Elan Aparicio tiene 32 años y dejó su tierra por la situación económica. Se instaló en Buenos Aires, donde explotó su carrera. “Le debo todo a la Argentina”, dice, y asegura que es de los países donde se toma el mejor café del mundo. Ahora emigró a Arabia Saudita. Aquí, sus mejores obras.
Joaquín Sánchez Mariño/INFOBAE
Cuando Elan llegó a la Argentina su carrera cambió para siempre. Era, hasta entonces, un barista con un talento interrumpido, pero el mundo no había visto aún lo que podía dibujar en una taza de café.
Venía de una larga travesía desde Venezuela, pasando por Colombia, Ecuador y Perú, sin haber encontrado un lugar para vivir. En su Maracay original tenía una profesión, era respetado, gozaba de cierta fama en lo suyo y tenía muchas oportunidades laborales importantes. Sin embargo, no le alcanzaba para vivir. Podía dibujar a la Gioconda sobre la espuma, pero no podía pagar las cuentas a fin de mes.
“Ya estaba en mi mejor punto laboral. Logré trabajar en distintas cafeterías donde daba asesorías o hacía de barista, pero el dinero no alcanzaba. No me daban los números. Ya la situación de mi país se estaba yendo al demonio… Y llegué a un punto donde debía dejar de comer para poder darle a mi madre comida, y ahí dije: esto no es lo que quiero. Mi trabajo se estaba dando a conocer muchísimo como para estar perdiendo el tiempo en mi país, y eso me dolió mucho”, cuenta.
Agarró su mochila, sus lápices, y a sus 27 años dejó su patria. Cinco años después, su nombre ya casi dejó de ser Elan David Alexander Concepcion Aparicio, y pasó a ser tan solo Elan Coffee, como lo conocen todos en el mundo de los baristas.
“Yo amo Buenos Aires, amo Argentina. Para mí significó uno de los pasos más importantes en mi vida, y fue la que me ayudó a crecer y a darme a conocer. Ahora tengo cancha en el campo del barismo gracias a la Argentina. Se lo debo todo”, cuenta. Luego, nos enviará algunos de sus dibujos preferidos: Leo Messi, el Obelisco, un personaje de El Señor de los Anillos…
Hoy tiene 32 años y ya no está en Buenos Aires sino que acaba de arrancar una nueva aventura: lo contrataron en Arabia Saudita para llevar adelante una cafetería. Desde allí conversa con Infobae, mientras fantasea con volver pronto a la Argentina para hacer crecer su propia cafetería.
-¿Cómo empezó esto de hacer arte en el café?
-Mi pasión por el café comenzó porque una amiga me desafió a que no me atrevía a hacer un retrato en el café, yo le dije que sí, ella que no… Y ahí empecé a practicar como loco para demostrarle que sí podía y mira a dónde me llevó eso… Yo soy artista plástico, hago diseños donde sea: muros, mesas, sillas… donde sea. Puedo hacer arte en cualquier lugar, y el café fue otro paso. Pensé que iba a ser simple pero es súper complejo, y eso es lo que más me gustó. Mientras más complejo sea el arte, mejor para mí.
-¿Alguien te lo enseñó?
-Lo aprendí por mi cuenta, con mucha práctica, error y ensayo, error y ensayo. Con ganas de demostrarme a mí mismo que podía.
-¿Qué tipo de pintura usás?
-Uso tintas vegetales y agua caliente. De hecho para llegar a mis últimos resultados tuve que probar un montón de tintas. Y de hecho, el resultado final lo logré gracias a un artista tucumano. Me lo presentaron en una cafetería muy convencional y él me mostró su arte y le pregunté cómo hacía para que la tinta permaneciera tanto tiempo en la leche, y él me explicó. Y gracias a ese dato mejoró mucho mi trabajo.
-¿Cómo reacciona la gente cuando ve tus obras?
-Eso es lo más lindo del arte. Cautivar a las personas o ver sus expresiones. Yo siempre cuento que mis clientes favoritos son los viejitos, los abuelitos, porque ellos ya lo han visto todo en la vida, y darles algo que los impresione, que les saque una sonrisa, y digan que es la primera vez que lo ven… Para mí eso es todo, es lo que me dá más felicidad de este oficio.
-¿Cómo fue esa travesía?
-Empecé por Colombia, Medellín. Siempre veía en las noticias a las personas hablando de la xenofobia pero nunca lo había vivido en carne propia. En Medellín fue difícil pero logré trabajar como barista. Luego en Ecuador tocando puertas, pero la situación para los venezolanos estaba muy compleja. Me moví a Perú, ahí duré siete meses, pero también era super compleja la situación para nosotros. Luego Bolivia, pero fue más de pasada para conocer, y finalmente Argentina, que me hizo sentir como un argentino más.
-¿Cómo fue que decidiste o descubriste que era acá el mejor lugar para vos?
-Bueno, yo ya estaba mandando muchos trabajos y curriculums a lugares de Argentina incluso antes de llegar. Mandé a un grupo de Facebook de Baristas, a bares, a un montón de lugares. Siempre preguntando si había una oportunidad de trabajo, y un montón de cafeterías empezaron a escribirme para que fuera. Y yo ahí de una sin pensarlo cuando vi que había buena recepción, salí de Perú y empecé a viajar para Buenos Aires. Y cuando llegué a los dos días me dieron trabajo en una cafetería que se llama Lobo Café en Puerto Madero, y los menciono porque estoy muy agradecido con ellos, porque fueron los primeros. Y luego de allí a los pocos meses entré a otra empresa que me venían insistiendo, era un proyecto que estaba empezando. Y me convencieron tanto, tenían tanto entusiasmo que me quedé con ellos y trabajé tres años.
-¿Existía en la Argentina alguien que hiciera arte en el café como hacés vos?
-Cuando yo llegué era muy nuevo, había muy poco, por eso es que me hice espacio en el barismo en Argentina. Argentina en conocimientos está muy por encima de varios países, inclusive de Colombia, que es la capital de café por así decirlo. Pero Argentina realmente está muy bien parada a nivel internacional en cuanto a café. Y yo decía: cómo entro en este mundo si hay tantos que saben… y el modo que encontré fue a través de mi arte, taza por taza siempre pensando en mi familia. Pensaba que cada café especial que hiciera me iba a acercar más a mi familia. Y así fue como empecé a crecer.
-¿Cómo llega la oportunidad de Arabia Saudita, que te tiene ahora trabajando en Riad?
-Cuando cayó la cuarentena en Argentina empecé a ver cómo todo lo que había logrado se desaparecía. Me vi super desesperado, y sé que la cuarentena nos pegó a toditos. Yo los siete meses del 2020 de encierro total los viví encerrado, sin trabajar. Intentaba desde casa hacer asesoramientos a otros países, y no paraba de subir videos y fotografías porque yo tengo mi propia máquina. Y uno de esos videos que publiqué en la cuarentena llegó muy lejos. Fue cómico porque ese video yo lo había grabado en su momento para que me echaran de una cafetería en la que trabajaba. Yo me ponía a bailar, tiraba las tazas para arriba, movía las lámparas… Era un video medio loco, y lo publiqué y no me echan pero cuando veo los views del video veo que tengo más vistas en Medio Oriente (en Dubai, Qatar, Arabia Saudita) que en cualquier otra parte. Mucha gente compartía el video diciendo que esa es la actitud que quieren de sus baristas, y en eso me llamó un millonario con una visión de proyecto y me dice que estaba interesado en mis habilidades de barista y que me quería ahí, en Arabia Saudita, para un proyecto que estaba armando. Me dijo: “sé que estás loco pero voy a armar la cafetería para que te sientas a gusto en ella”. Y bueno, acepté..
-¿Cómo es el mundo de las cafeterías allá?
-Aquí está prohibido el alcohol entonces los lugares de recreación son las cafeterías. Vos vas a encontrar cuatro por cuadra. Y abren desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la mañana. Son como clubes
-¿Cómo dirías vos que se debe tomar el café? Hay muchos fundamentalista dando vueltas.
-Bueno, lo que te voy a decir va a ser muy cuestionado porque generalmente los baristas siempre dicen que el café debe tomarse sin azúcar, que con azúcar es malo. Pues sí, si te quieres meter en el tema del café vas a ver que existen las azúcares naturales que puedes percibir, pero eso es un proceso y tienes que entrenar tu paladar. Pero si a tí te encanta el café con mermelada, caramelo o lo que quieras ponerle, eso parte de los gustos de cada persona así que se respeta. Para mí el café que a tí te gusta, el que te tomás a la mañana y dices qué rico, pues ese es el mejor café del mundo.
-¿Y vos? ¿Cómo lo tomás? Porque es típico que en casa de herrero, cuchillo de palo.
-Lo evito. En efecto, lo evito. Pero cuándo tengo la posibilidad de tomarlo, para mí el mejor es un filtrado, es un método alterno. Y si es café con leche, un flat white, porque es de mayor intensidad.
Joaquín Sánchez Mariño/INFOBAE