En medio del descenso del petroleo en 1982, Alá Al Fadilli se hizo pasar por un jeque árabe multimillonario que tenía interés en invertir en el país, engañando así a banqueros y empresarios venezolanos como el ingeniero Juan Manuel Mezquita, dueño de una mina de oro en Guayana.
Mezquita y el falso jeque se conocieron en el Hotel Hilton de Curazao, luego de que el gerente de la cadena hotelera, Di Giorgio, le dijera al empresario que uno de los huéspedes quería invertir 500 millones de dólares en petróleo, banca, industria y turismo venezolano.
En su primer encuentro, Fadilli ordenaba a sus dos secretarios tomar nota de todo lo dicho por el ingeniero y parecía un gran conocedor de la materia económica. Al terminar la reunión Mezquita tenía un nuevo socio para sus minas y la posibilidad hacer crecer sus inversiones junto al potentado saudí, quien recibió como obsequio tres frascos de vidrio con pepitas de oro y la oferta de viajar a Caracas en jet privado.
Los socios viajaron juntos a la ciudad capital, donde otros tres avivatos del grupo de estafadores buscaban mujeres hermosas y atractivas con las que formarían el “harén”, pues no hay jeque en el mundo que no tenga uno.
A su llegada a Caracas, Fadilli aperturó una cuenta en el Banco del Caribe por 300 000 bolívares y otra en el Banco Royal Venezolano por 60 000 dólares para generar confianza a las víctimas.
Reconocido en la alta sociedad
El «musulmán» ofreció una fiesta en el Hotel Tamanaco, donde sus acompañantes hicieron correr el rumor de que el “musulmán” representaba a la importante firma “Arbcorp Trading International” anclada en Abu Dhabi, lo que parecía un sueños para los empresarios criollos.
Entre los asistentes al festejo estaban Juan Manuel Mezquita, el banquero Enrique Dao, el industrial Esteban Zarikian, el doctor Freddy Müller, el diputado Rafael Tudela, el empresario Emilio Conde Hans, uno de los González Gorrondona, Antonio Díaz Martínez, quien para la época era presidente de Fedecámaras y el renombrado modisto caraqueño, conocido como el sastre de los presidentes, Álvaro Clement, al que el “jeque” le pidió tres costosos trajes, refirió Crónicas del Tanato.
Fadilli contrató los servicios de la traductora Lili Steinhel para interactuar con los presentes en el evento, además le encargó la traducción al castellano de varios contratos que haría con sus “socios” venezolanos, entre ellos, Esteban Zarikian y Boris Lowbosski para financiar la construcción del Centro Comercial El Recreo.
El jeque cerró varios tratos en la fiesta y recolectó 10 millones de dólares. El Tamanaco perdió 400 mil bolívares que no denunció por vergüenza de quedar en evidencia como unos redomados tontos.
Entre los estafados figuran la galería de Chacaíto, la tienda fotográfica del Centro Comercial Ciudad Tamanaco y el diputado Rafael Tudela a quien ofreció comprarle una avioneta privada y le dio un cheque por la misma, pero para fortuna del político el aparato nunca salió del hangar.
También viajó a las minas de oro en El Callao donde ofreció pagar 76 millones de dólares por su adquisición. Entre estafa y estafa el jeque de utilería y sus principales cómplices, libaban ingentes cantidades de güisqui, cosa que tampoco llamó la atención de nadie.
El fin de las estafas
A las dos semanas de extender cheques falsos y firmar falsos contratos, el jeque y sus cómplices decidieron levantar vuelo, para hacerlo un hombre buscó parte de sus cosas en el Hotel Tamanaco y el falso multimillonario decidió ofrecer una última fiesta la noche del 25 de agosto de 1982
La última vez que lo vieron fue a las 4:30 de la madrugada del 26 de agosto, cuando con una reverencia se despidió de sus invitados.
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