En medio de un clima de tristeza y silencio, familiares, amigos y funcionarios de la Policía del Táchira acompañaron hasta su última morada a Nicolle Pérez Soler de 20 años, la joven agente que murió arroyada por una unidad de transporte público que fue secuestrada por estudiantes del Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial, -IUT- cuando protestaban por el aumento del pasaje urbano
“No quiero ver a nadie aquí, no quiero fotos…váyanse”, gritó entre la tristeza y la impotencia de ver a su hija muerta la madre de Nicolle Pérez Soler.
Joven, con ropa de luto, rostro desencajado, ojos hinchados pero ya con un poco de sosiego y serenidad, María Elena Soler accedió a conversar con los medios de comunicación.
Con lágrimas y voz entre cortada, acompañada de la comadre que la sostenía de un brazo mientras hablaba con los periodistas, María Elena hizo un breve recuento de quién era su “bebé”, “su hija buena”.
“Ella no solo era el sostén del hogar, ella era muy buena…era la de todo en la familia. No solo era mi apoyo económico, sino también moral…Mi hija era una inocente, su muerte es injusta…ella era una bebé y murió injustamente”, aclamaba entre sollozos la atribulada madre, mientras la comadre la consolaba.
Para llegar a la casa donde habitaba la joven funcionaria de la Policía regional que murió arroyada por una unidad de transporte público que fue secuestrada por estudiantes del Instituto Universitario de Tecnología Agroindustrial, -IUT-, (José Gregorio Sulbarán Muñoz y Jorge Domínguez,) es necesario tomar la Troncal 5, carretera nacional que comunica al Táchira con los Llanos Occidentales y el centro del país.
Luego de transitar por la serpenteante vía, a unos 20 minutos de San Cristóbal, se encuentra el puesto de vigilancia de Politáchira, de “El Cucharo”. Ese era el punto de referencia para llegar a la vivienda en donde familiares, amigos y compañeros acompañaban el féretro con el cuerpo de Nicolle Pérez.
A unos 10 metros de la alcabala policial se encuentra un pequeño abasto construido de manera improvisada con láminas de latón. Justo al lado del negocio está la escarpada carretera de tierra que conduce a un estrecho puente peatonal.
Entre el caminar y el peso de quienes lo cruzan, el puente ya se empieza a balancear de un lado a otro, como con intenciones de ceder. Hace dos años las intensas lluvias que cayeron en la zona ya lo derribaron, cuentan los vecinos.
Al otro lado del puente se llega a una zona totalmente rural y hasta de alto riesgo, por la proximidad de las viviendas construidas en la ribera del río Torbes. Ahí, en ese mismo lugar, empezó a tejer su sueño de ser policía Nicolle Pérez Soler, la hija mayor de María Elena Soler.
Sus compañeros no la abandonaron
En la sala de la casa de la familia Pérez Soler fue el velorio. Gran cantidad de coronas florales y ramos, provenientes de los distintos organismos de seguridad del estado ocupaban el lugar. Tanto alrededor como a las afueras de la vivienda la presencia policial era constante y ostensible.
Hombres y mujeres se aglomeraban en la parte interna y externa de la vivienda. Bajo el inclemente sol que caracteriza la zona, fue instalada una carpa y dentro de ella decenas de funcionarios uniformados entre susurros y rostros melancólicos, recordaban el poco tiempo de Nicolle en las filas de la institución.
Patrullas y camiones policiales llenos de agentes uniformados llegaban a la carretera nacional a dejar en la vera del camino a quienes iban a ver por última vez a la funcionaria asesinada.
Arribaban al velorio por cuadrantes y en grupos de al menos unos 40 funcionarios. Pasaban uno a uno, le rendían honores a su compañera y luego de transcurridos 10 minutos se despedían con lágrimas en los ojos para dar paso a los otros.
La escena se repitió hasta entrada la tarde cuando el cortejo fúnebre irrumpió en la sala para llevar la urna a la Comandancia Regional de la Policía, donde la esperaban para rendirle honores.
Nicolle Pérez y Otto Márquez, recibieron un homenaje post mortem, además de ser ascendidos al grado superior inmediato. Entre llantos y aplausos fueron despedidos por familiares y amigos. Paz a sus almas y justicia clamaron los asistentes.
El Estímulo