Yo era la amante perfecta, hasta que me embaracé

Así es la vida, tarde o temprano te enseña la otra cara de la moneda y a final de cuentas no siempre es tan malo.

No lo hago para poner el vestido de víctima, es solo que quiero compartir cómo fue que mi mundo se desmoronó. Sí, yo era niña caprichosa capaz de conseguir todo lo que se le antojara. Lo supe desde la primera vez, sería mío y él literalmente se derritió en mis brazos. Yo era la amante perfecta, hasta que me embaracé.

La verdad, es que siempre me manejé en un lema de ¨yo no soy la que tiene la relación¨. Y entonces sí, todas esas frases de liberación en todos los sentidos, se volvieron parte de mis días. Era como una manera de recordarme que estaba en lo correcto y que nadie tenía derecho a juzgarme por querer ser feliz.

De pronto, él se volvió parte de mi mundo, de mis noches. Su olor era parte de mis sábanas, era común que  dejara su cepillo de dientes y hasta una que otra vez amanecía conmigo. Mi bandeja de entrada no era la misma sin sus mensajes y los obsequios de su parte en la oficina me alegraban el día, sí estaba enamorada y así fue como me convertí en la amante perfecta.

Sí, perfecta, porque mi agenda se acomodaba a la de él,  porque estaba lista para saciarlo con los mejores besos, porque llevarme a la cama era fácil y encantador. Porque muchas veces dejó a su familia por estar conmigo y sí, yo era feliz, en un mundo que inventé para vivir en mi burbuja, en algo que no existió.

Porque lo que había ahí era un hombre ausente de amor, pero de amor propio. El que no estaba preparado para romper el ciclo con su esposa, porque no era capaz de enfrentar sus miedos. El mismo que se refugiaba en mi piel, para evadir sus emociones, para de verdad tener el valor de amar a su familia.

Lamentablemente, me tuve que embarazar para descubrirlo, para darme cuenta que no lo perdí, porque en realidad no lo tuve. Yo solo era su válvula de escape y ahora había pasado de ser ¨la otra¨, a la madre de su hijo. Pero, ahí, ya no le gustó. Los síntomas del embarazo lo alejaron, luego la barriga y finalmente estuvo ausente, siempre ausente.

¿Que si me arrepiento? ¡por favor! Ese hombre me dio las dos cosas más bellas de vida, el privilegio de ser madre y el privilegio de recuperar el amor propio.