cemento, sin conceder un asalto, y eso pesaba mucho en la moral de Nadal. El pupilo de Carlos Moyá, que sólo había perdido dos veces el saque en el torneo en el debut ante James Duckworth, ya lo había regalado en el segundo juego.
El número uno mundial, que seguirá siéndolo todo el tiempo que él quiera, se estiraba para llegar a pelotas imposibles. Disfrutaba de un segundo punto de ‘break’ para adelantarse 4-0 en el marcador.
Rafa encontró entonces una buena continuidad con su primer saque y respiró. Estrenaba su casillero. Se había hablado mucho del servicio del manacorí pero es que ‘Nole’ no perdió un punto en la puesta en escena de la pelota hasta cuando Nadal afinó la puntería estaba demasiado atrás para remontar la manga inicial. Levantó un punto increíble con un globo de su adversario al que llegó con un pasante. Pero eran situaciones puntuales.
El ritmo lo marcaba Djokovic, que le endosó el primer set a Rafa en el torneo en un visto y no visto. El lenguaje corporal de los protagonistas indicaba su estado de ánimo. El primer punto al saque que dejó de ganar el campeón fue a los 33 minutos, con una derecha a la red.
La segunda raqueta mundial debía recurrir a la épica si quería su decimoctavo grande. En sus 25 triunfos ante ‘Nole, sólo en tres ocasiones se había impuesto tras ceder la manga inicial y una de ellas, en Wimbledon 2007, había sido por retirada.
En el quinto asalto de la continuación llegó la segunda rotura del vencedor, que sonaba a definitiva. Ya había logrado lo mismo que Duckworth pero a lo que no se acercaron Matthew Ebden, Alex de Miñaur, Tomas Berdych, Frances Tiafoe o Stefanos Tsitsipas.
La versión agresiva de Nadal no se vio. Se posicionaba tres metros lejos de la línea blanca, como en el pasado, como si estuviera jugando en tierra. Djokovic no quería despertar a su mayor adversario y, cuando olió la sangre, fue directamente a por él.
Pocos precedentes
El pupilo de Marian Vajda sólo había dejado escapar una renta tan abismal en los cuartos de Roland Garros 2010 ante Jürgen Melzer. Nunca en la Era Open se había visto esa remontada en Australia en la Era Open. El último en conseguirlo fue Rod Laver ante Fred Stolle en 1965.
Rafa acumulaba seis puntos al resto en dos sets y 1 hora y 28 minutos de tenis. Nadal nunca caía dentro de la pista y así era imposible generar direcciones. Su derecha orejera, que no se había visto en los seis partidos anteriores, fue la que más se vio en la final.
El manacorí tuvo una única oportunidad de reengancharse en el partido con un punto de rotura en el sexto juego del tercer set. Djokovic había cometido tres errores no forzados pero no hizo un cuarto y le cerró la puerta al finalista, reseña Marca