Una caminata ceremonial en las frígidas aguas del río Pilmaiquén, en el sur de Chile, fue la culminación de una celebración de varios días llamada We Tripantü, uno de los feriados más sagrados de los mapuches, el grupo indígena más grande del país.
Coincidiendo con el solsticio de invierno en el hemisferio sur, las festividades del “año nuevo” de fines de junio representan “un nuevo amanecer” y “el cambio y la renovación de la vida, en todos los sentidos”, expresó Amanda Huichalaf. Ella participó con su familia en las ceremonias encabezadas por su hermana, la “machi”, o sanadora y guía espiritual de la comunidad mapuche que vive junto al río.
Caminar por el agua del Pilmaiquén es una “forma simbólica de renovar la energía”, dijo Huichalaf.
La mayoría de los participantes se lavaron la cara, los pies y joyas ceremoniales mientras la ribera del río estaba cubierta por una helada.
Los mapuches creen que los ríos y otros elementos naturales albergan los espíritus que veneran, como Kintuantü, un espíritu protector conectado con el Pilmaiquén. Se cree que el río ayuda a transportar las almas de las personas enterradas en un cementerio en la cima de un acantilado hacia su próxima reencarnación.
“El agua es un elemento puro. Los espíritus ancestrales pueden viajar solo con agua. El río Pilmaiquén nos trae nuestra información, nuestra espiritualidad”, dijo Millaray Huichalaf, la machi.
Pero el Pilmaiquén, y el terreno ceremonial junto al cementerio, son además el sitio donde los Huichalaf han estado librando una batalla que lleva una década contra las compañías eléctricas y otras firmas, en un esfuerzo por recuperar sus tierras ancestrales. Hubo manifestaciones, ocupaciones y enfrentamientos con la policía.
“Aquí empezamos a reconstruir el territorio”, dijo Millaray Huichalaf, aludiendo a un amplio prado donde llevó a cabo la ceremonia sagrada durante el solsticio. Agradece a los espíritus de la naturaleza y pide fuerza para todos los seres vivientes.
“Además de ser sanadora, soy una militante de la resistencia mapuche”, manifestó. “Todos los días, cuando me despierto, pienso qué puedo hacer para seguir defendiendo el río”, añadió. Dijo que confiaba en que sus hijas continuasen esa batalla.
Una de ellas va a la escuela en el vecino poblado de Carimallín, donde Millaray encabezó otra ceremonia We Tripantü. Aproximadamente el 85% de los 125 alumnos del jardín de infantes al octavo grado son mapuches, de acuerdo con Gerson López, quien enseña allí desde hace una década. Indicó que solo la mitad de ellos son de alguna comunidad indígena, pero a todos les encantan las ceremonias de junio.
GIOVANNA DELL’ORTO y RODRIGO ABD / AP