Es más, no sabemos si debemos amarlo u odiarlo.
Y es que el debate sobre sus beneficios y perjuicios está más que servido. En ocasiones depende también de si hablamos con bebedores o no bebedores de café.
Sin embargo, ¿qué ocurre con aquellos que eran grandes aficionados al café y decidieron dejar de consumirlo? La duda es si eso habrá tenido algún efecto real en su organismo o no y cuál. Por ello, hemos hablado con algunas personas que llevan desde un año hasta 15 años sin consumir café, sobre las diferencias que han notado en su cuerpo y organismo.
El papel del café en nuestras vidas
Una de las grandes preguntas que muchos de nosotros nos hacemos es, ¿cómo es posible que nos guste tanto algo como el café? Debemos tener en cuenta que los sabores amargos no son unos de los más apreciados por los seres humanos, en general. Sorprendentemente, en el caso del café algunas investigaciones han encontrado que cuanto más sensibilidad tenemos a los sabores amargos, más café tomamos.
Esto choca con lo que sería lógico, y es que ante una alta sensibilidad a los sabores amargos el café resultara demasiado y la gente en esas circunstancias consumiera menos. Sin embargo, parece que la cafeína tiene otros planes (si fuera un ser con consciencia y toma de decisiones los tendría, al menos) y el refuerzo positivo que esta genera en nuestro cuerpo podría facilitar que generemos un mayor gusto por el sabor amargo del café.
Sorprendentemente para algunos las últimas investigaciones han encontrado que el café podría ser beneficioso para nuestra salud: menor riesgo de padecer diabetes, enfermedades cardiovasculares, esclerosis múltiple o, incluso, cierta capacidad de algunos de sus componentes para combatir enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer. Y, sin embargo, no está exento de riesgos.
Y es que, la cafeína nos afecta de manera diferente a cada uno de nosotros y en diferentes dosis. La recomendación general para adultos saludables es la de no superar los 400 mg diarios de cafeína ya que, a partir de ahí, sí podría perjudicar a nuestra salud. Sin embargo, algunas personas toleran mucho menos, ya sea por intolerancia a la cafeína o por algún problema metabólico. Ahí es donde el consumo de cafeína está desaconsejado.
El sueño es el primer afectado
Al hablar con seis personas que decidieron dejar el café o reducir su consumo, encontramos es que lo que todos o casi todas ellas tienen en común es el efecto que el café tienen en su sueño: «era un bebedor social de café: si quedamos a echar un café pues me tomaba un café, si el menú del día incluía café pues lo pedía, etc. Poco a poco me fui dando cuenta de que cada vez que me tomaba un café, aunque me lo tomase después de comer, dormía peor» comenta Jesús Salas, editor de Compradicción.
Anna Martí, redactora de Xataka, cuenta algo similar: «creo que duermo más y mejor» asegura, aunque indica que puede deberse también al efecto del placebo. «lo de dormir mejor lo noté sobre todo al dejar de tomar café por la tarde. Es cierto que he ido cambiando hábitos para que me cueste menos dormir, pero bueno, al final el sueño es algo más profundo y ha ido mejorando desde que comencé a reducir el consumo de cafés y cambiar mi franja horaria de sueño».
María Llanos, Directora Editorial de Lifestyle en Webedia España, lleva 15 años sin tomar café: «tomaba dos cafés al día para aguantar el ritmo, uno a primera hora y otro tras la comida. Empecé a tener problemas para dormir, decidí probar a quitarme el café y volví a dormir». Es por ello que ha decidido no tomar cafeína tampoco es refrescos.
Niveles de ansiedad y de nerviosismo bajando
La cafeína es un potente excitante y, en algunas personas, puede suponer la gota que colma el vaso. Ese es mi caso particular: personalmente, dejé de consumir café durante dos años porque desarrollé un trastorno de ansiedad generalizado y estaba demasiado sensible a excitantes como la cafeína.
Por supuesto, la cafeína no era culpable de mi ansiedad, pero sí que aumentaba mis niveles de excitación y me hacía más sensible a los síntomas de la ansiedad. Actualmente, he rebajado el consumo y tan solo tomo un dedo de café con mucha leche por las mañanas y lo evito del todo en los momentos en que peor me encuentro.
Ninguna de las otras personas con las que hemos hablado ha notado diferencias en sus niveles de ansiedad, nerviosismo o excitación, aunque María Llanos sí que indica haberse sentido desde que lo dejó «más tranquila y serena. Me sentí mejor desde el primer momento en que dejé de tomarlo».
Sensibilidad a la cafeína y habituación
Una de las primeras dudas que pueden surgir al plantearnos dejar de tomar café es ¿cómo vamos a resistir al sueño y al cansancio y aguantar el día sin poder tomar café? Sorprendentemente, ninguna de las personas con las que hemos hablado notaron que estuvieran más cansadas o les costara más aguantar el ritmo al dejar el café.
Anna tomaba cuatro o cinco cafés al día y, ahora, como mucho, toma uno: » no tengo apenas síndrome de abstinencia y que aunque aún sigo enganchada ya no lo he de tomar en cuanto me despierto, y si no lo hago no quiero cargarme a todo el mundo como ocurría antes si no tenía café al despertarme».
Julio César Fernández Muñoz, Técnico en Informática de Gestión y compañero de Applesfera, dejó el café hace un año después de beber café, tal y como él indica: «como el que bebe agua». En su caso fue por prohibición médica: «por la parte excitante y su mayor efecto en el estómago». Sin embargo, a pesar de haber bebido tanto café anteriormente, confiesa que no ha notado ningún cambio en especial ni lo echa de menos.
Lo que sí nota es la mayor sensibilidad que ha ido adquiriendo y otras ventajas añadidas de no tomar café: «en ocasiones me permito uno por capricho y sí noto que para el estómago es más fuerte una que te has retirado de su consumo habitual. Además, yo echaba azúcar al café hasta que hiciera isla y ahora me he quitado ese consumo de azúcar».
María nos cuenta cómo a pesar de que ella tomaba el café para aguantar el ritmo, cuando lo dejó no notó que le costara más aguantarlo: «yo tengo tensión baja y sería muy de esperar que me entrara sueño, bajón, somnolencia, pero me sentí mejor desde el primer momento». Lo que sí nota es una mayor sensibilidad a la cafeína desde que ha reducido su consumo: «al no tomar nada, si tomo muy poco, me hace mucho efecto».
Alternativas al café (o a la cafeína)
En la mayoría de estos casos, los síntomas parecen causados por una alta sensibilidad a la cafeína. Pero renunciar a esta no significa que tengamos que renunciar a los beneficios del café. Y es que algunas evidencias científicas han encontrado que los cafés descafeinados tienen beneficios similares a los cafés con cafeína.
Muchas de las personas con las que hemos hablado, yo incluida, han sustituido su consumo de café por otras bebidas, como los tés. Sin embargo, estas no son nuestras únicas opciones si nos estamos planteando dejar el café, pero no sabemos qué tomar en su lugar.
El ginseng o la Rhodiola rosea son alternativas con efectos muy similares al café, que no generan tanta tolerancia y pueden ayudarnos a sobrellevar su ausencia. reseña vitonica