El dispositivo, patentado por el CSIC, también permite obtener los resultados clínicos en menos de cinco horas
Joana Oliveira / El País
El futuro de la detección del VIH/Sida cabe en un chip de medio milímetro. Un equipo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha desarrollado un biosensor capaz de detectar el VIH tipo 1 en la primera semana después de la infección. Los experimentos, realizados con suero humano, detectan el antígeno p24, una proteína presente en el VIH-1 en concentraciones 100.000 veces inferiores que los sistemas actuales, que solo detectan el virus tres o cuatro semanas después del contagio. Otra ventaja es que el tiempo total del ensayo es de cuatro horas y 45 minutos, por lo que los resultados clínicos se podrían obtener el mismo día. Los resultados de la investigación se han publicado este miércoles en la revista PLOS ONE.
La detección precoz es clave para prevenir la transmisión del virus, según Priscila Kosaka, una de las creadoras de esa la tecnología. «El potencial de infecciosidad del VIH en la primera etapa del contagio es mucho mayor que en etapas posteriores», explica. La investigadora señala que cuanto antes se inicie la terapia antirretroviral, mayor será la mejoría en el control inmunológico y la preservación de la función cognitiva.
El biosensor combina estructuras micromecánicas de silicio con nanopartículas de oro, que funcionan con anticuerpos específicos al p24. El suero es incubado sobre ese sensor durante una hora y, al final del ensayo, los antígenos de HIV-1 —si los hubiera— se quedan atrapados a modo sándwich entre las partículas de oro y el silicio. Javier Tamayo, que trabaja en el Instituto de Microelectrónica del CSIC, explica que la combinación de esas dos estructuras produce señales ópticas y mecánicas de «extraordinaria sensibilidad» para detectar el virus. «La sangre tiene más de mil proteínas diferentes e intentar detectar una cantidad tan pequeña de antígenos es como buscar una aguja en el pajar», comenta el investigador.
Los científicos explican que el silicio permite desarrollar tecnologías baratas, lo que posibilita la producción en gran escala y bajo coste del biosensor. «Es una tecnología con potencial para ser llevada a países en desarrollo», afirma Kosaka.
De momento, el sensor está siendo aplicado en la detección precoz de algunos tipos de cáncer, como el de próstata: se utiliza el mismo chip, es decir, la parte física, y se incuban en él soluciones específicas para detectar los biomarcadores que indican la presencia de células cancerígenas. Kosaka ya había desarrollado un sensor similar en 2015 para detectar tumores y enfermedades, como la hepatitis, antes de que surgieran los primeros síntomas.
«El uso de los biosensores no tiene limitaciones», sostiene Tamayo, quien cree en el futuro esa tecnología puede fusionarse con los teléfonos móviles, para que esos aparatos simplifiquen los diagnósticos.
Este equipo de investigadores ya ha empezado los trámites burocráticos —que incluye tanto pruebas en la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) como en la Agencia Americana de Administración de Alimentación y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés)— para que el chipllegue a los hospitales y laboratorios de distintos países en los próximos tres o cuatro años.