Gerardo Oliveros dejó de contar a sus víctimas cuando superó el centenar. El llamado “Monstruo de Barrio Bolívar” confesó haber abusado sexualmente de más de 100 niños en Zulia. Y ha destapado con ello un brote de pederastia en esta región fronteriza con Colombia.
A mediados de junio, el hombre de 50 años de edad estaba con 10 niños cuando fue sorprendido por las autoridades en una granja de Maracaibo que había sido el lugar de sus fechorías. Las víctimas fueron tantas que los vecinos habían denunciado la sospechosa entrada y salida de menores.
Es actualmente el mayor pederasta que se haya conocido en Venezuela, pero no es el único. Su caso ha puesto los reflectores sobre casi una decena de adultos que viven en Zulia. Y que han sido detenidos en las últimas semanas por cometer abusos sexuales y contra niños.
Esta saga encierra amenazas y manipulación, una dosis que Oliveros aplicó con saña hacia sus víctimas, todos varones, 13 de los cuales ya contaron a las autoridades cómo los enamoraba o cómo los asustaba con aplicarles brujería.
Zulia, dos brotes
La noticia ha acaparado con altibajos la atención de la sociedad zuliana, que desde hace años recibe con más dureza los embates de la crisis económica y desde mayo se convirtió en el epicentro nacional de la pandemia por covid-19 con casi 2.000 contagios y 27 muertes.
“Situaciones de pobreza extrema, desorganización y caos pueden hacer que se precipiten este tipo de delitos”, explicó a Efe el psiquiatra Luis Madrid. Esto sin dejar de remarcar que la pedofilia está y ha estado presente «siempre» en todas las regiones del país.
Señaló que Venezuela tiene un comportamiento similar al promedio mundial de pedofilia. Este se ubica entre 2 % y 5 % de la población que presenta el trastorno mental.
Desde el caso de Oliveros otros siete hombres han sido capturados en Zulia por abuso a menores. También detuvieron a una mujer por permitir, a cambio de dinero, que su pareja cometiera actos lascivos contra su hija, menor de edad.
“Zulia es un estado que está siendo muy vulnerable para muchas cosas. Entre ellas esta clase de delitos”, explicó el psiquiatra.
Atrapar menores
El profesional indicó que los pederastias son personas comunes y muy astutas. Si bien presentan un trastorno mental, pueden estar en un estado de pasividad hasta que dejan solo de fantasear con menores y hacen un pase al acto, al momento de abusar de niños, lo que los transforma en pederastas.
Como “un buen vecino”. Así recuerdan en su barriada a Alexander Finol, el segundo pederasta en serie que fue detenido por captar a menores de 12 y 13 años a través del servicio de mensajería instantánea WhatsApp, en la que intercambiaba bajo amenaza fotografías pornográficas con menores.
Apodado como “Papy Baby”, se hacía pasar por un muchacho de la edad de las víctimas para sacarles información.
Luego, propiciaba un intercambio de fotografías, cuyo contenido iba escalando con posiciones sexuales y desnudez. “Amenazándolos con hacerle daño a sus padres si no le pasaban fotos”, señaló la Policía.
El hombre ya había estado en prisión en 2015. En ese momento fue acusado de cometer actos lascivos contra su hijastra menor de edad. Ahora, al ser detenido el 2 de julio, le incautaron un teléfono celular «con gran cantidad de evidencia comprometedora».
Saúl Castellanos, un pensionista de 63 años que conoció a Finol durante 10 años, cuenta a Efe que todos los vecinos están «sorprendidos», pues «no tenía pinta de andar en malas cosas» y, por el contrario, siempre se comportó como «un buen vecino».
Creer a los niños
Casos como el de Oliveros y Finol han ocurrido y muy probablemente seguirán ocurriendo en toda la geografía venezolana, subraya Madrid que, a solicitud de la Justicia, ha evaluado a decenas de pederastas una vez que son capturados.
En Venezuela, explica, algunos de estos casos no son punibles por tratarse de personas con trastornos mentales pero esas excepciones nunca beneficiarían a «depredadores sexuales» como los dos violadores en serie del estado Zulia o a reincidentes.
Por todo lo anterior, el psiquiatra instó a los padres a «creerles a los niños» y a vigilar la forma en que estos manipulan plataformas como Tik Tok que, según mediciones recientes citadas por el terapeuta, se ha convertido en la red «favorita» de los pedófilos.
Asimismo, advirtió que el ambiente de confinamiento en que se encuentra Venezuela debido a la pandemia por coronavirus, que es más rígido en Zulia, puede ser un catalizador de «la impulsividad» latente en pedófilos y en pacientes con otros trastornos como la esquizofrenia o la bipolaridad.