Los algoritmos, esos oscuros programas que manejan nuestras vidas digitales

El término algoritmo se ha convertido en una noción central y polémica en el mundo digital. Simboliza los peligros y excesos de un mundo automatizado y condicionado a la lógica comercial, reseña AFP.

– Algoritmo, un sabio persa –

Antes de ser asociado, para bien y para mal, al buscador de Google, a las noticias de Facebook y a las recomendaciones de compra de Amazon, la etimología de algoritmo remonta a un sabio persa.

La palabra deriva de una deformación del latín medieval –y del griego aritmos, número– del nombre del matemático persa del siglo IX Al-Juarismi, considerado como el padre del álgebra.

– ¿Qué es un algoritmo? –

Al modo de una receta de cocina, un algoritmo es “una serie de instrucciones que permiten obtener un resultado”, explica el sociólogo Dominique Cardon en su libro “Con qué sueñan los algoritmos” (Seuil).

La noción era familiar entre los matemáticos, antes de popularizarse con el desarrollo de la informática –un programa es un algoritmo– y de convertirse en uno de los mecanismos fundamentales de internet.

– ¿Dónde están los algoritmos? –

“Literalmente, estamos rodeados de algoritmos”, explica el especialista en ciencias de la información Olivier Ertzscheid. “Cada vez que consultamos Facebook, Google o Twitter, nos exponemos directamente” a la influencia y las decisiones que toman por nosotros los algoritmos.

Dominan la bolsa a la hora de realizar órdenes de compra o venta a alta velocidad (high frequency trading) con el inconveniente de provocar “cracs relámpago” y caídas brutales o exageradas de los precios en los mercados. También pueden ser auxiliares de la policía, capaces de anticipar los lugares donde pueden producirse los delitos.

– Un algoritmo, la base de Google –

Google fue creado originalmente por un algoritmo: PageRank (PR) fue desarrollado en los años 1990 en Stanford (California) par Larry Page –de allí su nombre– y Sergey Brin, los dos fundadores de la firma.

PR permite clasificar la popularidad de las páginas web. Es el corazón del buscador Google, que responde en una fracción de segundo a una solicitud presentada en palabras clave. Hoy en día Google utiliza “una decena de algoritmos que comprenden cada uno miles de parámetros y variables”, según Olivier Ertzscheid.

– Facebook y la “burbuja de filtros” –

Facebook funciona con algoritmos sofisticados que ofrecen contenidos personalizados a 1.180 millones de usuarios cotidianos, especialmente las secciones que compilan mensajes de “amigos”, artículos compartidos, etc, seleccionados en función de la actividad y los contactos de cada cual en la red social.

El peligro en este caso es la “burbuja de filtros” denunciada por el norteamericano Eli Pariser, según el cual rodearse de informaciones seleccionadas por algoritmos en función de sus amigos, gustos y decisiones anteriores, sumerge al usuario, sin que se de cuenta, en una “burbuja cognitiva” que conforta su percepción del mundo y sus propias convicciones.

– Algoritmos y verdad –

Otro peligro quedó en evidencia con las elecciones de Estados Unidos: la circulación sin freno de informaciones falsas (“fake news”) o de bromas malintencionadas (“hoax”). Los algoritmos de Facebook no fueron concebidos para distinguir lo verdadero de lo falso, una tarea de todas formas difícil para la inteligencia artificial.

La empresa de Mark Zuckerberg se define como un servicio y no como un medio, y asegura que no quiere ser “el árbitro de la verdad”. A fines de 2016, en respuesta a las críticas, propuso sin embargo herramientas para que los usuarios denuncien las informaciones dudosas.

– Anticipar nuestros comportamientos –

Pueden distinguirse cuatro grandes “familias” de algoritmos, según Dominique Cardon: los que calculan la popularidad de las páginas web, los que clasifican su autoridad, los que evalúan la notoriedad de los usuarios de las redes sociales y los que intentan predecir el futuro.

Esa cuarta categoría es “problemática”, según el sociólogo, porque intenta anticipar nuestros comportamientos a partir de los rastros que dejamos en internet en el pasado. Es, por ejemplo, la técnica de Amazon para recomendar nuevos libros a un cliente en función de sus lecturas recientes.


por Olivier THIBAULT/AFP