Montserrat García desarrolló un sistema para ayudar a su hijo disléxico a aprender a leer y evitar que cayese en fracaso escolar. Hoy su método ya está en ocho países.
Mario estaba en sexto de primaria y, a pesar de su inteligencia, estaba a punto de ser un niño más dentro del maremágnum de casos de fracaso escolar. Fue cuando su madre que, aun siendo psicóloga dirigía una empresa de cafeteras, decidió averiguar qué le estaba ocurriendo a su hijo. Tras una ardua investigación estudiando la capacidad plástica del cerebro, Montserrat García acudió a la Universidad de Barcelona donde diagnosticaron dislexia a Mario y le comunicaron que su capacidad lectora era la de un niño de primer grado. Ante este diagnóstico decidió crear un programa de entrenamiento a la lectura.
Así es como nació el germen de lo que es hoy Glifing, “una metodología para trabajar con los niños que tienen dificultades para leer pero también para trabajar con todos los niños que están en edad de aprender a leer”, describe Montserrat. Pero además es una herramienta capaz de prediagnosticar la dislexia. A través de un test se realiza un estudio que sitúa el nivel de lectura del usuario entre el 0 y el 100, dentro de unos parámetros previamente analizados. Esto permite saber a qué distancia está cada lector de su posición óptima y comenzar a trabajar para llegar a la meta, además de aportar detalles clave característicos de este trastorno. “Trabajamos de forma personalizada para que cada niño llegue al punto donde debería estar. Ni antes ni después”, explica García.
Cada sesión de entrenamiento dura entre 10 y 20 minutos y en ellas se realiza un trabajo sistemático y continuado durante cuatro días a la semana para mejorar las habilidades que intervienen en el proceso de lectura, tales como la memoria, el aprendizaje de vocabulario, la conciencia fonológica o el nivel de comprensión. Los niños que trabajan con Glifing, según asegura su creadora, consiguen avanzar un curso lector cada cuatro meses. Pero, ¿por qué un videojuego?
“Los niños cuando fracasan acaban por abandonar todo lo que les hace fracasar porque están frustrados. Intentar avanzar para ellos supone una frustración tras frustración que les hace sentir menos que los demás. Cuando llegan a ciertas edades les das un libro y se niegan a cogerlo porque lo identifican con esa frustración. En cambio, un juego es motivador y si además es en un entorno digital todavía más”, afirma García.
Pero el hecho de apostar por la tecnología tiene más ventajas. “Nos permite personalizar el trabajo de cada niño y darle un ‘feedback’ interactivo en función de su desempeño para animarle. También podemos evaluar su estado de ánimo y saber si le gusta lo que está haciendo para motivarle con diferentes prácticas”, declara. “Ahora vamos a comenzar a evaluar también su estado energético. Si están cansados cuando entran y cuando salen, y jugar con esta variable porque los niños con dificultad de lectura están más cansados que los demás debido al esfuerzo tan enorme que tienen que hacer”.
Tras más de 10 años de andadura, el método Glifing no solo ha ido ampliando y mejorando sus recursos, si no que también se ha expandido a nivel nacional e internacional. Utilizado en colegios y gabinetes psicológicos y pedagógicos ya está presente en 22 provincias españolas, además de en Andorra, Bélgica, Chile, México, Argentina, Uruguay y Nicaragua. De momento, en tres idiomas: español, euskera y catalán, pero pronto llegará en inglés. Otra novedad es que ya está disponible en versión beta para iOs y Android.
Todo para llegar al mayor número de niños posibles, porque tal y como conoce de cerca Montserrat, las consecuencias de no leer como se espera -si la distancia es muy grande entre lo que uno puede llegar a leer y lo que se espera para su edad- pueden ser nefastas, pueden suponer el fracaso escolar. “Evidentemente no todos los niños caen en fracaso escolar pero hay estudios que dicen que el 60% de los casos se pueden explicar por las dificultades de lectura”, dice García.
La gravedad del problema empeora según se van avanzando cursos escolares ya que, a pesar de que cada vez las herramientas audiovisuales tienen más peso, en el sistema de transmisión cultural y educativo la palabra escrita sigue siendo la reina. “Esto se traduce en que los niños que no pueden leer pierdan el ritmo de todos sus aprendizajes y que luego se produzcan consecuencias muy negativas a nivel emocional”, apunta García. Porque estos niños a pesar de tener una inteligencia normal, incluso a veces superior a la de sus compañeros, se sienten infravalorados al ver que los demás avanzan y ellos no. Es entonces, “cuando la autoestima empieza a decrecer y pueden desarrollar problemas graves que arrastran toda su vida”, concluye la creadora del método Glifing. reseña el confidencial