La contaminación lumínica impide que un tercio del planeta vea la Vía Láctea

Astrónomos de todo el mundo se reunieron en el Gran Cañón la semana pasada para echar un vistazo a la grandeza de nuestra galaxia. El parque nacional organizó su Fiesta Anual de Estrellas, un evento de ocho noches en el que invitan al público a observar los cielos lejos de las cegadoras luces de la ciudad y farolas callejeras.

“Cuando el cielo se oscurece después del ocaso comienzas a notar algo en el horizonte del lado este y al principio piensas que son nubes tormentosas”, dijo John Barentine, astrónomo y jefe del programa de la Asociación Internacional del Cielo Oscuro; un grupo sin fines de lucro que busca crear conciencia sobre la contaminación lumínica. “Cuando se oscurece más te das cuenta que no son nubes en la atmósfera, sino que son nubes brillantes de estrellas.”

 

Lo que él y miles de visitantes vieron es un privilegio reservado para pocos: la Vía Láctea.

 

“Un tercio de la humanidad no puede ver la Vía Láctea”, dijo Fabio Falchi, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica, una organización sin fines de lucro de Italia. “Es la primera vez en la historia de la humanidad que hemos perdido contacto directo con el cielo nocturno”.

 

Falchi y su séquito de caballeros de la noche han pasado el último año creando un atlas interactivo del mundo que muestra el efecto global de la luz artificial sobre el modo en que la mayoría de nosotros vemos el cielo después del atardecer. Presentaron el mapa al público hace unos días en la revista especializada Science Advances. El nuevo atlas es una versión mejorada del original publicado en 2001.

 

El equipo encontró que la contaminación lumínica afecta al 80 por ciento de la población mundial, y que dos de cada tres europeos y cuatro de cada cinco estadounidenses viven en áreas donde la luz esconde a la Vía Láctea.

 

Los corazones de ciudades grandes como Londres, Las Vegas y Tokio muestran un blanco brillante en el atlas, mientras que los suburbios que las rodean están manchados de naranja, rojo, magenta y rosa. Lugares como el Gran Cañón y gran parte de África y Australia son de color negro, gris y azul marino.

 

“Esto demuestra qué tan lejos llega la luz de las áreas metropolitanas a través de la atmósfera”, dijo Dan M. Duriscoe, físico del Servicio de Parques Nacionales, quien participó en la elaboración del atlas. “Observadores en tierra alejados a miles de kilómetros todavía están bajo la influencia de esa luz.”

 

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