Los últimos suspiros de vida de Franchesca Carrillo, de 13 años, los sufrió bajo las agresiones físicas y sexuales de cuatro ‘amigos’ que solían reunirse, en ocasiones con ella, en un extraño “centro de consumo de drogas” ubicado en el anexo de una casa del barrio José Gregorio Hernández, en la Circunvalación 2.
Para poder consumar la violación, los jóvenes le dieron a la muchacha un coctel de sustancias con cocaína y ‘perico’. El cuerpo de Franchesca tenía sobredosis de droga; en la necropsia se determinó intoxicación.
Encerrados en un pequeño cuarto, la violaron: el hijo de la dueña de la casa, de 17 años, y tres amigos más. A pesar de que en la vivienda residen tres adultos, ninguno actúo para poder evitar la situación ante los gritos y el fuerte olor de la marihuana.
Los agresores contaron a los detectives del Cicpc —en los interrogatorios— detalles del crimen juvenil. La confesión sirvió para armar el rompecabezas de lo que pasó en “la última salida de Franchesca”.
La adolescente salió de su casa, ubicada a 50 metros de la escena del crimen, con el consentimiento de su madre. De hecho, casi todos los días lo hacía y regresaba a “altas horas de la noche”, por eso su mamá “no la esperaba despierta”.
Llegó a las 10:00 pm al “centro de consumo” acompañada de un niño, de diez años, que también es adicto a la droga, aseguró una fuente del Cicpc.
Ese menor solo estuvo una hora en el lugar y no estuvo presente en el homicidio. Sobre él se sabe poco, los vecinos del sector lo vieron junto a Franchesca, pero “nadie lo conoce”.
La reconstrucción de los hechos hace suponer a los detectives que entre las 12:00 de la medianoche del miércoles y la 1:00 de la madrugada del jueves ocurrió el homicidio.
El asesinato sucedió en el mismo cuarto donde compartían. Un fuerte golpe en la cabeza habría sido lo que la mató. Además, tenía hematomas en los brazos y cara, como constató el examen forense.
“El golpe mortal se lo habría propinado el hijo del dueño de la vivienda, el mismo que en el levantamiento del cadáver simuló ser un averiguador más y después fue arrestado”, contó un funcionario.
“Cuando se percataron que Franchesca estaba muerta decidieron deshacerse del cadáver con la ayuda de la dueña de la casa. Yuraima del Carmen Hernández Hernández, de 34 años, jaló por los brazos al cuerpo de Franchesca junto a su hijo. Lo dejaron abandonado en la acera del frente de la vivienda vecina”, agregó.
Al amanecer, los cuatro jóvenes implicados, y la mujer, se hicieron los asombrados y se quedaron observando cómo los funcionarios del Cicpc realizaban las experticias.
El ‘teatro’ les duró apenas minutos. Hernández fue aprehendida junto a su hijo, de 17 años, dos adolescentes más de 15 y 16 años, y Leonardo Meneses (19). El sexto detenido no está implicado en el caso; fue arrestado por resistencia a la autoridad en la escena del crimen.
El cuerpo de Franchesca fue velado en la casa materna, a menos de 50 metros de donde la mataron. La urna, dispuesta en la sala, permaneció sellada. Sobre la tapa, lucía una fotografía de la niña. Se le veía sonriente.
La familia no quiso hablar más del caso, solo se limitaron a decir: “Estamos apurados recogiendo dinero para enterrar el cuerpo”.
Franchesca y su agresor se conocían desde pequeños, incluso estudiaron juntos en el preescolar de la zona ubicado diagonal a la casa donde ocurrió el homicidio. Las maestras vieron a los muchachos dar sus primeros pasos en la educación y también les tocó ver el jueves, a la alumna que “siempre sonreía” muerta en la calle y al niño “travieso” salir esposado.
Otto Rojas/ Panorama