Los 12 errores que cometes al hablar de sexo con tus hijos

ABC de España indica que hablar de sexo con los hijos puede resultarnos algo incómodo y con el objetivo de paliar esa situación solemos escoger ciertos caminos que, en ocasiones, pueden resultar perjudiciales para la comprensión del sexo, llegando incluso a confundirlos. El equipo de psicólogos de Terapia Familiar de ifeel ofrece una serie de consejos para que la comunicación sobre sexo con los hijos sea razonablemente exitosa. Esto es lo que debemos evitar:

1.Confundir la educación con la información
La mera información se puede leer en un folleto y educar es algo más que proporcionar datos.

Educar implica comunicarse de manera abierta y la comunicación debe ir más allá de mensajes unidireccionales que van de emisor a receptor pero que no permiten profundizar. Al comunicarte con tus hijos sobre la sexualidad recuerda que el objetivo último que debes perseguir es que los niños sean más hábiles manejándose en el tema y puedan tener una vivencia saludable al respecto.

Presuponer que el sexo no es importante, que ciertas cosas relacionadas con el sexo no van a ocurrirle jamás a tus hijos o que ya llegará el momento para que se enteren de algunas cosas resulta ingenuo y no contribuye a fortalecer su repertorio de recursos sobre este campo.

2.No tener en cuenta la edad de los hijos Es fundamental dar información adecuada a la edad de los menores, a su comprensión y acorde a las preguntas que hacen. Si no hablamos de la misma manera con un niño de seis años que con uno 12, ni con uno 16, el tema del sexo también debe adaptarse a cada edad. Adaptar el lenguaje y no forzarlo es fundamental.

3.Utilizar metáforas y cuentos con los más pequeños
Con los más pequeños resulta tentador utilizar un lenguaje cargado de metáforas y fantasía.

A menudo esto se debe a nuestro miedo como adultos a abordar directamente el tema tal y como es. Otras veces es porque pensamos que el niño lo va a entender mejor con un cuento, un símbolo o una metáfora.

En cualquier caso, este método es un error en muchas ocasiones: la mente de los niños muy pequeños (sobre todo menores de 7 años) no está preparada cognitivamente para cierto nivel de abstracción, es decir, para entender que ciertos símbolos se refieren indirectamente a cosas reales y que no son meras fantasías imaginativas.

Los niños pequeños no distinguen la realidad de la fantasía igual que una mente adulta. Si utilizamos elementos poco realistas para explicarle asuntos muy realistas y que es importante que queden claros porque se trata de su educación, lo más probable es que no entiendan nada o que llegue a conclusiones completamente erróneas.

Se puede hablar con perfecta claridad y realismo con un niño muy pequeño, llamando a las cosas por su nombre; solo hay que hacerlo de manera sencilla para que entienda de qué estáis hablando.
No hay que confundir educar con regañar o asustar innecesariamente

4.Acudir a la regañina No hay que confundir educar con regañar o asustar innecesariamente.

Piensa en el lugar que quieres que el miedo y la culpa ocupen en la sexualidad de tus hijos, dentro de lo que es tu responsabilidad como educador. Si los niños preguntan, los padres no deben reprimir su curiosidad con una regañina.

Por otro lado, educar en la culpa y el miedo en cuanto al sexo puede ser muy eficaz a la hora de evitar ciertas cosas, como embarazos innecesarios o enfermedades infecciosas, pero jamás hay que considerar que es infalible y no es en absoluto la mejor manera de educar para la felicidad y la responsabilidad.

Es importante que lo tengamos en cuenta porque nuestra visión del sexo va a influir mucho en los mensajes que les demos a los niños.

5.Evitar preguntas
Si los niños hacen preguntas es porque desean conocer las respuestas y porque consideran que somos un buen informante al respecto, lo ideal a nivel de la relación de confianza entre padres e hijos. No obstante, no podemos pretender ser sexólogos ni una enciclopedia sexual.

Los padres deben reconocer que hay cosas que no saben o no entienden, no pasa nada.

Admítelo con naturalidad y oriéntale de la manera que consideres mejor para encontrar ese dato que os falta.

Pero si pasamos por alto su pregunta, sin contestarle ni orientarle, si no aprenden con nosotros, entonces alguien en el patio del colegio se ofrecerá a explicárselo.

No tenemos que conocer todas las respuestas, no tenemos que responder a cualquier cosa ni mucho menos tenemos que dar cualquier dato sobre nuestra propia vida sexual pasada y presente, ya que esto puede generar desconcierto e inseguridad en los hijos y romper cierta distancia necesaria que hay que guardar con ellos.

6. Atiborrarles a información innecesaria
El hecho de que los niños pregunten algo acerca del sexo o la sexualidad en general no implica que quieran saberlo absolutamente todo o que quieran iniciar una conversación larguísima.

A veces simplemente se trata de algo concreto, pero no quieren más información, no se les ha ocurrido que puede haber algo más o directamente no están preparados para entender ciertos aspectos de la sexualidad.

Cuanto mayores son los niños, más capacidad tienen para procesar conocimientos más complejos y también más capacidad para mantener la atención de manera continuada en un mismo tema.

Sin embargo, ante la duda, con niños muy pequeños suele resultar muy útil y necesario ceñirnos a sus preguntas y solo ir más allá de manera tentativa, sin forzar conversaciones que más que aclarar conceptos pueden crear confusión, lo cual sería un efecto indeseable de la comunicación.
El hecho de que los niños pregunten acerca del sexo, no implica que quieran saberlo absolutamente todo

7. Creer que hablar de sexo es hablar de tener hijos
La educación sexual incluye muchos temas: no se refiere solo a la reproducción ni a la prevención de infecciones de transmisión sexual ni siquiera al propio acto sexua
l. Nuestra formación sexual como adultos, resultado de haber recibido durante años una educación sexual deficiente en muchos casos, nos lleva a reducir la educación sexual a los temas principales.

Al reproducir este esquema, transmitimos a los hijos que lo único importante es lograr que entiendan cómo fabricar bebés, o que el sexo puede ser una fuente de enfermedades y embarazos no deseados.

Por supuesto que esto puede prevenir embarazos no deseados e infecciones en el futuro, pero no es una educación óptima que abarque el sexo en su totalidad. Ésta debe incluir las diferentes versiones del sexo en la vida, que tienen que ver principalmente con el intercambio de la afectividad, el placer, la comunicación o la identidad. Es decir, con la satisfacción de necesidades humanas muy relevantes. No olvidemos esa parte.

8. Pensar que los niños parten de cero y no saben nada de sexo
No se debe presuponer que cuando nos consultan los niños, éstos no saben absolutamente nada sobre sexo. Normalmente, para cuando hablamos con ellos por primera vez, no parten de cero pero tampoco necesitan cualquier dato en cualquier momento.

Si estás comunicándote con tu hijo de cinco años, por ejemplo, es poco probable que haya visto, oído o dicho grandes cosas fuera de lo que tú puedas imaginar o sin que tú hayas estado presente. Sin embargo, conforme va pasando el tiempo y a tus hijos les llega información de diferente tipo a través de cada vez más vías diferentes, va haciéndose más real el hecho de que también se educan sexualmente -bien o mal, pero se educan- fuera de lo que tú puedes controlar o supervisar.

Por lo general, para cuando los niños sacan el tema por primera vez, ya han pensado al respecto, quizá han preguntado o visto cosas por ahí y lo que buscan es la confirmación de lo que ya saben o cree que saben.

9.Reducir la educación sexual a una charla
Lo deseable es que, a un nivel propio de padres e hijos, no debe haber temas que no se puedan tocar, pero la educación sexual es un proceso largo y conviene ir poco a poco.

Primero hay que asentar en la base lo más importante y dejar para cuando vaya correspondiendo aquellos matices o temas que sean más secundarios o periféricos. A veces estos temas son más difíciles de entender, más controvertidos y requieren, por tanto, esperar a un momento posterior.

El tema será el mismo, pero vamos a abordarlo de manera diferente en función de la etapa evolutiva en la que estén nuestros hijos.

Eso va haciendo que podamos añadir datos, tener en cuenta nuevos matices, hacer o contestar preguntas que anteriormente no eran factibles o, simplemente, no habían aparecido. La educación sexual es un proceso largo y conviene ir poco a poco

10.Cerrarse a la comunicación
Conversar es intercambiar mensajes, hacer y contestar preguntas y comprobar que hemos sido entendidos.

La comunicación necesita que el canal a través del cual se intercambian mensajes esté suficientemente abierto.

Como padres debemos cuestionarnos si el canal de comunicación con nuestros hijos está abierto para temas en general y para hablar de sexo en particular, es decir, si el semáforo para hablar abiertamente de ciertos temas está en verde, ámbar o rojo.

Podemos soltarles discursos más o menos coherentes a nuestros hijos, pero también es interesante que hablen ellos, que sus preguntas sean recogidas. No hay que saber todas las respuestas, ni hay que contestar a cualquier cosa que ellos pidan saber, pero sí deben percibir que se les está escuchando, que los padres no hacen como que no han oído cierto comentario o pregunta y que lanzan balones fuera.

Esto indicaría que el semáforo está en rojo y dificultaría recuperar la comunicación en el futuro.

11.Pensar que la familia es la única educadora
Como padres, no debemos cargar con toda la responsabilidad sobre la educación sexual de los hijos.

Nos guste o no, los niños tienen otras fuentes de información y desde luego su educación sexual no concluye con las cuatro cosas más o menos bien dichas que les expliquemos durante su infancia, sino que todos seguimos educándonos a lo largo de todo el ciclo vital y principalmente al margen de nuestros padres.

Los padres no somos amigos de nuestros hijos y por eso no tenemos que convertirnos en sus colegas modernos y abiertos a hablar de sexo, sobre todo si no somos personas modernas y abiertas en el resto de facetas de la relación con ellos. Los “colegas”, es decir, los iguales, dan complicidad, pero es el rol de adulto sólido -que está por encima y tiene autoridad- el que aporta verdadera seguridad.

12. No confiar en ti y en tu hijo
Lo queramos o no, van a tener una vida sexual (incluso es probable que si tienen cierta edad ya haya habido cierta actividad sexual) y necesitan estar preparados para ello al menos en lo más importante. Los consejos y recomendaciones están muy bien pero hay que aplicarlos a la realidad particular, es decir, a cómo es el niño y cómo es la relación con sus padres.

La familia tiene su propia manera de comunicarse, su lenguaje, sus propios códigos. Es con ese material con lo que van a trabajar a la hora de abordar la educación sexual en casa.

No hay que pretender ser perfecto, a veces no captamos bien lo que nos está queriendo decir nuestro hijo, o nos bloqueamos, o no sabemos si nos hemos pasado o no hemos llegado. Lo importante es que si transmitimos información, que esta sea correcta y rigurosa y que esté destinada a que el hijo disfrute de una manera sana y asertiva de su vida sexual (presente o futura).