Las bromas no tan inocentes para el Día de los Santos Inocentes

El Día de los Santos Inocentes, el español medio no suele dedicarse a hacer inocentadas al personal porque la vida está llena deprioridades más elevadas y preocupaciones por doquier. Pero una minoría, inmensa al final, sí gusta de hacerlas. Aquí va una serie de sugerencias para gastarlas de manera solvente y sin salir malparado.

Empezamos por los clásicos: el monigote en la espalda. Hay que aprovechar un descuido, o favorecerlo, para que no se note. El manejo de los tiempos es fundamental para colocar esa silueta en la espalda que, con un poco de suerte, llevará un buen rato. Conviene recordar, que este día de bromas se debe a la decisíón (poca broma) de Herodes de mandar matar a todos los niños (inocentes) para acabar con el niño Jesús. Otra broma tradicional, arraigada en algunos pueblos, era la de lanzarse huevos.

El mundo de la cocina también da mucho juego para las inocentadas. Otro clásico sería el huevo frito que no lo es. La lleva sería medio melocotón en almíbar sobre una capa de yogur natural. Cambiar el contenido del bote de azúcar por sal también puede dar mucho juego (y generar algún cabreo que otro). Eso sí, la cara de la persona engañada es divertidísima.

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Cambiar las horas del reloj es otra de las típicas inocentadas fáciles y sinónimo de éxito. Las opciones, claro, son dos: adelantar el reloj, y que todos lleguen antes a sus destinos; o retrasarlo, para que lo hagan tarde. En principio, se recomienda que lleguen antes por evitar hacer llegar con retraso a cualquier compromiso. Pero las dos opciones están ahí.

La pasta de dientes también sirve para «alegrar» el día. Esta broma es un clásico de los campamentos también y consiste en colocar un poco de pasta de dientes en la cara o en las manos de la víctima mientras duerme. Una sustancia extraña encontrará en su piel al levantarse. Si se pone en el pelo puede ser una broma desafortunada.

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La moneda en el suelo pegada. Esto pone a prueba los automatismos con los que convivimos en nuestra existencia, porque es verla y como un resorte bajar a recogerla. También se puede atar la moneda con un hilo y tirar de ella. Sonrisas aseguradas.

La broma a José Luis Coll

Una inocentada impagable es la de la bocina pegada a la pared a la altura del pomo. Cuando el incauto abra la puerta y el pomo golpee contra la bocina saldrá un sonido ensordecedor que provocará el susto y la mueca sin precio del inocente. O poner un cartel de (Se vende al piso) en el que quieres hacer la inocentada y organizarlo para que el (inocente) lo vea.

Resulta entrañable recordar la broma que le hicieron a José Luis Coll con motivo de la gala televisiva concerniente a estas fechas. Una gitana le intentó vender flores al coche que llevaba al cómico a casa desde Telecinco. El conductor no se las compró y la mujer le lanzó una maldición. La vuelta a casa fue un rally con el pobre humorista pasándolas canutas con todos los derrapes. «Pero bueno, no puede usted parar el coche», decía el desparecido comediante, a lo que añadía: «La madre que me parió. Qué cojones la gitana, el que está loco es usted». A punto del infarto… así que cuiden sus inocentadas.

ABC