David Fajgenbaum está repitiendo los mismos métodos que le salvaron la vida. Lleva 77,72 meses exactos desde que experimentó su última tormenta de citoquinas de Castleman, una rara condición con la que lucha hace décadas. De hecho, la enfermedad de Castleman casi lo mata cinco veces cuando apenas tenía 20 años, y mientras trabajaba en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pennsylvania.
Cada una de esas veces, la mortal enfermedad desencadenó tormentas de citoquinas que llevaron a múltiples fallos en los órganos. Pero el joven creó una organización global para reunir a médicos, científicos y pacientes para encontrar una cura. Con intensos estudios y brillantes socios, se concentró en un inmunosupresor ya disponible que podía ser reutilizado para salvar su vida.
El año pasado publicó sus memorias, “Persiguiendo mi cura”, detallando su travesía en el que, incluso, llegó a recibir la visita de un sacerdote en su habitación del hospital para darle los últimos ritos. Ahora, aun cuando su enfermedad parece estabilizada, su vida sigue dependiendo del siltuximab y de las infusiones de quimioterapia que se administran mensualmente a través de un catéter en el pecho.
Es que, contra todo pronóstico, encontró un medicamento que le salvó la vida hace seis años, creando un método de colaboración para organizar la investigación médica que podría ser aplicable a miles de enfermedades humanas. Pero después de ver cómo los mismos tipos de brotes de células de señalización inmunológica, llamados tormentas de citoquinas, matan tanto a los pacientes de Castleman como a los de Covid-19, su laboratorio ha dedicado casi todos sus recursos a ayudar a los médicos que luchan contra la pandemia.
Durante una tormenta de citoquinas, la respuesta inmune hiperactiva del cuerpo comienza a atacar sus propias células en lugar de sólo al virus. Cuando esa respuesta inflamatoria se produce en los pacientes de Covid-19, las citoquinas son a menudo las culpables del grave daño pulmonar, la insuficiencia de los órganos, los coágulos de sangre o la neumonía que los mata.
“Cada vez que toco el catéter en mi pecho me acuerdo de las tormentas de citoquinas que tuve. Tengo tantas ganas de resolver (Covid-19) como lo hice con Castleman. Tengo la misma sensación de urgencia”, afirma en diálogo con la CNN.
Es que eso es exactamente lo que está haciendo.
El hecho de tener una experiencia personal para controlar sus propias respuestas a las citoquinas le da una visión única. “Estoy vivo gracias a una droga reutilizada”, cuenta. Ahora, la reutilización de viejos medicamentos para combatir síntomas similares causados por un nuevo virus se ha convertido en un imperativo mundial.
Fajgenbaum, en cuarentena estricta para no sumarle riego a su condición, pasa 14 horas diarias coordinando a docenas de colegas investigadores y voluntarios en una revisión sistemática de todos los medicamentos que los médicos e investigadores han usado hasta ahora para tratar el Covid-19. Su equipo ya ha estudiado más de 8.000 documentos sobre cómo tratar a los pacientes con coronavirus.
Según detalla la señal norteamericana, los investigadores que trabajan en su laboratorio han revisado los datos publicados sobre más de 150 drogas que los médicos de todo el mundo tienen para tratar a casi 50.000 pacientes diagnosticados con Covid-19. Han hecho público su análisis en una base de datos llamada el Registro de Agentes Nuevos y Fuera de Marca Covid-19 (o CORONA para abreviar).
Es un “depósito central” de todos los datos disponibles en las revistas científicas sobre todas las terapias utilizadas hasta ahora para frenar la pandemia. Esta información puede ayudar a los médicos a tratar a los pacientes y a los investigadores a construir ensayos clínicos.
El proceso del equipo se asemeja al de la coordinación que Fajgenbaum utilizó cuando era estudiante de medicina para descubrir que podía reutilizar el Sirolimus, un fármaco inmunosupresor aprobado para los pacientes con transplante de riñón, para evitar que su cuerpo produjera brotes mortales de células de señalización inmunológica llamadas citoquinas.
Los 13 miembros del laboratorio de Fajgenbaum reclutaron a docenas de otros colegas científicos para unirse a su esfuerzo contra el coronavirus. Y lo que este grupo está encontrando tiene ramificaciones para los científicos a nivel mundial.
Según su base de datos, detalla CNN, el equipo publicó la primera revisión sistemática de los tratamientos de Covid-19 en la revista Infectious Diseases and Therapy en mayo. En ese primer análisis, el equipo revisó 2.706 artículos de revistas publicados sobre el tema entre el 1 de diciembre de 2019 y el 27 de marzo de 2020. Sólo 155 estudios cumplieron los criterios del equipo para ser incluidos en la meta-revisión basados en estándares como el tamaño de la cohorte, la naturaleza del estudio y los puntos finales que los investigadores eligieron para concluir sus investigaciones.
“Es frustrante porque todos queremos un medicamento que funcione para todos”, dijo. Pero eso no sucede porque el coronavirus afecta a las personas de maneras mucho más complejas.
La primera cosa clave a considerar, dijo Fajgenbaum, fue la gran variedad de experiencias de los pacientes de Covid-19. Es difícil concentrarse en una terapia en particular porque puede haber diferencias tan significativas en el momento en que se administra el medicamento, la gravedad de los efectos del Covid-19 en un individuo determinado y la etapa en que la enfermedad ha progresado. “Cualquier cambio en una de esas variables puede hacer que una droga que de otro modo sería eficaz se vuelva impotente. Pero con cantidades masivas de pacientes, los datos clínicos estaban confirmando algunos temas notables”, dijo.
En primer lugar, los pacientes de Covid-19 con tormentas de citoquinas más severas tenían más probabilidades de necesitar medicamentos dirigidos a suprimir el sistema inmunológico. Aquellos con tormentas de citoquinas menos severas eran más propensos a beneficiarse de una droga que potenciara el sistema inmunológico.
Además de los medicamentos diseñados para estimular o suprimir el sistema inmunológico, otra categoría importante es la de las terapias antivirales. Varios antivirales golpearon la “cascada viral”, aseguró Fajgenbaum. Algunos funcionan impidiendo que el virus infecte las células, otros deteniendo la replicación dentro de las células. Otros antivirales actúan entre las células y el virus.
CNN revela que en los tres meses transcurridos desde la fecha límite para su primer trabajo, el equipo ha revisado más de 5.000 artículos adicionales publicados por científicos de todo el mundo.
Uno de sus mayores desafíos ha sido encajar las piezas del rompecabezas de los diferentes estudios. Con cada estudio diseñado de forma diferente, un conjunto de datos no necesariamente puede ser injertado de forma limpia en otro. Eso es especialmente difícil cuando la mayoría de las personas diagnosticadas con Covid-19 eventualmente mejoran de todos modos. Es difícil analizar si un medicamento en particular fue efectivo y salvó vidas.
“El objetivo de la base de datos CORONA no es encontrar una droga maravillosa en sí misma, sino ayudar a diseñar mejores ensayos clínicos que puedan establecer una relación real de causa y efecto entre un agente farmacológico y la supervivencia de un individuo”, explica. “Es difícil luchar en una guerra si no se lleva un registro de qué armas se están usando contra el enemigo”, dijo.
La base de datos CORONA de Fajgenbaum encaja con el trabajo en curso de la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos. Durante años, la agencia ha estado desarrollando una aplicación llamada CURE ID, una plataforma diseñada para ayudar a los proveedores de atención médica a captar nuevos usos de medicamentos ya aprobados.
La combinación de los antivirales lopinavir y ritonavir es el protocolo de tratamiento de Covid-19 con el mayor número de estudios publicados hasta ahora. A mediados de junio, el equipo había examinado los documentos sobre esa combinación de medicamentos que involucraban a más de 4.500 pacientes.
A continuación, los corticosteroides se han mostrado particularmente prometedores, apareciendo en estudios con otros 4.000 pacientes. A nivel celular, los antivirales funcionan por una variedad de razones, cada una con su propia especialidad para atacar al virus en diferentes puntos de su ciclo de vida. Sin embargo, los corticosteroides son diferentes. ”Los esteroides tienden a actuar de la misma manera, con la replicación del cortisol”, dijo Fajgenbaum a CNN.
El investigador apuntó como promisorio un reciente estudio en el Reino Unido sobre la dexametasona de esteroides. Sus resultados mostraron que un régimen de baja dosis de la droga durante 10 días podría reducir el riesgo de muerte en un tercio entre los pacientes hospitalizados que requieren ventilación. “Construimos CORONA para ayudar a descubrir algo como la dexametasona”, dijo. “Es una droga barata y reutilizable que ha existido durante 60 años. De esto se trata”.
Debido a que el Covid-19 es tan nuevo, muchos de los estudios son de observación o anecdóticos. Estos tipos de estudios obviamente importan ya que los científicos están construyendo una base de conocimiento, asegura en diálogo con el medio norteamericano, pero advierte que los mejores conocimientos provienen de la realización de estudios doble ciego controlados por placebo. “Una deficiencia es que muchos de los estudios publicados no tienen el nivel de rigor para informar la toma de decisiones científicas a gran escala. Hay muchos sesgos en estos estudios de observación”.
Por ejemplo, la hidroxicloroquina, que ha recibido un gran impulso del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en los estudios publicados disponibles para que el equipo de Fajgenbaum los revise, el medicamento no ha superado a los demás.
Dos estudios franceses sobre la hidroxicloroquina pusieron en evidencia al equipo de la Universidad de Pensilvania por el punto final clínico que eligieron los investigadores: el momento en que el coronavirus despejó el cuerpo. “Puede ser problemático basar un argumento para el éxito de una droga sólo en esa métrica en particular, porque deja fuera detalles cruciales de la experiencia a largo plazo de una persona después de la infección”.
Además, los revisores se mostraron escépticos porque el virus tardó mucho tiempo en salir del cuerpo de los pacientes, lo que ellos llaman “un alto tiempo para la eliminación del virus”. Ese indicador que podría sugerir que la droga tardó en hacer efecto, o que otros factores, incluyendo el propio sistema inmunológico del paciente, jugaron un papel más importante en la expulsión del patógeno.