De “aguantadoras”, las mujeres pasaron a ser “protagonistas en los principales delitos” y exigen un rol más representativo, que las posicione o les otorgue más estatus que su contrario
María Margarita Martín Hidalgo (60) y Solanyer Maribel “La China” Chávez Duran (39) fueron capturadas por funcionarios de la policía científica el pasado 5 de mayo. El reporte detalló que ambas planificaron el homicidio de una sexagenaria en la parte alta del barrio El 70, de la parroquia El Valle.
La víctima Omaira María Barrios de Rondón (64), era enfermera jubilada del Hospital de Coche. La venganza motivó el crimen –la mujer era madre de una funcionaria del Sebin- y la ejecución estuvo a cargo de varios delincuentes que conforman la banda de El Loco Leo.
La noticia causó asombro en el ciudadano común, mientras que para los criminólogos, la actuación de mujeres en estas organizaciones delictivas, se ha evidenciado con mayor repunte desde hace seis años.
No hay cifras oficiales ni acceso a la data del Observatorio Venezolano de Seguridad, adscrito al ministerio de Interior, Justicia y Paz.
Las pocas reseñas, son publicadas en la cuenta Instagram del director nacional del organismo detectivesco –comisario general Douglas Rico- y según conteo de casos, desde el mes de enero y hasta la primera semana del mes de mayo de este año, al menos 45 mujeres están plenamente identificadas y señaladas como autoras o cómplices en varios delitos, lo cual equivale al mismo número de casos resueltos, según el funcionario.
La cifra podría ser más elevada si a la ya existente en la red social de Rico, se incluye una paralela, producto de las publicaciones en medios digitales o los pocos impresos a nivel nacional.
Hay casos de mujeres que siguen prófugas luego de cometer el hecho, como Yanarelys Padrón, quien con un cuchillo de cocina asesinó a su sobrino político de nombre Kenny David Christian Muro (21), tras una discusión por un tobo con agua, hecho registrado en el barrio Unión de Petare, el pasado 10 de abril de este año.
“Es el poder lo que motiva a la mujer en el ámbito delincuencial”
De “aguantadoras” pasaron a ser “protagonistas en los principales delitos” y exigen un rol más representativo, que las posicione o les otorgue más estatus que al hombre.
Estas mujeres planifican, estudian a sus posibles víctimas, hurtan, roban, estafan, extorsionan y asesinan.
Inician siendo las acompañantes de sus parejas, algunas con sus hijos y otros parientes. Otras trabajan solas y son de edad mucho más madura, entre los 45 y 50 años de edad.
Las homicidas son movidas por la venganza. Su primera víctima suele ser el compañero sentimental – si durante la convivencia- ella sufrió daños emocionales y físicos.
Ejemplo de lo anterior, un caso registrado el pasado mes de abril en el municipio Machiques de Perijá, base fronteriza con la localidad de La Villa, estado Zulia.
Ovelis Hernández San Juan (56) asesinó con un cuchillo de cocina a su concubino Manuel Salvador Torres Utria (55), luego de soportar años de maltrato físico, vejaciones y agresiones sexuales.
Para la psicóloga social y criminóloga, Magally Huggins Castañeda, el contexto que rodea a estas mujeres es de extrema peligrosidad “y ella debe ir a la par de lo que vive a diario. Tiene que protegerse y también a los suyos. No puede mostrarse débil. Las más jóvenes ven cómo otras de su misma edad son respetadas, populares en la zona, no les falta nada, los delincuentes las protegen. Esa otra mujer que solo mira sumisa desde la ventana de su casa, también anhela pero con una visión por encima de la que es ya común”, dijo a El Cooperante.
“Esa mujer que desea incursionar en la delincuencia- y aquí hablamos de los grupos de 18 a 38 años de edad- , son mujeres que se consideran desasistidas por el sistema, vulnerables, susceptibles, con condiciones precarias. Una imagen que creó el gobierno, pero con la idea de empoderamiento equivocada”, agrega Huggins Castañeda.
Sostiene la especialista que existen otras mujeres trabajadoras – también de sectores populares- pero están muy lejos de tomar decisiones equivocadas.
“Hay una idea equívoca de que la mujer de barrio es la delincuente y nos olvidamos que existen los delitos de cuello blanco y que el Estado los ha mantenido al margen penal. Mujeres con diplomas universitarios, experiencias numéricas muy hábiles para las estafas. Otras que aprovechan su físico y figuran en trata de mujeres en el exterior. En este caso no hablamos de una necesidad económica sino de poder. La pobreza no genera delincuencia organizada; la debilidad institucional, o una institución muy permisiva o cómplice, sí”, asevera la especialista.
Huggins advierte que esta mujer quiere ir a la par del hombre, pero en un tiempo no muy lejano, estará por encima de su nivel.
“La impunidad las estimula a continuar. Solas o acompañadas, se ha evidenciado una creciente participación de mujeres que formaron parte de bandas organizadas, ahora van por su propia organización”, agregó la criminóloga.
“Un papel minoritario, pero igualmente protagónico”
A la par de Huggins, Javier Gorriño, Criminólogo-Criminalista, refiere que la mujer a finales de los 80 y los 90, quería estar a la moda, escuchar música de la época y salir con el muchacho que tenía la mejor moto.
“Las adolescentes dejaban sus clases a la mitad y eran convidadas por muchachas de su misma edad, a fin de conocer al joven que robaba miradas en el sector. En aquellos años no se hablaba de pran, ni de líder de banda. Eran muchachos que vendían drogas en una parte del barrio , la cual se denominaba “plaza” y de eso vivían y cautivaban a las mujeres de su edad”
“Estas mujeres eran las “aguantadoras”, utilizadas para llevar recados, mercancía. Era la que iba como parrillera y si tenía que soltar un paquete de drogas o algo producto de un robo, debía ver bien dónde cayó, para ir a recuperarlo. Luego fueron escalando y pasaron a ser cuidadoras de una víctima de secuestro, entregar la fe de vida o cuidar a los criminales que resultaron heridos en un enfrentamiento”, dice.
El también exfuncionario del Cuerpo Técnico de Policía Judicial y de otros organismos policiales e inteligencia, indica que las mujeres pioneras en constituir bandas criminales de delitos violentos se ubicaron en las favelas de Brasil y México por el narcotráfico, y en Colombia por la guerrilla.
En el caso de Venezuela – y en este aspecto Gorriño coincide con Huggins Castañeda- “la mujer lo hace para ganar poder y en algún momento desplazar al hombre”-.
El dato
Las regiones donde se evidencia el mayor número de delitos con participación de mujeres son Distrito Capital seguido de los estados Miranda , Zulia , Táchira, Lara, Portuguesa,Falcón, Mérida y Aragua, según monitoreo de prensa.
Por